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Instrucciones para disfrazarse de Puigdemont en carnaval
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Juan Soto Ivars

Crónicas desde la República cuántica

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Instrucciones para disfrazarse de Puigdemont en carnaval

Primer paso: cómprese cualquier peluca negra estilo Mario Vaquerizo y vandalícese con tijeras hasta obtener el peinado característico del presidente de una república cuántica

Foto: Un maniquí ataviado con un disfraz de Carles Puigdemont. (EFE)
Un maniquí ataviado con un disfraz de Carles Puigdemont. (EFE)

En Cataluña, ahora mismo, casi todo depende de lo que le salga de las esteladas a Carles Puigdemont, hombre con la capacidad de bloquear un Parlamento entero, y primer prófugo internacional de la historia a quien un juez evita detener para no hacer un favor a su propaganda. Mientras Zoido relataba las mil maneras con las que Puigdemont podría volver a España, incluyendo el ultraligero (le faltó añadir al ministro que volando encima de una escoba), el presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent, se cogió un vuelo y se plantó en Bélgica. En la foto oficial, sonrisas. Tras las bambalinas, patadas voladoras.

Tantas y tales locuras está protagonizando Carles Puigdemont, tanto está tensando la cuerda entre sus aliados, tanta disonancia produce en el estanque apacible de la Realidad (y tan llamativo y emblemático es su aspecto físico, digámoslo todo), que yo he decidido disfrazarme del 'president' en los próximos carnavales, que pasaré en la ciudad de Águilas. Sospecho que va a ser un disfraz muy popular este año, así que he compuesto este panfletillo ligero para dar instrucciones a quien quiera vivir unos carnavales puigdemoníacos.

Cómo hacer el disfraz

Empecemos por el atuendo. Cómprese cualquier peluca negra estilo Mario Vaquerizo y vandalícese con tijeras hasta obtener el peinado característico del presidente de una república cuántica. A continuación, cómprense unas gafas de farmacia baratas, colóquese la montura en un punto bajo de la rampa nasal, adquiérase un traje normal de tonos azulados y oscuros. Añádase una estelada a modo de capa y un lazo amarillo en la solapa para cerrar definitivamente el diseño de vestuario, y así nadie pensará que uno va disfrazado de Pedro J. Ramírez con peluquín.

A continuación viene lo más complicado. El disfraz debe reflejar la actitud del personaje, y aquí es donde el sujeto tendrá que emplear sus artes de interpretación y rezar para que no haya que lamentar ningún tipo de detención fortuita.

El Puigdemont carnavalero debe ser afable con todo aquel que se dirija a él, pero luego acribillarlo por la espalda. Uno ha de mostrar amor por el interlocutor español pero luego echar pestes de él cuando hable con cualquier guiri. Hay que prometer cosas a diestro y siniestro, a todo el mundo. Cuanto más inverosímiles sean las promesas, mayor será la credibilidad del disfraz.

Si uno dispone de tiempo y de ganas, puede organizar un referéndum en plena fiesta, para lo que sería bueno añadir una urna de cartón a la indumentaria. No se preocupe si vota mucha gente, no se agobie si lo sepultan en papeletas. El recuento es un detalle irrelevante. Usted diga que el referéndum ha sido un éxito al peso, sosteniendo la urna llena como si fuera un melón. Declarar la república tras el referéndum es decisión suya, y de nadie más. Si el público grita para que lo haga, hágalo, pero deje la puerta abierta a las interpretaciones de cada cual.

En cuanto al consumo de alcohol, usted puede pedir auténticas garrafas en cualquiera de los muchos abrevaderos dispuestos en el carnaval, pero es importante que usted no pague ni un chupito. Para evitar represalias de los camareros, puede organizar una colecta entre la gente que haya cerca y atraer la inversión del pueblo diciendo que es para la fianza de Artur Mas. Si a ellos les funciona, nada impedirá que el disfrazado pueda beber de gorra toda la noche.

Foto: Ilustración: Raúl Arias.

En cuanto a la borrachera, si esta llegase a ser severa, hay que decir que es un punto muy a su favor. El discurso delirante puede cimentar la credibilidad del disfraz y hacerle a usted beneficiario del superpoder más alucinante del 'president', que es la impunidad total. Sin miedo a resultar incoherente, enlace ideas inconexas con el mayor aplomo y contradígase a placer, a lo largo de la noche. Puede decir sus incoherencias en español, francés, inglés y catalán. Puede usar los cuatro idiomas para componer frases de auténtica fantasía.

Nos queda lo más importante, la interacción social. Haga usted muchos amigos, pero empújelos contra cualquiera que vaya disfrazado de guardia civil y salga por patas. Es la clave. Y si los hados quisieran que usted ligase, no tema. El miedo al compromiso es la piedra angular de su personaje. Disfrute de una noche de sexo salvaje y a la mañana siguiente diga que su derecho a la independencia es inalienable. Defienda la autodeterminación de su entrepierna, todo gira a su alrededor. Si su amante sintiera un amor posesivo y perseverase, coja usted el primer avión a Bélgica y disfrute de la resaca a base de gofres y cerveza. El desorden que pueda dejar tras de sí no es problema suyo. El próximo carnaval volverán a votar por usted.

En Cataluña, ahora mismo, casi todo depende de lo que le salga de las esteladas a Carles Puigdemont, hombre con la capacidad de bloquear un Parlamento entero, y primer prófugo internacional de la historia a quien un juez evita detener para no hacer un favor a su propaganda. Mientras Zoido relataba las mil maneras con las que Puigdemont podría volver a España, incluyendo el ultraligero (le faltó añadir al ministro que volando encima de una escoba), el presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent, se cogió un vuelo y se plantó en Bélgica. En la foto oficial, sonrisas. Tras las bambalinas, patadas voladoras.

Carles Puigdemont Diseño Bélgica