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23-J: el botón que se pulsa en el último minuto y lo cambia todo
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Nacho Cardero

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23-J: el botón que se pulsa en el último minuto y lo cambia todo

Parece necesario hacer un análisis de vulnerabilidades de estas elecciones generales del 23-J con el objeto de detectar los resquicios de los que se va a aprovechar el PSOE

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. (EFE/Salvador Sas)
Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez. (EFE/Salvador Sas)
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Réquiem en Ferraz, festival en Génova. Se percibe un cambio de ciclo tras los resultados del 28-M, que corre en paralelo a la euforia desatada en el Partido Popular con el adelanto electoral. Este optimismo entre los de Feijóo tiene su razón de ser —pues si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato, esto es, que el PP acabe llegando a la Moncloa—, pero tiene sus evidentes desventajas.

Una de ellas es la desmovilización entre los suyos. Si tan claro está el resultado, pueden pensar los votantes, para qué vamos a hacer el esfuerzo de acudir a las urnas en plenas fechas estivales. Otro de los inconvenientes es no valorar lo suficiente las capacidades del presidente del Gobierno, un estratega de primer nivel, hábil, que no va a dejar de sorprendernos con mes y medio de polarización para tratar de revertir la tendencia, tal y como nos ha adelantado esta semana con sus inflamadas declaraciones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Sergio Pérez)

Aunque somos testigos de un proceso de largo plazo en el que el votante (no solo español, también del resto de democracias) está virando hacia la derecha, los gurús monclovitas sostienen que en el corto plazo los sentimientos pecan de volátiles y son muchos los que deciden el sentido de su papeleta a pocos días de las urnas. Están convencidos de que existe un botón que se puede pulsar en el último momento y que lo cambia todo.

Por todo ello, parece necesario hacer un análisis de vulnerabilidades de estas elecciones generales del 23-J con el objeto de detectar los resquicios de los que se va a aprovechar el PSOE para, igual que hizo el escuadrón de cazas estelares con la Estrella de la Muerte, destruir cualquier intento de gobierno entre las fuerzas del mal.

Alerta antifascista: Abascal, vicepresidente del Gobierno

"El sanchismo ha muerto", comentaba un ministro al poco de saberse de la convocatoria de elecciones anticipadas. "De lo que se trata ahora es de impedir que el próximo vicepresidente del Gobierno sea Santiago Abascal". La estrategia resulta evidente. El War Room monclovita va a tratar de evitar que esta campaña se convierta en un nuevo plebiscito sobre Pedro Sánchez, tal y como ocurrió el 28-M, lo que resultó desastroso para los intereses de los barones socialistas, y aventará la socorrida alerta antifascista. Vienen el PP y Vox, la derecha extrema y la extrema derecha, días negros y autoritarios.

La estrategia resulta un tanto tosca porque, primero, parece evidente que lo que más pesa en unas elecciones generales es el perfil de sus candidatos (la antipatía que despierta Sánchez rebasa límites insospechados), y, segundo, porque los ataques a Vox han dejado de resultar efectivos. El votante sabe que los que pasean el dóberman de la ultraderecha son los mismos que tienen a comunistas en el Consejo de Ministros.

El entierro de Pablo Iglesias

El mismo día que comunicó el adelanto electoral, Sánchez dejaba claro que daba las elecciones generales por perdidas, que no buscaba tanto ganar como sumar una mayoría suficiente para gobernar, ahormar en torno al PSOE la madre de todos los Frankenstein. La declaración de intenciones tiene su aquel, pues implica que Feijóo solo podrá ser presidente si suma más de 175 diputados entre PP y Vox. En caso contrario, Sánchez continuará en la Moncloa. O lo que es lo mismo: solo hay un supuesto en el que Feijóo gana; todos los demás caen del lado de Sánchez.

Para que esto ocurra, eso sí, el PSOE debe recortar distancias con el PP para no verse penalizado por el sistema D’Hondt (el voto útil como eje vertebrador de la campaña socialista) y la izquierda ha de evitar presentarse dividida a los comicios. En aras de estos dos objetivos, Sánchez entiende que la única solución pasa por acabar con Iglesias y que Unidas Podemos acabe subsumido en la nueva plataforma de Yolanda Díaz.

Foto: Yolanda Díaz, en la presentación de un libro. (EFE/Juanjo Martín)

Lo puso negro sobre blanco Calviño este fin de semana: "El 28-M refleja la desaparición de Podemos". A buen seguro, lo volveremos a escuchar en boca de otros ministros.

Campaña en negativo: "Hablarán de pucherazo"

Hay consenso en que los comicios del 28-M no los ganó tanto Feijóo como los perdió Sánchez. La puesta en valor de la gestión del Gobierno apenas sirvió para unos cuantos titulares entre los medios amigos. Pesaron más la pulsión antisanchista, la polémica de las listas de Bildu y la trama de compra de votos. En definitiva, triunfó la campaña en negativo. En la Moncloa, han tomado consciencia de que vende más lo negativo que lo positivo y han activado la máquina del fango. Como muestra, un botón:

"Van a tratar de crispar hasta límites insospechados para que no se escuchen los argumentos y lo harán por su posición de dominio en las grandes empresas y medios de comunicación (...) Hablarán de pucherazo y que hay que detenerme como responsable. No es nuevo, sus maestros norteamericanos lanzaron a una turba enloquecida al Capitolio para denunciar un falso pucherazo", dijo Sánchez esta semana, minusvalorando (casi insultando) a todos aquellos que no han votado a la izquierda en las pasadas elecciones.

Caos en el voto por correo

Lo repentino de las generales y el hecho de que se celebren a finales de julio, cuando muchos españoles están ya de vacaciones, van a marcar indefectiblemente los comicios. La lógica hace pensar que la participación bajará y aumentará considerablemente el voto por correo. Más complicado resulta discernir a quién perjudica este escenario: ¿A la izquierda, menos movilizada y con menos incentivos para ir a las urnas? ¿O a la derecha, con un nivel de renta más alto y más facilidades para irse de vacaciones en julio?

Foto: Plataforma de Correos para pedir turno en una oficina. (EFE/Daniel González)

Sea como fuere, lo verdaderamente alarmante es que, por culpa de las prisas de la convocatoria, la falta de recursos y los problemas de logística, los trabajadores de Correos hablen de impedimentos reales a la hora de trasladar el material con los votos a los domicilios o, lo que es lo mismo, la imposibilidad de satisfacer una demanda derivada de la expresión de la voluntad popular, algo realmente grave.

Demasiados elementos exógenos que enturbian unas ya de por sí extrañas elecciones generales. A tenor de lo vivido hace unos días, apostar por Feijóo debería ser una apuesta segura si no fuera por dos motivos: la capacidad de resistencia de Sánchez y el vicio de la derecha de echar las campanas al vuelo antes de tiempo.

Réquiem en Ferraz, festival en Génova. Se percibe un cambio de ciclo tras los resultados del 28-M, que corre en paralelo a la euforia desatada en el Partido Popular con el adelanto electoral. Este optimismo entre los de Feijóo tiene su razón de ser —pues si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato, esto es, que el PP acabe llegando a la Moncloa—, pero tiene sus evidentes desventajas.

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