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Los lirios de Astarté
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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Los lirios de Astarté

Es hora de airear y dejar que entre la luz de esta primavera que se va intuyendo en los minutos que el día le gana a la noche. Vamos a salir a la calle y tomarle el pulso a la vida de nuevo. Lo haremos por el camino de la Cultura y el Arte

Foto: Vista del Bronce Carriazo. (Wikimedia / Ángel M. Felicísimo)
Vista del Bronce Carriazo. (Wikimedia / Ángel M. Felicísimo)

Paseaba un día de 1957 el profesor y arqueólogo Juan de Mata Carriazo por el mercado de la calle Feria de Sevilla cuando, parado ante uno de los múltiples tenderetes, le llamó la atención una pieza de bronce que pendía de una lámpara. Su instinto y erudición como reconocido experto en Historia Antigua de España, le llevaron a hacerse con aquel misterioso objeto. Una vez confirmado el valor histórico y arqueológico de la pieza, pasó a conocerse como el Bronce Carriazo.

Hasta su cierre por reforma, en el Museo Arquelógico de la capital hispalense podíamos contemplar esta cama de bocado lateral de caballo que es un símbolo de la cultura tartésica.

Astarté, diosa madre, diosa de la fertilidad, patrona de aquellos fenicios que, surcando el Mediterráneo para encontrar nuevas materias primas, llegaron a una tierra lejana donde las columnas de Hércules marcaban el extremo del mundo conocido. Hasta aquí trajeron el culto de esta Astarté que viste una túnica adornada con lirios y a la que flanquean dos ánades, dos aves acuáticas del Lacus Ligustinus, de las marismas de Doñana donde el peculiar arqueólogo alemán Schulten fantaseaba con encontrar los restos de Tartessos, su Troya particular. No entendía el alemán, como otros aventureros con espíritu de Indiana Jones, que esa Tartessos que buscan bajo las marismas de Doñana, posiblemente no exista como ciudad física, sino que debemos entenderlo como un extraordinario momento histórico en el que tuvo lugar una hibridación cultural entre autóctonos, fenicios y griegos.

Esta Astarté fenicia, peinada como la diosa egipcia Hathor, con lirios y patos de las marismas, representa ese mágico sincretismo que está enraizado en los orígenes de la cultura de nuestra tierra. A ella la elegí para dar nombre a este rincón virtual que pretende ser una ventana por la que asomarnos a mirar y ver, descubrir y experimentar, a recuperar sensaciones amputadas por una pandemia que nadie invitó a nuestras vidas y a la que es hora de arrebatarle el micrófono del karaoke de la fiesta. Fueron demasiadas canciones tristes.

Es hora de airear y dejar que entre la luz de esta primavera que se va intuyendo en los minutos que el día le gana a la noche. Pero no vamos a quedarnos solo asomados contemplando el paisaje, no estará Dalí para pintarnos un retrato. Vamos a salir a la calle y tomarle el pulso a la vida de nuevo. Desde aquí lo haremos por el camino de la Cultura y el Arte, la forma que tiene el hombre de reivindicarse en su mejor versión, o eso creo firmemente como amante de por vida de las artes plásticas.

Cuando escribo estas líneas, ya se ha clausurado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla la exposición en la que Picasso y los maestros antiguos se han mirado cara a cara desde el pasado octubre. Ahora viaja hasta Málaga donde podrá disfrutarse desde el 22 de febrero al 26 de junio de este mismo año en el Museo Picasso. El artista malagueño, genio incuestionable e indudable revolucionario de las artes plásticas en la primera mitad del siglo XX, investigó y admiró a los maestros antiguos: Velázquez y El Greco, Pacheco y Zurbarán, entre otros. Ahora en la capital costasoleña, esta cita vuelve a marcarse en rojo en nuestra agenda.

Se ha ido Picasso de Sevilla, pero se ha quedado Valdés Leal en la exposición antológica que se está celebrando en el Museo de Bellas Artes con motivo del cuarto centenario del nacimiento del pintor sevillano. Desde el Prado, la National Gallery de Londres o el Kuntshalle de Hamburgo, entre otros, han llegado obras que junto a las cedidas para la ocasión por la Catedral hispalense, la Biblioteca Nacional o distintas colecciones privadas, pretenden desetiquetar a Valdés Leal como “el pintor de los muertos” y mostrar su lenguaje único y extremadamente personal. Puro arrebato barroco que podemos contemplar hasta el 27 de marzo.

La tercera pincelada de esta agenda nos va a llevar hasta Córdoba, en cuyo Museo de Bellas Artes se está redescubriendo a la granadina Aurelia Navarro. Considerada “la pintora de la intimidad”, esta exposición en Córdoba, ciudad con la que estuvo estrechamente ligada, recoge hasta 30 obras que nos muestran la trayectoria de una artista con un talento y una sensibilidad extraordinarios, injustamente olvidada bajo capas de polvo y silencio. Granada y Córdoba son el puente que nos lleva a introducirnos en el universo íntimo de Aurelia Navarro hasta el 17 de abril.

Pero en esta apuesta por reivindicar la vuelta a la vida por los caminos del descubrimiento y el conocimiento, también vamos a seguir las huellas tangibles que la Historia ha dejado en Andalucía, tierra madre. Desde Los Millares en Almería a la Necrópolis de Cerrillo Blanco en Porcuna, desde la Mezquita de Almonaster la Real al Salón Rico de Medina Azahara, desde la Tumba de Servilia en Carmona a las ruinas de Baelo Claudia, desde la Sala de los Reyes de La Alhambra al Dolmen de Antequera, trazando rutas infinitas y fascinantes que nos lleven a escribir un bonito cuaderno de viaje.

Paseaba un día de 1957 el profesor y arqueólogo Juan de Mata Carriazo por el mercado de la calle Feria de Sevilla cuando, parado ante uno de los múltiples tenderetes, le llamó la atención una pieza de bronce que pendía de una lámpara. Su instinto y erudición como reconocido experto en Historia Antigua de España, le llevaron a hacerse con aquel misterioso objeto. Una vez confirmado el valor histórico y arqueológico de la pieza, pasó a conocerse como el Bronce Carriazo.

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