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El cerro del tesoro
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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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El cerro del tesoro

El oro ancestral de las piezas del tesoro dibuja semiesferas, rosetas y flores de loto, arcos imbricados, elementos simbólicos que hacen alusión al dios solar, a la divinidad femenina, a la montaña sagrada, al culto de Baal y Astarté

Foto: Varias piezas del tesoro del Carambolo. (Museo Arqueológico de Sevilla)
Varias piezas del tesoro del Carambolo. (Museo Arqueológico de Sevilla)
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Es la mañana del 30 de septiembre de 1958 y Alonso Hinojos del Pino, un joven albañil de Medina Sidonia, se encuentra junto a sus compañeros trabajando en las obras de reforma en el Pabellón de la Sociedad del Tiro de Pichón en Camas, en ese balcón privilegiado que es la cornisa del Aljarafe sevillano.

Un pañuelo al cuello para enjugar el sudor mientras se trabaja con la azada. El arquitecto que dirige la obra no está convencido con la altura de la ventana del recinto, coincide con la terraza del edificio colindante, y decide que la cuadrilla rebaje el suelo unos 15 centímetros más. Una leve modificación del proyecto original, se excava un palmo más, se enlosa el suelo y a seguir con la obra. Un día más en la oficina.

Alonso, de cabellos y perfil lorquianos, coge su azada y la hunde en la tierra. Algo brilla entre la tierra removida. Alonso se agacha y toma entre sus manos aquel objeto que resultó ser un brazalete. Los compañeros se arremolinan, curiosos, e inmediatamente después se afanan en seguir excavando y allí estaba. A golpe de azada encuentran un gran vaso o lebrillo de barro cocido y en su interior, un tesoro áureo tan extraordinario y fastuoso, que a aquellos treinta hombres les pareció que debía ser de mentira y en el intento de comprobar su autenticidad, rompieron una de las piezas.

El instinto es repartirlo entre la cuadrilla, es su tesoro, lo han encontrado ellos, pero de forma casi inmediata ponen el hallazgo en conocimiento de los directivos de la Sociedad y tienen que despedirse de él. Unos días de permiso son el agradecimiento a aquellos hombres que habían encontrado el tesoro que durante cincuenta años sería el símbolo de la identidad cultural tartésica del Bajo Guadalquivir.

Foto: Una de las representaciones humanas halladas en el yacimiento de Turuñuelo, en Badajoz. (EFE/Samuel Sánchez Vaquero)

Día 2 de febrero de 2024. El empresario Gabriel Rojas firma ante notario la cesión de los terrenos del yacimiento de El Carambolo a la Junta de Andalucía, unos terrenos que había comprado en el año 2000 con la intención de construir un hotel que integrara los restos arqueológicos. Terminan así más de 20 años de idas y venidas en los que el empresario sevillano se dejó un dineral sufragando excavaciones que serían decisivas para una nueva interpretación del simbólico recinto y, por ende, del tesoro que alimentaba los sueños con civilizaciones mágicas de la niña que adoraba los libros de Ciencias Sociales y hoy escribe estas líneas.

Hablar del Tesoro de El Carambolo es hacerlo del profesor Juan de Mata Carriazo. Él llegó, vio, estudió y definió aquel hallazgo como una creación indígena, propia de un monarca del legendario reino de Tartessos. En un contexto histórico en España (desarrollismo en ciernes) en el que se trazaba un plan para reforzar la identidad cultural patria, aquel deslumbrante tesoro hallado en lo que el profesor Carriazo identificó como un poblado de cabañas de indígenas aljarafeños, cumplía perfectamente los requisitos de emblema autóctono.

Antes del cierre del Museo Arqueológico de Sevilla por las obras de reforma y acondicionamiento necesarias para acoger en las condiciones apropiadas la valiosísima colección con la que cuenta, podía contemplarse tras el cristal de una vitrina la réplica del tesoro. Veintiuna piezas que labró el grandísimo Fernando Marmolejo y cuya contemplación provoca la fascinación de lo desconocido. El original duerme en la cámara acorazada de un banco, a la espera de que en algún momento se alineen los astros en forma de implicación económica de todas las administraciones para que pueda estar expuesto en las condiciones de seguridad adecuadas.

Foto: (Inteligencia artificial - Dall-e - Novaceno)

El oro ancestral de las piezas del tesoro dibuja semiesferas, rosetas y flores de loto, arcos imbricados, elementos simbólicos que hacen alusión al dios solar, a la divinidad femenina, a la montaña sagrada, al culto de Baal y Astarté, divinidades del panteón fenicio que delatan las revelaciones de lo excavado e investigado en el yacimiento entre 2002 y 2005. Lo que siempre se había tenido como un enclave autóctono de indudable origen tartésico, pasaba a convertirse en un más que posible santuario fenicio vinculado con Spal, la Sevilla fenicia.

Es una conclusión con base documentada pero nada definitiva, porque si algo tiene la Historia y todas las disciplinas que giran en torno a ella, es que está viva y sujeta a interpretaciones en virtud de nuevos estudios y así se encuentran los expertos, desentrañando el misterio de El Carambolo desde la perspectiva proautóctona y profenicia, en un debate siempre enriquecedor, no solo para los eruditos, sino para todos aquellos a los que nos apasiona el pasado de la tierra que amamos.

El Carambolo ya es de la Junta de Andalucía, de la máxima institución autonómica es la responsabilidad de su mantenimiento y de su entrega a los arqueólogos, investigadores, científicos e historiadores para que la tierra hable, para que siga contando historias, tartésicas o fenicias, y se dignifique un lugar que guarda tres mil años de nuestra memoria.

Nota: no puedo dejar de aludir a la lectura de los profesores Carriazo, Maluquer, Bendala, Escacena, Amores, Pellicer, Fernández Flores, para la documentación de este artículo, y de todos los que, como ellos, nos regalaron su saber y pusieron luz en la penumbra del pasado histórico.

Es la mañana del 30 de septiembre de 1958 y Alonso Hinojos del Pino, un joven albañil de Medina Sidonia, se encuentra junto a sus compañeros trabajando en las obras de reforma en el Pabellón de la Sociedad del Tiro de Pichón en Camas, en ese balcón privilegiado que es la cornisa del Aljarafe sevillano.

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