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Las CCAA, lideradas por Cataluña, abrazan la Contrarreforma española
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Álvaro Robles Cartes

Ángulo Inverso

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Las CCAA, lideradas por Cataluña, abrazan la Contrarreforma española

Contrarreforma de brazos caídos. Los últimos Consejos de Ministros expresan la rebeldía española  en forma de incapacidad ante el vendaval reformista protestante. España amenaza con volver

Contrarreforma de brazos caídos. Los últimos Consejos de Ministros expresan la rebeldía española  en forma de incapacidad ante el vendaval reformista protestante. España amenaza con volver a descolgarse definitivamente de las naciones vecinas más prósperas. No es Lutero, sino Angela Merkel, la hija de uno de sus estrictos pastores, quien reformará el modelo mediterráneo. La batalla está perdida: si las reformas no se llevan por delante el Estado del bienestar español lo harán la deuda, su prima y los gastos financieros. Es Draghi  y no el Papa quien pontifica desde Frankfurt y esta vez la Inquisición, con traje y zapatos de banquero, está de su lado para castigar al pecador. Siendo verdad que la lengua alemana emplea la misma palabra (schuld) para definir deuda, culpa y pecado, lo tenemos mal.

Agotadas las reformas financiera, fiscal y laboral, la Contrarreforma Mariana no tiene otro plan que bajar los brazos. Esperar y celebrar cada agónico día que pasa como una victoria, mientras al PSOE le vaya peor. Pero perder el tiempo posponiendo nuevas reformas es un lujo de millonarios. Un lujo que ni una España endeudada ni una Cataluña en suspensión de pagos pueden permitirse, porque cada día de espera cuesta 100 millones de euros en gastos financieros. Un dispendio que, a pesar de todo, nuestros gobernantes se empeñan en vendernos como si fuera un triunfo.

El debate austeridad versus crecimiento plantea una disyuntiva falsa en economías sobreendeudadas donde pedimos dinero para gastos no productivos y donde entre las primeras partidas presupuestarias tenemos ya, antes de perder más tiempo incrementando la deuda, los gastos financieros. Ese debate, traído a Europa por Krugman y otros economistas del ala demócrata norteamericana, es válido para EEUU, para Alemania o incluso para Europa en su conjunto, pero no para un país que se ha endeudado hasta el 50% del PIB en cinco años y que aún tiene -tras un lustro de ajustes- una brecha de 70.000 millones de euros entre sus ingresos y sus gastos.

Un agujero que no se destina a investigación, educación de calidad, infraestructuras o  mejoras de capacidad productiva. España acumula deuda creciente para financiar el gasto recurrente de un Estado inviable. Aunque la economía toque fondo en 2014, la salida de la crisis dibujará una forma más de L que de V y no habrá un repunte de actividad que revierta el saldo de la hacienda pública. El año 2007 no volverá: a nuestro modelo de Estado le sobran 50.000 millones de grasa. La evolución de la balanza exterior, que mejora más por las dificultades de las familias para echar gasolina que por la competitividad de una economía que acumula un IPC del 10,7% desde 2008, es un indicador adelantado, sí, pero insuficiente para cambiar la realidad.

El ‘pressupost’ catalán de 2013: ni está ni se le espera

Si Rajoy se limita a pedir árnica, dando otra vuelta de tuerca a pensiones, salarios e impuestos especiales y dedicando la imaginación del gabinete económico a recalcular los deflactores del PIB en el cuadro macro, el Gobierno de Mas se apresta a superarlo. El president ha hecho un llamamiento patriótico defendiendo la asimetría fiscal, algo que puede tener sentido en un proceso de ajustes y que le ha valido a España un tratamiento diferencial en Europa.

Perder el tiempo posponiendo nuevas reformas es un lujo de millonarios, algo que ni una España endeudada ni una Cataluña en suspensión de pagos pueden permitirse, porque cada día de espera cuesta 100 millones en gastos financierosSin embargo, la pelea de los presidentes autonómicos por las décimas de déficit que Europa ha dejado encima de la mesa para repartir entre ellos es patética. Como si fuera dinero gratis, los presidentes en bloque reclaman más deuda. Imitan al Gobierno de España, que endeudará al país en 65.000 millones más este año (veremos si hay que sumar nuevos extras vía autopistas, déficit de tarifa o pérdidas bancarias) y provocando una carga financiera adicional y perpetua de cerca de 2.500 millones anuales.

Aquí sí hay discurso único. El líder contrarreformista catalán, como el resto, considera una herejía simplemente la mención del concepto de austeridad y ha propuesto -en plena senda de convergencia europea hacia la reducción del déficit- cerrar 2013 con mayor descuadre que en 2012 (2,1% vs 1,98% ). Según Mas-Colell, repetir déficit  este año exige recortes de 1.500 millones. Es un círculo vicioso. Cuanto más tardemos en hacer las reformas prolongando los descuadres, más intereses pagaremos con carácter perpetuo y más reformas serán necesarias para volver al equilibrio.

Pero la Generalitat, enfangada en el cuerpo a cuerpo permanente con el Gobierno central, niega la mayor: 2013 es el último año en que, advierten, se harán reformas que afecten al gasto. Cataluña dice adiós a recortar más Estado. Con los impuestos más altos de Europa y sin crecimiento, alguien pagará la factura en el juego de suma nula del Consejo Fiscal y Financiero Autonómico. “El Circo”, ha dicho elegantemente D. Andreu, al que renuncia a ir a pelear. Vaya si peleará, aunque sea en formato bilateral.

La beligerancia contrarreformista es tan frontal que no se intentan ni siquiera guardar las formas. Si el presupuesto público es el principal instrumento de política económica del que goza el Gobierno, resulta indicativo que, estando en mayo, no se sospeche aún en Cataluña la fecha de su posible elaboración. No se sabe si a Rajoy, que decidió inventarse uno estrictamente inútil por falta de anclaje en la realidad, esta dejación de responsabilidad le parece bien o mal, pero en esta ocasión no tiene muchos argumentos para sacarle los colores a su homónimo, como gusta decir a la prensa local, catalán.

Cataluña y España han acometido reformas, algunas impopulares, pero han hecho los deberes sólo a medias. Si Mas no ha imitado más fielmente a Rajoy subiendo los impuestos 30 veces, es porque ya preside una de las regiones fiscalmente más confiscatorias de Europa. Las siguientes medidas no pueden centrarse en pasar de nuevo el cepillo. 

Hagan aflorar colectivos de economía sumergida, hagan pagar la educación a quien no la aprovecha, vendan empresas y edificios públicos, sancionen el ejercicio duplicado de competencias exteriores, autonómicas y locales, reduzcan los niveles de su Administración, equilibren las pensiones, clausuren medios públicos de propaganda y aligeren la megaestructura que presiden.

Mientras uno y otro no asimilen que no se puede financiar eternamente con deuda una estructura inviable de Estado, mientras no comprendan y hagan comprender que no hay gasto menos social que los intereses pagados a los banqueros, serán adversarios políticos pero cómplices de hundir al país en esta década perdida de la que, así, tardaremos más de un lustro en salir.

*Álvaro Robles Cartes es economista y consultor político y de comunicación.

Contrarreforma de brazos caídos. Los últimos Consejos de Ministros expresan la rebeldía española  en forma de incapacidad ante el vendaval reformista protestante. España amenaza con volver a descolgarse definitivamente de las naciones vecinas más prósperas. No es Lutero, sino Angela Merkel, la hija de uno de sus estrictos pastores, quien reformará el modelo mediterráneo. La batalla está perdida: si las reformas no se llevan por delante el Estado del bienestar español lo harán la deuda, su prima y los gastos financieros. Es Draghi  y no el Papa quien pontifica desde Frankfurt y esta vez la Inquisición, con traje y zapatos de banquero, está de su lado para castigar al pecador. Siendo verdad que la lengua alemana emplea la misma palabra (schuld) para definir deuda, culpa y pecado, lo tenemos mal.