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Un 'procés' estancado, ideal para Baños
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Álvaro Robles Cartes

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Un 'procés' estancado, ideal para Baños

Tal vez Baños, el líder de la CUP que chapotea ya anárquicamente -en castellano- como nuevo jefe del estanque, anime la letanía de los próximos meses y nos regale giros inesperados

Foto: El candidato a la presidencia de la Generalitat por la CUP, Antonio Baños. (EFE)
El candidato a la presidencia de la Generalitat por la CUP, Antonio Baños. (EFE)

Ni siquiera el PP creyó que las elecciones del 27-S fueran autonómicas. Empezó la campaña proclamándolo sin convicción, pero terminó dando la razón a los convocantes del plebiscito, pidiendo el 'no' y derramando sacos de sal gorda europea. Sal del verbo salir.

Lo coherente con su postura de inflexibilidad constitucional hubiera sido exponer a los catalanes las desventajas de una autonomía recortada por la aplicación del art. 155 y centrarse en ofrecer un programa de gobierno… pero alguien pensó que no resultaría muy sexy y sustituyó el programa por Albiol con los resultados conocidos. No solo el PP, todos los partidos se alinearon a un lado o al otro del 'sí' en unas elecciones, efectivamente, plebiscitarias. Al ser convocadas por los nacionalistas, el plebiscito sobre el sí o no a España era redundante, en la misma medida en que si gobernara otro partido temático, como el de fumadores de marihuana, las elecciones serían siempre un plebiscito sobre la despenalización de su consumo, el único asunto relevante que alienta su existencia.

El 27-S ha servido, no obstante, para conocer cómo han mutado las irrefrenables ansias de emancipación

Sucede, sin embargo, que para que tal plebiscito nos permitiera avanzar, tanto el sí como el no necesitaban desbordar uno de los dos diques que represa el estanque catalán. Dos muros demoscópicos que contendrán el status quo político encallado: la mayoría absoluta constitucional que revertiría el estado de rebeldía institucional, de un lado. Del otro, los dos tercios del Parlamento partidarios de la independencia; la aritmética mínima exigible para que el Parlament modifique su propio Estatut votado antes de ayer y pueda elevar la tensión territorial sin emular a la democracia coreana en el Mediterráneo.

El 27-S ha servido, no obstante, para conocer cómo han mutado las irrefrenables ansias de emancipación. Como explica Junqueras, el 'procés' redefinido va de acumular derechos, no de perderlos. La propuesta es irse de España, pero seguir con el pasaporte español, en Europa y negando cualquier efecto frontera. Como si nos ofuscáramos en entender que la separación va de buen rollo. Ser español no es un estigma. El problema es pagar por serlo. Algo que se remedia solapando la nacionalidad catalana con la española, haciendo financiar al personal la primera y pidiendo a la casa de la que te vas que te invite a la segunda. De buen rollo.

En Cataluña, hasta quien cree que Mas es un populista irresponsable piensa que Rajoy pecó de inmovilismo

Cataluña ha hablado y, constituido el Parlamento autonómico, optará por uno de cuatro escenarios posibles para que apenas nada cambie. A) Confirmación del Gobierno independentista y de su hoja de ruta inicial, que obligaría a los funcionarios del poder judicial a intervenir desperezando a algún compañero del ramo de prisiones. B) Sostenimiento del sistema a cargo de los antisistema de la CUP enfriando el ardor de Junts Pel Sí. C) Rotura de las costuras de la lista única 'indepe' y vuelta de las izquierdas ultramontanas al gobierno… moderadas, claro, por un PSC que ya ha puesto su talante (y el descriptible éxito cosechado con el tripartito ) al servicio de la gobernabilidad. D) Elecciones nuevas como pide C's. Total, qué mas da ahora que dentro de unos meses. Y vuelta a empezar.

En Cataluña, hasta quien cree que Mas es un populista irresponsable piensa que Rajoy ha pecado de inmovilismo. La cuestión de fondo es saber qué habríamos ganado si el presidente hubiera reaccionado como un gato. "Sin dinero, no hay rock´n´roll", prevenía Charol desde la movida centralista, y añadía que así, sin pasta, no se podía ir al Concierto ( al vasco, claro ). Dialogo, sí… ¿Pero sobre qué? Conversar es saludable, pero no alcanzar acuerdos es frustrante. ¿Modificación constitucional? Poca, con el concurso necesario del PP. ¿Cambios en el Estatut? Su desprestigio es tal que un 48% de los catalanes ha votado a quien prometía saltárselo. ¿Pacto financiero? Tras el alcanzado en 2009 entre Zapatero y el tripartito, la prensa local arrojaba confeti mientras CiU maldecía por no aparecer en la foto. No ha durado mucho el entusiasmo. ¿Blindaje de competencias? Corren más peligro las pendientes de transferir que las transferidas. Las últimas ya están blindadas, y firmar su refuerzo en beneficio de quien desprecia la ley y los pactos vigentes no parece simétrico…

Así las cosas, el catalanismo gana nuevas cotas de antipatía en España, pero no de agresividad. Por eso la imagen del 'president' cantando con gesto enérgico y el brazo alzado con el pulgar oculto en el dorso de la mano ( señalando las cuatro barras de su bandera ) no debe evocar símiles entre el independentismo y los movimientos fascistas -como sugirió el expresidente González-. Comparaciones gráficas que ni en Cataluña hacen gracia ni se han probado de utilidad. Si, además, para que los ofendidos acepten luego las excusas por el exceso uno tiene que dejarse en el camino los argumentos que provocaban el símil… mejor ahorrarse el viaje. Cantar en grupo puede ser tanto una expresión festiva como la manera de asegurarse de que la voz del pueblo no tiene matices, pero a pesar de todo, la solemne imagen de Mas con sus cuatro dedos estirados al frente me recuerda al viejo chiste del trabajador del aserradero, corrigiendo a gritos a su mano mutilada para exigir al camarero cinco cervezas en la barra del bar. Una de más.

La desafección catalana es un posicionamiento político centenario, casi una forma de vida reescrita en cada generación como sucesión de tensiones y pactos

Salvo que los partidos catalanistas sean imprescindibles tras las elecciones generales, y ello espolee la creatividad de las partes, el Estado no tiene demasiada capacidad para negociar bilateralmente. Mejorar la financiación será un proceso arduo. Ni Andalucía, Extremadura o Asturias renunciarán a un modelo que les beneficia ni Madrid dejará que Cataluña retenga en solitario el dinero adicional a repartir.

Acostumbrémonos. La desafección catalana es un posicionamiento político centenario, casi una forma de vida reescrita en cada generación como sucesión de tensiones y pactos. Una reclamación constante, cebada con quejas y agravios cada vez más imprecisos, que nutre el gastado relato de la 'conllevancia'. La cansina narración de las legítimas aspiraciones de los pueblos de España que con la variante 'Konllebanzia' y la de otros pueblos milenarios -siempre que superen la renta media española- seguiremos padeciendo los próximos siglos.

Ánimo. Tal vez Baños, el líder de la CUP que chapotea ya anárquicamente -en castellano- como nuevo jefe del estanque, anime la letanía de los próximos meses y nos regale giros inesperados. No está mal para unas elecciones autonómicas: el sistema, sostenido y custodiado por un antisistema.

Ni siquiera el PP creyó que las elecciones del 27-S fueran autonómicas. Empezó la campaña proclamándolo sin convicción, pero terminó dando la razón a los convocantes del plebiscito, pidiendo el 'no' y derramando sacos de sal gorda europea. Sal del verbo salir.