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El destino de Cataluña estaba en manos de David Vitali
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Juan Soto Ivars

Un murciano en la corte del rey Artur

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El destino de Cataluña estaba en manos de David Vitali

Un simple miembro de un partido minoritario se convirtió en Cataluña, y bajo Su Persona se recogió el secreto de la voluntad popular

Foto: Diputados y exdiputados de la CUP, en primera fila de la asamblea (Efe)
Diputados y exdiputados de la CUP, en primera fila de la asamblea (Efe)

David Vitali, militante cupero, tuiteaba ayer a las seis de la tarde que tenía que irse a Andalucía por motivos familiares mientras se celebraba la asamblea de la CUP, pero que confiaba en que la cosa no se decidiera por un solo voto. A las nueve y media de la noche, tras conocerse el empate técnico a 1515 votos, Vitali se había convertido en el hecho diferencial catalán.

Un voto, el suyo concretamente, hubiera sido suficiente para dejar caer a Artur Mas y arrastrarnos con él a unas nuevas elecciones, o para auparlo de vuelta a su trono rompiendo la promesa electoral de la CUP. De esta manera, el joven militante se convirtió en la persona de la que dependía el destino de todos los catalanes. David Vitali, ayer un simple miembro de un partido minoritario, se convertía en Cataluña, y bajo Su Persona se recogía el secreto de la voluntad popular. Que se hubiera ido precisamente a Andalucía dará un buen motivo a los independentistas que quieran culpar a España de todos los males de su nación.

La suerte fue que la asamblea se celebrase ayer y no hoy, día de los inocentes, porque entonces el empate no se lo habría creído ni mi abuela. De hecho, ayer por la noche ya empezaba a multiplicarse la incredulidad entre los militantes de la CUP. Bajo los flequillos cortados con hacha, sobre las camisetas adornadas con lemas revolucionarios, veíamos los rostros cuperos pasar de la estupefacción a la desconfianza. Había sido la primera vez que el órgano de gobierno de la CUP no votaba a mano o chancla alzada, sino en secreto, y tras varias demoras en el escrutinio -¿escrutimo?- nos encontrábamos con este milagro navideño y aritmético.

La asamblea consiguió colocarse entre los trending topics mundiales, pero sólo sirvió para echarnos unas risas. En este sentido cumplió su propósito

¿Quién hizo el recuento? ¿Fernando Trueba? Y más importante: ¿de qué sirven tres rondas de votaciones si todo puede quedar en empate? ¿Qué hubiera costado hacer un desempate final? Son cuestiones que escapan al entendimiento del vulgo heteropartriarcal y capitalista, y cuya solución se pierde en los recovecos de la democracia directa y la utopía social. Lo único nuevo que sé hoy es algo que ya suponía ayer: el asamblearismo es el método idóneo para mantener paralizado a un país.

Tras la mascarada, Antonio Baños se mostró muy parco en palabras y nos confesó que la decisión final se tomará a puerta cerrada, que es como admitir que esta fiesta de la democracia directa se había celebrado para quedar bien. El Consejo Político y de Grupo de Acción Parlamentaria de la CUP será quien dé su veredicto, y si usted quiere saber cómo funciona este órgano, yo le digo que las siglas podrían ser P.E.T.I.T. C.O.M.I.T.É.

Cataluña vuelve, pues, a la indefinición, y las pelotas de Artur Mas ya no están en las manos de los militantes de la CUP, ni siquiera en las de David Vitali -que rozando las diez de la noche decía que se iba a quedar en Andalucía, temeroso del lío que había organizado-, sino que nadie sabe ya en qué manos están.

La asamblea consiguió colocarse entre los trending topics mundiales, pero sólo sirvió para echarnos unas risas. En este sentido cumplió su propósito. A mí sólo se me ocurre un resultado más divertido que el empate que nos dieron, y es que Artur Mas hubiera perdido por el 3%.

David Vitali, militante cupero, tuiteaba ayer a las seis de la tarde que tenía que irse a Andalucía por motivos familiares mientras se celebraba la asamblea de la CUP, pero que confiaba en que la cosa no se decidiera por un solo voto. A las nueve y media de la noche, tras conocerse el empate técnico a 1515 votos, Vitali se había convertido en el hecho diferencial catalán.

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