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La breve nueva política
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Vicente Vallés

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La breve nueva política

Podemos y Ciudadanos se aferrarán ahora al poder institucional que tienen para frenar su prematura y acelerada decadencia

Foto: Albert Rivera y Pablo Iglesias. (Reuters)
Albert Rivera y Pablo Iglesias. (Reuters)
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El recuerdo de aquel día resulta conmovedor, ante las esperanzas que el evento suponía para millones de españoles: por primera vez, se iba a celebrar un debate de candidatos a la presidencia con más de dos candidatos. Faltaban pocos días paras las elecciones de diciembre de 2015 y la vieja política se enfrentaba a la naciente e ilusionante nueva política. Un joven Pablo Iglesias —37 años y líder de Podemos— y un igualmente joven Albert Rivera —36 años y líder de Ciudadanos— plantaban cara a los representantes de los pretendidamente caducos partidos del denostado régimen bipartidista: PP y PSOE.

Hoy, cinco años y tres meses después, Rivera está fuera de la política (o eso se supone) y Ciudadanos se deshilacha, mientras que Iglesias abandona el Gobierno después de una intensa labor de agitación política de catorce meses —mucho más intensa que la gestión de las importantes funciones de su ministerio— porque necesita salvar a Podemos de un riesgo cierto de desaparecer en Madrid y a manos de su peor enemigo: su antiguo amigo, Íñigo Errejón.

placeholder Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en una foto de archivo. (EFE)
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en una foto de archivo. (EFE)

El mérito de Podemos y de Ciudadanos fue enorme. Consiguieron romper la sólida dinámica PSOE-PP, una tarea que parecía imposible. En 2016, varios sondeos auguraban que Podemos estaba en condiciones de superar al PSOE. Por eso Iglesias no quiso pactar con Pedro Sánchez después de las elecciones de 2015. Se veía como líder de la izquierda si se volvía a votar. Fue un error.

En la primavera de 2018, las encuestas vaticinaban que Albert Rivera habría sido presidente del Gobierno si se hubieran celebrado elecciones en ese momento. Quizá fuera cierto, pero la repentina, inesperada y exitosa moción de censura de Sánchez a Rajoy a finales de mayo cambió el panorama político, y hasta hoy.

Rivera trabaja ahora en un despacho de abogados y Pablo Iglesias no llegó a asaltar el cielo

Ciudadanos ha perdido pie. Sus gestores creyeron posible jugar al tenis en los dos lados de la cancha al mismo tiempo: con el PSOE en unos sitios y con el PP en otros. Pronto se percataron de que su votante procedía muy mayoritariamente del bando popular, y Cs creyó llegado el momento de sustituir al PP como partido vertebrador del centroderecha. Estuvo cerca de conseguirlo en las elecciones generales de abril de 2019, pero la aspiración no cuajó en las europeas, autonómicas y municipales de mayo, y el partido quedó cerca de la desaparición en noviembre. Llegados a 2021, esa posible desaparición parece solo cuestión de tiempo.

Albert Rivera trabaja ahora en un despacho de abogados y Pablo Iglesias no llegó a asaltar el cielo de la presidencia del Gobierno, como pretendió en su día. Sí tuvo la habilidad política de ganar poder institucional cuando peores resultados le dieron las urnas (solo 35 escaños, después de haber conseguido el doble). Y desde la atalaya de vicepresidente observó con temor cómo su partido perdía la mitad de los escaños en las elecciones vascas, se convertía en extraparlamentario en las gallegas, apenas pudo sostener su posición en Cataluña —aunque perdiendo votos— y, de repente, se aparecieron en el horizonte las inminentes elecciones en Madrid, provocando un pánico indisimulado ante la posibilidad de que Podemos encontrara su tumba precisamente allí donde nació.

Ahora, las urnas de Madrid amenazan a Podemos y a Ciudadanos con ser la puntilla de la nueva política y el renacimiento del bipartidismo. Aunque si tal cosa ocurriera, quizá la denominación de origen le corresponda a Murcia. Porque la intempestiva y extemporánea moción de censura ha supuesto dos cosas: un autobofetón para quienes la presentaron y una oportunidad que regalan PSOE y Ciudadanos al PP para que inicie el pretendido intento de reunificación de todo el centroderecha bajo el liderazgo de Pablo Casado. Ya se encargó el líder del PP de dejarlo claro cuando se personó en Murcia para celebrar la victoria de los suyos en la fracasada moción, aunque eso suponga acercarse peligrosamente a los tres diputados regionales expulsados de Vox.

Resulta difícil hacerse oír con un mensaje moderado cuando se proyecta que las elecciones son entre “derecha criminal” o comunismo

Podemos y Ciudadanos se aferrarán ahora al poder institucional que tienen para frenar su prematura y acelerada decadencia. El populismo de izquierdas dispone de ministerios en el Gobierno central, aunque su debilidad es que la duración de esos puestos depende del interés que tenga Pedro Sánchez por alargar o acortar la legislatura. Y, como consecuencia, los tiempos políticos de Podemos están en manos de su principal adversario electoral.

Ciudadanos tratará de que la gestión de sus cargos en Castilla y León (veremos qué ocurre en la moción de censura), Andalucía o el Ayuntamiento de Madrid haga revivir la esperanza de que un partido de centro liberal es posible en España a pesar de las malogradas experiencias previas de UCD, CDS y UPyD. Pero resulta difícil hacerse oír con un mensaje moderado cuando se proyecta que las elecciones son entre “derecha criminal” o comunismo y cuando Ciudadanos ofrece una impactante imagen de descomposición. Madrid nos dará una pista de cuán efímera puede ser la experiencia de cambiar el sistema de partidos políticos en España.

El recuerdo de aquel día resulta conmovedor, ante las esperanzas que el evento suponía para millones de españoles: por primera vez, se iba a celebrar un debate de candidatos a la presidencia con más de dos candidatos. Faltaban pocos días paras las elecciones de diciembre de 2015 y la vieja política se enfrentaba a la naciente e ilusionante nueva política. Un joven Pablo Iglesias —37 años y líder de Podemos— y un igualmente joven Albert Rivera —36 años y líder de Ciudadanos— plantaban cara a los representantes de los pretendidamente caducos partidos del denostado régimen bipartidista: PP y PSOE.

Hoy, cinco años y tres meses después, Rivera está fuera de la política (o eso se supone) y Ciudadanos se deshilacha, mientras que Iglesias abandona el Gobierno después de una intensa labor de agitación política de catorce meses —mucho más intensa que la gestión de las importantes funciones de su ministerio— porque necesita salvar a Podemos de un riesgo cierto de desaparecer en Madrid y a manos de su peor enemigo: su antiguo amigo, Íñigo Errejón.

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