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Susana Díaz, la 'my fair lady' que almuerza con Lara y enamora al Rey
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Nacho Cardero

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Susana Díaz, la 'my fair lady' que almuerza con Lara y enamora al Rey

Díaz ha conseguido que compañeros y empresarios coman de su mano. Tiene media hora avasalladora, luego, sin embargo, comienza a flojear

Foto: La secretaria general del PSOE-A y presidenta de la Junta, Susana Díaz. (EFE)
La secretaria general del PSOE-A y presidenta de la Junta, Susana Díaz. (EFE)

El PSOE teme convertirse en un partido accesorio, fútil, inane. Dan por hecho que continuarán aglutinando a buena parte del electorado del centro-izquierda, pero también que pueden perder su condición de “gran partido” para convertirse en “una formación cualquiera”, innecesaria para la gobernabilidad del país. Al PSOE, parafraseando a Guerra, “ya no lo reconoce ni la madre que lo parió”. Comparan su trayectoria con la del Partido Laborista israelí, que ha vertebrado la vida política de aquella nación prácticamente desde su declaración de independencia, primero con Ben-Gurión, luego con Simon Peres, pero que en los últimos años se ha ido difuminando según iban tirando por el camino, cual ropa vieja, sus señas de identidad.

“El PSOE se ha convertido en un apéndice del centro-derecha”, rezonga un fontanero de Ferraz. “No hay mucha diferencia entre lo que dice Rajoy y lo que escuchamos a Rubalcaba. El partido necesita un discurso de izquierdas, moderado, pero de izquierdas. Ahora no lo hay. Lo que necesita, en definitiva, es a un nuevo Alfonso Guerra”.

No es Alfredo Pérez Rubalcaba quien manda en el PSOE. Es ella, Susana Díaz, la que de facto ostenta el poder

Y es entonces, en el mismo momento en el que los socialistas otean desesperados el horizonte en busca de un referente, cuando irrumpe victoriosa, ozú, Susana Díaz, una sevillana del 74 que gana los adeptos y militantes que el resto de partidos socialistas europeos va perdiendo; que por tamaño se alza como la accionista mayoritaria de la formación, con un 33% de los títulos, gracias al irreductible y fecundo feudo andaluz; que tiene a los empresarios comiendo de su mano, con el editor de Planeta, José Manuel Lara, profesándole una devoción casi mística; que ha sido recibida en audiencia por el rey Juan Carlos dos veces en apenas seis meses, la última el pasado 17 de febrero; que ha comido con el príncipe Felipe en San Telmo y que, por último, ha destituido ipso facto, sin que le tiemble el pulso, a uno de sus hombres, Luciano González, una vez que El Confidencial ha destapado que poseía una finca ilegal en Málaga con agua y luz ‘pirata’. No es Alfredo Pérez Rubalcaba quien manda en el PSOE. Es ella, Susana Díaz, la que de facto ostenta el poder.

De entre sus cualidades destacan su pactismo y trato personal. Ha logrado algo que se antojaba un imposible, como es que Felipe González y Manuel Chaves, expulsados del orbe andaluz por falta de empatía con los anteriores mandatarios, regresen a la tierra prometida como el hijo pródigo a la casa del padre. También ha impuesto la pax romana con Gaspar Zarrías y José Caballos, alias los Inmortales, que llevan más años en la política activa que los leones del Congreso, e incluso ha conseguido que su antecesor en el cargo, José Antonio Griñán, no se sienta ninguneado. En este complicado juego de malabarismo, todavía no se le ha reventado ninguna naranja contra el empedrado del partido. Una mayoría contempla esperanzada Andalucía como el Shangri-La que requiere el socialismo patrio para su regeneración.   

Pero no todo son parabienes y palmeros. Los que la tratan a diario y no forman parte de su camarilla hacen por bajarla del pedestal. Dicen que Susana Díaz tiene media hora avasalladora, pero después comienza a flojear, como si luego de rascar uno se encontrara con una disertación huera, sin apenas sustancia. Entre los ideólogos de los discursos de la presidenta se encuentra Enrique Cervera, quien fuera durante siete años portavoz de la Junta, ahora metido a proyectos de consultoría y comunicación.

La sevillana se ha apartado inteligentemente de la carrera de las primarias, consciente de que su momento no ha llegado. Si no se desinfla antes, está llamada a mayores cometidos. Así está diseñando su hoja de ruta

Díaz también se apoya en el secretario de Organización, Juan Cornejo, y sobre todo en Máximo Díaz Cano, muñidor de la campaña de Chacón en el 38 Congreso del PSOE (del que Rubalcaba salió vencedor) y fichado posteriormente por Griñán como secretario general de la Presidencia. “Máximo es la viga que le ha dejado colocada Griñán a Susana y, lejos de desmontarla, se está apoyando en ella”. Ellos conforman su guardia de corps. El resto del equipo languidece en las distancias cortas.

Los socialistas se estructuran en tres bloques que no siempre están claramente diferenciados, sino que se mueven en torno a una amplia gama de grises. El primero, el oficialista, que recibe el apoyo del ‘sistema’, es el integrado por Alfredo Pérez Rubalcaba, Elena Valenciano y Patxi López, cuyo dulce porvenir está fuertemente condicionado por las fuerzas del primero y los resultados en las europeas de la segunda. En el siguiente bloque, el que aspira a conquistar Ferraz, se encuadrarían Eduardo Madina, al que arropa Bernardino León –el único que todavía sigue asegurando de Zapatero que es un gran estratega–, y Carme Chacón, monitorizada por su marido, Miguel Barroso, quien no para de decir a quien quiere oírle que su mujer “va a por todas” en las primarias. Las candidaturas de Chacón y Madina están condenadas a fusionarse porque son dos caras de la misma moneda y se complementan, y también porque el segundo puede cubrir perfectamente el flanco de la primera hasta que esta regrese del Miami Dade College de Estados Unidos.

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El tercer bloque es sólo una y se llama Susana Díaz. La sevillana se ha apartado inteligentemente de la carrera de las primarias, consciente de que su momento no ha llegado. Si no se desinfla antes, si no se le empieza a “ver el cartón”, como vaticina un sagaz analista político, está llamada a mayores cometidos. Así está diseñando su hoja de ruta. Por de pronto, tendrá que demostrar su valía en las próximas autonómicas, algo que prácticamente nadie pone en duda. Tanto es así que en el PP están ideando su estrategia a seis años vista. Dan por hecho que las próximas elecciones andaluzas las van a perder, sabedores de que han mandado a Juan Manuel Moreno a Andalucía como quien manda a los cristianos a la arena con los leones. Susana es mucha Susana. Eso sí, hace un año no era más que una desconocida my fair lady.

El PSOE teme convertirse en un partido accesorio, fútil, inane. Dan por hecho que continuarán aglutinando a buena parte del electorado del centro-izquierda, pero también que pueden perder su condición de “gran partido” para convertirse en “una formación cualquiera”, innecesaria para la gobernabilidad del país. Al PSOE, parafraseando a Guerra, “ya no lo reconoce ni la madre que lo parió”. Comparan su trayectoria con la del Partido Laborista israelí, que ha vertebrado la vida política de aquella nación prácticamente desde su declaración de independencia, primero con Ben-Gurión, luego con Simon Peres, pero que en los últimos años se ha ido difuminando según iban tirando por el camino, cual ropa vieja, sus señas de identidad.

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