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Ni Quebec, ni Eslovenia: la carta de Puigdemont hará de Cataluña el nuevo Úlster
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Nacho Cardero

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Ni Quebec, ni Eslovenia: la carta de Puigdemont hará de Cataluña el nuevo Úlster

Es lo más parecido a una partida de mus con las cartas marcadas. Si tú envidas, yo cuatro más. Si tú no crees en la independencia de Cataluña, yo mucho menos en la de la Justicia

Foto: Una estelada ondea en una de las manifestaciones a favor de la independencia. (Reuters)
Una estelada ondea en una de las manifestaciones a favor de la independencia. (Reuters)

Confusión sobre la confusión. La nueva cabriola de Puigdemont para tratar de sortear el requerimiento sobre la declaración unilateral de independencia (DUI) y el horizonte judicial de Trapero y de los dos Jordis (Sánchez y Cuixart) —a los que algunos sitúan a paso y medio de la cárcel— vienen a embarrar todavía más un terreno de juego ya de por sí impracticable.

Lo que para la Generalitat es una oferta de diálogo, una solución intermedia con la que “no vamos a romper la baraja”, en el Gobierno central se entiende como una provocación en grado sumo. No solo no responden al requerimiento de Rajoy sino que mandan por carta una lista de exigencias sin contrapartida aparente. En el colmo de los dislates, exigen al Ejecutivo que frene los procesos judiciales en marcha. Vivan Montesquieu y la separación de poderes.

Foto: El 'president' de la Generalitat, Carles Puigdemont. (Reuters)

Es lo más parecido a una partida de mus con las cartas marcadas. Si tú envidas, yo cuatro más. Si tú no crees en la independencia de Cataluña, yo mucho menos en la de la Justicia.

Con todo y con eso, la nueva astucia de Puigdemont no parece haber gustado ni a los servicios jurídicos del Govern ni al PDeCAT. Ayer tarde, la coordinadora general de esta formación, Marta Pascal, insistía en que tenían toda la confianza depositada en el presidente, que no había división en el partido, que el Gobierno estaba unido… ‘Excusatio non petita'…

La formación a la que pertenece el 'president' barrunta el peor de los escenarios. Una ‘carta trampa’ que queda en tierra de nadie. Ni satisface las ansias independentistas de los ‘socios’ de la CUP, ni sirve tampoco de freno para la activación del artículo 155 de la Constitución.

Previendo semejante argucia, fuentes oficiales del Gobierno insistían ayer domingo en que “cualquier otra suerte de contestación, sea una carta o la simple reiteración de su discurso, no evitará la aplicación del artículo 155”. Justo en ese punto estamos.

Todo lo malo es susceptible de empeorar y esa línea de actuación se impone, e incluso se promueve, desde Cataluña. Cuanto peor, mejor para los intereses secesionistas.

placeholder El presidente catalán, Carles Puigdemont, la presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell (d), y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (Reuters)
El presidente catalán, Carles Puigdemont, la presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell (d), y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (Reuters)

El choque de trenes era esto. “Hay bastante confusión”, señalan en el entorno del Govern. “Pero la impresión última es que jugaremos la crisis con toda su crudeza. No creemos que la estrategia de fuerza del Estado aguante internacionalmente, y menos si hay altercados en las calles. Tampoco veo a nadie aquí que defienda elecciones”.

El guion estaba escrito de antemano. Antes de que el 'president' enviara la carta, antes de que se marcara una DUI en diferido, o de que se aprobaran los simulacros de las leyes de referéndum y transitoriedad. Mucho antes. La estrategia obedece a un plan maestro que viene recogido en Enfocats, el informe que la Guardia Civil encontró en la vivienda del secretario general de Vicepresidencia, Economía y Hacienda de la Generalitat, Josep Maria Jové.

Todo está escrito ahí. Lo que ha pasado y lo que sucederá. Lo de hoy es otro capítulo más en esta estrategia de desestabilización para forzar al Estado a que active el 155, “generar confrontación”, sumar a “las fuerzas políticas que quieran un cambio [los comunes]”, lograr la “complicidad internacional” y “poner en marcha un plan de desconexión forzosa obligando a un referéndum acordado que llevase a la creación de un Estado propio”.

Foto: Aficionados de Eslovenia muestran su bandera durante un partido de baloncesto. (EFE)

Ni Eslovenia, ni Quebec. Con esta estrategia de confrontación promovida desde la Generalitat, Cataluña va camino de convertirse en el Úlster de España. No hay solución pactada. Y si la hay, mejor obviarla. Prefieren que el conflicto se enquiste, que se generen dos realidades distintas, varios parlamentos, leyes dispares, elecciones que unos reconocen y otros no, un conflicto abierto los próximos ocho años o el tiempo necesario para que en la población vaya permeando la idea del ‘Estado español opresor’ y el porcentaje de independentistas pase del 45 al 60%. Cuando esto ocurra, no habrá vuelta atrás.

Los miembros de la CUP, acaso coronados como los reyes del mambo y del caos, sueñan con ese momento, esto es, con el instante en el que Rajoy pulse el botón rojo del 155 y el ambiente se les vuelva proclive. “Ellos lo tienen muy fácil. El Estado se lo va a poner a huevo. Dicen: si me quieren arrollar, que me encuentren en la calle”, argumenta con tono crítico un alto cargo de la Generalitat.

“Tenemos en este movimiento de masas y espacio de poder popular uno de los mayores ejemplos de organización de la historia y, como pueblo, somos responsables”, mandaba por escrito Mar Ampurdanès, portavoz de Arran, el movimiento juvenil vinculado a la CUP, a los simpatizantes este fin de semana. “El pueblo votó, ganó y merece una respuesta de las instituciones catalanas a su altura”.

Merece la pena recordar también quiénes sacaron a Artur Mas del Palau de la Generalitat y colocaron a Puigdemont en la poltrona de 'president'

De la ristra interminable de mensajes que han circulado estas últimas 48 horas a través de WhatsApp, muchos, la mayoría, son ‘fakes’. Pero hay otros que llevan el sello oficial de la CUP y muestran su voluntad inequívoca de okupar Barcelona y parar la ciudad en una especie de huelga infinita.

La asamblea de los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), que tuvo lugar el sábado, sirve de botón de muestra: “Quienes estén dispuestos a pasar unos días fuera de casa y poner en riesgo su integridad, que hablen conmigo después de la asamblea”, comentó uno de los intervinientes, en declaraciones recogidas por este diario.

Puigdemont, lejos de seguir el consejo de algunos de sus 'consellers', de una parte sustantiva de su partido e incluso de Artur Mas, más proclives a alejarse de la línea de acción de los antisistema y a seguir dando hilo a la cometa al Estado español, ha preferido dejarse engatusar por los cantos de la CUP. No en vano, los necesita para mantener la frágil mayoría independentista en el Parlament, posiblemente el origen de todos los males.

Merece la pena recordar también que quienes sacaron a Artur Mas del Palau de la Generalitat y colocaron a Puigdemont en la poltrona de 'president' fueron el sector municipalista de Convergència y, sobre todo, los duros de la CUP parlamentaria. Más concretamente, su líder Benet Salellas, procedente de Girona. “Está cerca de las tesis cuperas y es de los duros de Convergència”, decían entonces del hoy 'president'. Favor con favor se paga.

Confusión sobre la confusión. La nueva cabriola de Puigdemont para tratar de sortear el requerimiento sobre la declaración unilateral de independencia (DUI) y el horizonte judicial de Trapero y de los dos Jordis (Sánchez y Cuixart) —a los que algunos sitúan a paso y medio de la cárcel— vienen a embarrar todavía más un terreno de juego ya de por sí impracticable.

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