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¡Candidatos, preparen las camisas blancas, que empieza la campaña!
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Imma Aguilar

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¡Candidatos, preparen las camisas blancas, que empieza la campaña!

¿Cuánta influencia tiene el atuendo en la comunicación no verbal de un candidato? No mucha, en principio, salvo que cometan un grave error. Entonces, el vestuario se convierte en protagonista

Foto: El cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva. (EFE)
El cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva. (EFE)

(Banda sonora del post)

Como ocurre con la moda, en política, cuando una tendencia logra imponerse, deja de ser tendencia. Cuando todos visten igual, la diferencia es la que marca.

Es evidente el predominio del blanco en las camisas como opción para los candidatos en campaña. Hace unos años era un color prohibido para la televisión porque generaba problemas de luminancia, sin embargo, hoy -que la iluminación televisiva ya lo permite- no es difícil que dos candidatos coincidan en un debate con el uniforme de la camisa blanca electoral.

En los actos de presentación de campaña, predominio claro del blanco. Lo vestía Inés Arrimadas, que le daba un aspecto ceremonial de vestal rodeada de acólitos. Hubiera sido decepcionante que Raül Romeva no luciera una camisa blanca, sin colores, sin posicionamiento ideológico pero sí militante en la elegancia de hombre apuesto.

Ahora bien, su uso generalizado ya no diferencia. Y el que mejor lo ha interpretado es Albert Rivera, muy presente en esta precampaña de carteles más en clave de generales que de autonómicas. Su camisa en la presentación de la candidatura de Ciutadans era de un claro color tostado en su estrategia de ser la diferencia y la marca de su partido. Era un casi blanco, un no blanco. De hecho, la candidata, Inés Arrimadas, vestía blusa inmaculada. El que destacaba y se diferenciaba era Albert Rivera, aunque no precisamente por su atuendo. La camisa subrayaba su diferencia. Nada más. Para Arrimadas, su condición de única candidata a la presidencia de la Generalitat va ya por delante en su aportación de valor único. Para la candidata de Ciutadans la diferenciación no será una prioridad de su estrategia de imagen. Innecesario.

Miquel Iceta no sorprende con su vestuario. El suyo es uniforme de candidato seguro y previsible. Siempre usa americanas sobre camisa clara, algo holgadas como en un deseo de ocultar su estructura física. Las diferencias las marcará su capacidad de sorprender. Ya lo ha hecho con su baile de bachata popular y el desconcierto en el rostro del secretario general del PSOE que lo presentaba en el arranque de campaña.

¿Recuerdan esta fotografía de los líderes socialdemócratas europeos? Era el momento cima en el uso de la camisa blanca, la prenda que ya vimos vestir a Eduardo Madina en su campaña por la secretaria general del PSOE y que también vestía su rival, Pedro Sánchez, el actual secretario general y candidato socialista a las generales.

En los negocios, la camisa blanca es símbolo de la elegancia y del poder, según Bere Casillas. En política, la camisa lucida a cuerpo es enseña de campaña, en un correlato con la idea de salir de los despachos y pisar la calle. Es una prenda muy adaptable, que sienta bien y que puede recorrer todo el arco completo del estilismo, desde lo más informal, como la suele usar el cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva -por fuera del tejano, o bien arremangada muy arriba-, hasta el más modoso formato de meterla en el pantalón con un cinturón de piel. El problema es la homogeneidad que propicia que la mayoría de candidatos opten por ella.

Y respecto al color, no es banal que el blanco resuma todos los colores y los incluya: qué mejor para una campaña que disponer de un instrumento capaz de agregar bloques de electorados y no separarlos por colores. Ni rojo, ni azul, ni verde, ni naranja… el blanco todo lo recoge y lo incorpora. Además, cuanto mejor es el candidato más potencia sus cualidades la camisa blanca, porque le despoja de todo artificio que medie entre él y su gesto, entre él y sus palabras. Un gran orador u oradora sobresale en un escenario vacío, mientras que a un candidato menos dotado en su verbo, le conviene rodearse de colores, de personas, de banderas. El mejor ejemplo se pudo ver en el acto de presentación del candidato socialista hace unas semanas. El equipo de imagen del PSOE es uno de los mejores.

Confieso que si tuviera que montar la imagen de un partido usaría el blanco. Imaginen este caso: “Más Democracia”, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, el centro-derecha y el centro-izquierda. El blanco como color protagonista. No hay decantación ideológica y casa muy bien con cualquier otro color. Por ejemplo, el azul marino para el contraste. Muy Obama, ¿no? Los candidatos con los que he trabajado pueden corroborar que siempre opto por la camisa blanca y la americana azul marino.

Seguro que en esta campaña no tendremos problema con las corbatas por dos motivos, porque es verano y la corbata está exenta y perdonada; y porque en la ola de acercamiento de la política a la ciudadanía, la corbata es casta y, por tanto, una barrera de comunicación.

¿Cuánta influencia tiene el atuendo en la comunicación no verbal de los candidatos? Les diré que no mucha, en principio, salvo que cometan un grave error. Entonces, el vestuario se convierte en protagonista, cosa que no es aconsejable. Pero sí, la ropa comunica, acompaña la imagen y subraya diferencias. Es muy relevante alinear la intención con el resultado. Esto es, si quieren destacar, busquen el contraste: un tapiz del siglo XVI y un político con cazadora vaquera frente a un atril. Pero cuando la imagen debe encajar con el entorno y la situación, en un debate quítense la chaqueta y suban sus mangas, porque eso es lo que están haciendo: entrar en calor y ponerse a trabajar. Pero ese análisis de los debates ya lo haremos cuando sea el momento.

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