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Ada Colau trae España a Barcelona
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Juan Soto Ivars

Un murciano en la corte del rey Artur

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Ada Colau trae España a Barcelona

Anoche tuvimos una velada inusual en Barcelona, una noche de reunión española, de celebración de las diferencias, y era más fácil apreciarla después de semanas de confrontación territorial

Foto: Mitin de Barcelona con representantes de ayuntamientos. Foto: Edgar Melo
Mitin de Barcelona con representantes de ayuntamientos. Foto: Edgar Melo

Anoche tuvimos una velada inusual en Barcelona, una noche de reunión española, de celebración de las diferencias, y era más fácil apreciarla después de pasar semanas recorriendo los surcos de la confrontación territorial. Yo llegué al acto de los alcaldes neo-progres tras muchas reuniones con lo más granado de los polos magnéticos de Cataluña, la unión y la independencia.

Quiero decir: llevaba días oyendo distintas formulaciones del hispánico, goyesco y chanante “no me pises el bancal o te meto una hostia que te avío”, y de pronto, en el polideportivo de la Estación del Norte de Barcelona, me encontré con una muchedumbre catalana que coreaba una palabra: ¡Madrid! Hay que recordar que aquí sólo se oye al gentío gritar Madrid cuando quieren cagarse en el enemigo o cuando vienen los hinchas blancos a dar apoyo moral en el Camp Nou.

Pero esto era política. Ada Colau tiene dicho que no irá a la Diada del 11-S y tampoco apoyará la candidatura de Podemos para las elecciones de Cataluña. A ella le van más las quedadas de esta clase y había convocado a los ediles de plataformas ciudadanas en la misma estación de autobuses por la que desembocan en Barna los arrieritos de España. A las puertas había otra multitud que encendía velas: pensé que eran feligreses que acudían a ver a Carmena con modales de manola y penitente, pero las llamas de estos cirios apuntaban a los refugiados que se quedaron en el mar.

Defender Madrid es defender Cataluña, la vieja rosa de fuego se enorgullece de teneros aquí y os ofrece sus mejores pétalos

Dentro, una estación desbordada, casi a la húngara. El número dos de Barcelona en Comú, el argentino Gerardo Pisarello, subió al escenario con su potencia de orador inolvidable. Soltó una arenga en catalán, español, euskera y gallego, y si no presentó a Kichi cantando chirigotas debió ser por un brote de timidez.

-Defender Madrid es defender Cataluña, la vieja rosa de fuego se enorgullece de teneros aquí y os ofrece sus mejores pétalos -gritó. Latino de Hispalis le hubiera dicho: “te ha dado el delirio poético, Max”, pero yo estaba boquiabierto. Imaginar una sentencia parecida en la época de Trías hubiera sido soñar, pero te frotabas los ojos y ahí estaba Madrid personificado en Carmena, Cádiz en Kichi, Santiago en Martiño Noriega, Badalona en Dolors Sabater, Pamplona en Joseba Asiron, que dice Iruña; y también Zaragoza y Coruña, con Pedro Santiesteve y Xulio Ferreiro respectivamente.

Ahí estaban, eran España, una España viva y diversa, una España serpentina, reptil, deslizándose hasta el corazón del independentismo catalán.

Dirá mi amigo, el lector derechón, que era una España relativa, una España media o cuarto y mitad, y yo tendré que darle la razón. Pero le recuerdo, amigo, que llevamos demasiados años cometiendo errores como para aspirar ahora a una nación unitaria. Mientras ladrábamos al telediario nuestro país se convirtió en esta cosa rara, y ahora hay que ser flexible o morir. Toca preguntarse: ¿es España hablar en vasco con acento gaditano, en catalán con acento gallego? Lo es, aunque a muchos pueda pillarles con el fonema cambiado. ¿Es España algo que pueda representar un alcalde taurino de Bildu? Paradójicamente sí.

Si para mi amigo de derechas es raro, más raro será para un nacionalista vasco o catalán. Lo de ayer le habría jodido la cena a un lector de La Gaceta pero más todavía a los dragones de Junts pel sí, porque España podrá olvidarse de su propio nombre y vendrán muchos pedros a negarla tres veces, pero anoche estaba allí con forma de multitud.

Ahí estaban, eran España, una España viva y diversa, una España serpentina, reptil, deslizándose hasta el corazón del independentismo catalán

Rajoy piensa que Mas es su perro y le pega en el morro con la Constitución enrollada, pero a mí me parece más viable esta defensa de España transversa y apátrida que hacen los parias de la izquierda. Carmena fue la única que se refirió a las banderas. Dijo que había colocado en su ayuntamiento una bien grande para declarar Ciudad de Acogida a la capital de este reino de naciones. Entre el público había gente tuiteando el #YoSoyRefugiado, algo normal, porque en la calle estaba lloviendo; y pensé que los refugiados nos hacen mejores personas a todos: ha bastado que salga gente dispuesta a acoger sirios en su casa para que a una piara de cabrones les sobrevenga la preocupación repentina y urgente por los mendigos de las calles y por las familias desahuciadas.

¿Era esto la izquierda radical, como dicen algunos? Algún alcalde sí que olía a azufre, pero Carmena dijo que al capitalismo no se le combate, se lo negocia con buenas palabras, y que su gestión le había dado algunos frutos: ha parado los 1.200 desahucios que tenía pendientes la empresa municipal de la vivienda. “¿Por qué los bancos hicieron esto con nosotros y no con los anteriores alcaldes de Madrid?”, se preguntó: “porque no les importaba la gente, porque no lo intentaron”. Que no les importaba la gente es una valoración suya; que no lo intentaron es un dato crucial.

A mi lado tenía a Rita Maestre y por ahí estaba también Guillermo Zapata tuiteando (¡sí, tuiteando!), pero era notoria la falta de banderas de Podemos. De hecho, mientras hablaban los alcaldes en Barcelona, Monedero estaba en Cerdeñola dando la chapa con una conferencia, una casualidad improbable, o un feo, donde este murciano vio una señal del distanciamiento entre la cúpula podemita y estas alcaldías anárquicas y variopintas.

Ha bastado que salga gente dispuesta a acoger sirios para que a una piara de cabrones les sobrevenga la preocupación repentina y urgente por los mendigos

Cuando salió a hablar la alcaldesa de Badalona el ambiente se puso más denso que una asamblea del 15M. Como venía de una ciudad pequeña, quiso darse demasiado pisto. Las caras del auditorio pasaron del interés vivo al anonadamiento, me rodearon bostezos y yo mismo me quedé sopistant. Me despertó Carmena, que se tenía que ir a coger el AVE para irse a casar a una pareja en Madrid, y dejó a Kichi hablando con palabras de anuncio veraniego de Cruzcampo. Supe que la de Badalona había hablado del derecho de autodeterminación porque a mi lado un hombre flaco le decía a una mujer:

-Yo no puedo ser independentista porque soy pobre. No tengo tierra donde caerme muerto.

-¡Toma, ni yo!

Colau fue la última y terminó su arenga leyendo las cartas que ha recibido el ayuntamiento por el asunto de los refugiados. “Soy Ana, estoy en paro y tengo un hijo, pero quiero ayudar porque dispongo de algo valioso: tiempo”. “Soy María, vivo sola, tengo una discapacidad del 45%, pero tengo una habitación libre y necesito hacer algo por esa gente”.

-Si ellas pueden colaborar -terminó Colau-, ¿cómo no va a poder el Estado?

Hacía fresco, corría un cierto gris, pero las velas se mantenían encendidas en la puerta de la estación.

Anoche tuvimos una velada inusual en Barcelona, una noche de reunión española, de celebración de las diferencias, y era más fácil apreciarla después de pasar semanas recorriendo los surcos de la confrontación territorial. Yo llegué al acto de los alcaldes neo-progres tras muchas reuniones con lo más granado de los polos magnéticos de Cataluña, la unión y la independencia.

Ada Colau Barcelona Cataluña Manuela Carmena