Caza Mayor
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El caso Ábalos y otras minas del Gobierno en septiembre
Pasan las semanas y la interrogante es la misma que el primer día: ¿qué sucedió para que el presidente del Gobierno laminara cual Torquemada a quien había sido uno de sus hombres fuertes?
El Gobierno no cabe en sí de gozo ante las perspectivas que trae el nuevo curso. Después de unas vacaciones de lo más cachazudas, en las que la clase política ha hecho mutis por el foro, los ministros recién incorporados se han puesto a echar cuentas y andan tirando las campanas al vuelo. Calculan que tendrán en lo económico entre seis y 12 meses de viento a favor. No de tregua, sino de euforia total. Lo llaman el descorche y les servirá, dicen, para recortar la ventaja que les saca el PP en las encuestas e incluso dejarlos atrás.
La prueba del nueve del ‘descorche’ sería ese 2,9% de crecimiento del PIB para el tercer trimestre que anticipa el consenso de mercado que recoge Bloomberg, lo cual, de confirmarse, supondría un registro histórico para España. En este acelerón de la economía también contribuirían de forma significativa el chute de dopamina de los fondos europeos y los nuevos felices años 20 o ‘YOLO economy’ ('you only live once'), término acuñado para describir esta orgía del consumo en la que andamos metidos, una espiral derivada del exceso de ahorro acumulado durante el confinamiento y las restricciones.
Lo que sucede es que los mejores análisis son los que luego más fácilmente yerran. Si no, que se lo digan a Iván Redondo
La euforia del Ejecutivo y de sus nuevos ministros parece razonable y está sustentada en elementos fuera de cualquier sesgo ideológico. Lo que sucede es que los mejores análisis son los que luego más fácilmente yerran. Si no, que se lo digan a Iván Redondo, cuyo plan para revalidar el Gobierno otros cuatro años giraba en torno a este análisis económico y miren ustedes dónde se encuentra actualmente el gurú monclovita. ‘Sic transit’.
Al mismo tiempo, estamos viviendo una situación extraordinaria por culpa del virus que, mal que le pese al Gobierno, no es inocua y tendrá un coste en el medio y largo plazo. Estas son algunas de las minas de efecto retardado que podría encontrarse en el camino:
Deficiente gestión del covid
No se habla de ello, pero resulta un asunto mollar. En un auto de diciembre del pasado año, el Tribunal Supremo solicitaba, en contra del criterio del Ministerio Fiscal, que se investigasen aquellas conductas irregulares directamente relacionadas con la gestión del covid-19 y la falta de material de protección para colectivos sensibles como el médico, las compras fraudulentas de test o mascarillas y la gestión de las residencias.
Dichas irregularidades afectarían a todas las administraciones, pero muy especialmente al Ejecutivo central. Esta bola de nieve, que está todavía lejos de empezar a rodar, vendría a destapar algunos de los contratos a la venezolana firmados por las administraciones españolas a precios leoninos con proveedores de material sanitario.
Esta bola de nieve vendría a destapar algunos de los contratos a la venezolana firmados por las administraciones españolas
Otro activo del que podría presumir el Gobierno, como es el buen ritmo de vacunación, ha quedado igualmente opacado por la fallida campaña de 'agitprop' del presidente Sánchez, con una cacareada inmunidad de rebaño en verano que finalmente no se va a cumplir, por los 3.000 nuevos fallecidos entre julio y agosto, por un plan de cogobernanza con las CCAA devenido fracaso, por la ilegalidad del primer estado de alarma (y muy probablemente del segundo) declarada por el Constitucional y por la limitación de derechos y libertades individuales a cuenta del coronavirus que está trayendo una marejada de protestas en numerosos países europeos. Ya se sabe: cuando veas las barbas de tu vecino cortar...
La bomba de relojería Ábalos
Pasan las semanas y la interrogante es la misma que el primer día: ¿qué sucedió para que el presidente del Gobierno laminara cual Torquemada a quien había sido uno de sus hombres fuertes? La caída en desgracia de Ábalos es campo abonado para los conspiranoicos a pesar de que, en estas crisis, la mejor respuesta es la de la navaja de Ockham, es decir, la más sencilla. O lo que es lo mismo, la pérdida de confianza. Moncloa ya le hizo un favor al incluirlo, cuando no estaba previsto, en su ‘Ejecutivo bonito’ y ahora no tocaba.
La cuestión es que, paradójicamente, no son los conspiranoicos sino los propios miembros del Gobierno, incluso algunos muy próximos al presidente, los que extienden la especie y malician que el escándalo, con derivada judicial, está a la vuelta de la esquina y supondrá un lastre el resto de legislatura.
Carmen Calvo y el Consejo de Estado
De los tres defenestrados, Redondo, Ábalos y Calvo, esta última ha resultado ser la salida menos traumática. Estaba medio pactada. Por un lado, la vicepresidenta se encontraba cansada. Lo estaba físicamente después de luchar contra el covid-19 y psicológicamente después de tanta batalla intestina con sus propios compañeros de Consejo de Ministros. Por otro lado, el presidente del Gobierno había dejado de contar con ella en el día a día por su incapacidad para lidiar con asuntos delicados como la ley trans.
Pero, como es de bien nacidos ser agradecidos, Sánchez está buscando la fórmula legal para compensarla y nombrarla presidenta del Consejo de Estado en sustitución de María Teresa Fernández de la Vega, cuya relación con el actual Ejecutivo es manifiestamente mejorable. El objetivo, arguyen en Moncloa, sería convertir al Consejo de Estado en un órgano consultivo, que se limite a dar su opinión sobre los temas sugeridos por el Gobierno, tal y como establece la Ley Orgánica 3/1980 de 22 de abril, y no en un órgano fiscalizador, como sucede en la actualidad.
Esta maniobra gubernamental pudiera resultar anecdótica si no fuera porque llueve sobre mojado tras los intentos de influir, e incluso intervenir, en el Constitucional, Supremo, CGPJ, Tribunal de Cuentas y ahora Consejo de Estado, con el consiguiente deterioro de la imagen de España. Sería ingenuo pensar que estas instituciones se van a cruzar de brazos ante los ataques del Ejecutivo.
Marlaska y el problema ceutí
Nadie recuerda a un juez que haya tropezado tantas veces con la Justicia como Grande-Marlaska. Desde la llegada al Gobierno, su relación con los otrora colegas de faena ha sido un auténtico viacrucis y la repatriación de los menores llegados en mayo desde Marruecos que permanecían en Ceuta está a punto de convertirse en la guinda del pastel. Por ningunear a los ministros de Podemos competentes y por saltarse a la torera la normativa nacional. Todo ello después de que la Fiscalía haya mostrado en distintos escritos su oposición a la devolución y de que un juzgado paralizara su salida. La crisis ceutí tiene visos de prolongarse en los tribunales y puede provocar lo que no consiguió la sentencia que le obligó a restituir en su puesto al coronel Diego Pérez de los Cobos. Esto es, la salida de Marlaska del mundo de la política.
Podemos y los independentistas
Otros dos factores de inestabilidad que han perseguido a Sánchez en lo que va de legislatura son Podemos y los independentistas. Ambos estarían aparentemente desactivados. El primero, desde la marcha de Pablo Iglesias del Ejecutivo; los segundos, tras la cesión de los indultos y la mesa del diálogo a cambio de asegurarse su apoyo en Madrid. Esto es así sobre el papel, ya que, en la práctica, se trata de un equilibrio sumamente frágil que puede romperse en cualquier momento y provocar la voladura del Gobierno.
Llegado el momento, Yolanda Díaz y Pere Aragonès necesitarán marcar perfil propio y distanciarse, y el presidente del Gobierno, que se sabe la fábula del escorpión y la rana de carrerilla, es consciente de que las hostilidades se desencadenarán pronto. En puridad, mucho antes de lo previsto.
El Gobierno no cabe en sí de gozo ante las perspectivas que trae el nuevo curso. Después de unas vacaciones de lo más cachazudas, en las que la clase política ha hecho mutis por el foro, los ministros recién incorporados se han puesto a echar cuentas y andan tirando las campanas al vuelo. Calculan que tendrán en lo económico entre seis y 12 meses de viento a favor. No de tregua, sino de euforia total. Lo llaman el descorche y les servirá, dicen, para recortar la ventaja que les saca el PP en las encuestas e incluso dejarlos atrás.