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Salobreña, el beso y la FIFA: Dios escribe derecho con renglones torcidos
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Nacho Cardero

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Salobreña, el beso y la FIFA: Dios escribe derecho con renglones torcidos

El nuevo responsable de la RFEF ha de salir del consenso entre sociedad civil, empresas patrocinadoras y organizaciones deportivas, no vayamos a tropezar otra vez con la misma piedra que ahora

Foto: Luis Rubiales, en una imagen de archivo. (Reuters/Kim Hong-Ji)
Luis Rubiales, en una imagen de archivo. (Reuters/Kim Hong-Ji)
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El fútbol es fuente de poder. Además de la capacidad económica y del potencial tecnológico y militar, otro criterio a la hora de elaborar el ranking de los países más poderosos es el número de Copas del Mundo o Champions League que lucen sus vitrinas. En tanto en cuanto el fútbol destapa el lado más emocional del individuo, sus figuras y mandatarios tienen un poder —o capacidad para influir en el comportamiento de las personas— como el de un primer ministro. El caso de Florentino Pérez resulta paradigmático.

En este ranking del fútbol, España siempre ha estado en una posición privilegiada. No podemos presumir de Steve Jobs y Apple, pero tenemos el gol de Iniesta y los partidos del Real Madrid y Barça, que llegan allí donde la diplomacia no puede.

Foto: Ilustración: EC Diseño.

Es por ello que el desgraciado espectáculo que hemos ofrecido con el caso Rubiales, del que se han hecho eco las grandes cabeceras internacionales, supone un serio revés a la reputación de España en uno de los pocos ámbitos en que somos competitivos.

Ha tenido que ser la FIFA, que no el Gobierno, quien aparte a Rubiales de todas sus actividades a nivel nacional e internacional durante 90 días, lo que supone el final de la escapada para el motrileño. El mismo que el pasado viernes, en una asamblea surrealista en la que alimentó el victimismo y las teorías conspiranoicas, aseguró de forma reiterada que no iba a dimitir ha tenido que abandonar Las Rozas por la puerta de atrás. Dios escribe derecho con renglones torcidos.

Nada más saberse el paso de la FIFA, el presidente del CSD, Víctor Francos, salió ufano a decir que esta decisión no solo no frena, sino que avala, los planes del Gobierno. A buenas horas, mangas verdes. Debería haber tomado cartas en el asunto mucho antes, cuando se supo de sus negociaciones con Gerard Piqué para vender la Supercopa a Arabia Saudí, que había usado fondos de la RFEF para viajes personales y fiestas como la de Salobreña, que había contratado detectives privados para espiar a rivales y que grababa sus conversaciones con ministros, cual Villarejo de Segunda División.

Foto: Imagen: Irene Gamella / EC Diseño.

Deberían haberle apeado entonces de la Federación. Si lo hubieran hecho, no habría habido beso, pero prefirieron lavarse las manos, cual Pilatos, y dejar la respuesta en manos de los tribunales ordinarios. En el último año, el Consejo Superior de Deportes ha recibido múltiples denuncias para que las elevase al TAD, pero se traspapelaron. Así que, de alguna forma, el CSD también es corresponsable, por omisión, de lo ocurrido con Jennifer Hermoso. Solo cuando el Ejecutivo ha visto que el caso podía perjudicar sus intereses es cuando ha comenzado a rasgarse las vestiduras. Como si no lo conocieran de antes.

Nadie entiende que Rubiales haya aguantado tanto en su puesto si no es con cierta protección política y el blindaje de dos figuras totémicas del deporte español. Por un lado, Florentino Pérez, el dueño del palco del Bernabéu, ante quien políticos, empresarios y medios de comunicación se postran de hinojos; y por el otro, Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE) desde 2005, que no ha abierto la boca para referirse a "mi hermano Rubiales" ni a la polémica de la Selección femenina.

Sea como fuere, el mal está hecho y el desprestigio se extiende como una mancha por el deporte español. Digo deporte en genérico porque el fútbol es la imagen más representativa de cualquier país. Si el fútbol no funciona, el resto de deportes tampoco. Por ello, habría que activar una campaña de prestigio a nivel internacional que ponga en valor nuestras figuras (Nadal, Gasol et alii) y nuestra capacidad organizativa (Juegos Olímpicos y Copa América).

Habría que activar una campaña de prestigio a nivel internacional que ponga en valor nuestras figuras y capacidad organizativa

La cuestión no resulta baladí, pues España era la favorita para organizar, junto a Portugal y Marruecos, el Mundial de 2030, proyecto cuyo principal patrocinador era el propio Rubiales. La marcha de este último, la imagen ofrecida por la RFEF el pasado viernes y la proyección internacional del affaire del beso han empezado a jugar en contra de la candidatura ibérica y a dar alas a la americana que preparan Argentina, Paraguay, Chile y Uruguay.

Si España quiere tener alguna opción para llevarse el Mundial, ha de acelerar las elecciones en la Federación para que se celebren lo antes posible y poner enfrente de la candidatura a una figura incontestable. Por el momento, el hombre elegido para sustituir a Rubiales es Pedro Rocha, mano derecha del motrileño, que ocupa la presidencia de la Federación Extremeña de Fútbol y ostenta una de las vicepresidencias de la RFEF. A nadie escapa que se trata de una solución temporal cuyo cometido no será otro que liderar la transición. Quienes conocen a Rocha aseguran que no se meterá en líos.

El nuevo presidente deberá contar con el apoyo del Gobierno, pero en ningún momento teledirigir su designación. La FIFA es un organismo privado, igual que el CIO, y penaliza las injerencias políticas. El nuevo responsable de la RFEF ha de salir del consenso entre sociedad civil, empresas patrocinadoras y organizaciones deportivas, no vayamos a tropezar otra vez con la misma piedra que ahora. Nos caímos con Villar. Nos hemos vuelto a caer con Rubiales. Otra más y no nos levantamos.

El fútbol es fuente de poder. Además de la capacidad económica y del potencial tecnológico y militar, otro criterio a la hora de elaborar el ranking de los países más poderosos es el número de Copas del Mundo o Champions League que lucen sus vitrinas. En tanto en cuanto el fútbol destapa el lado más emocional del individuo, sus figuras y mandatarios tienen un poder —o capacidad para influir en el comportamiento de las personas— como el de un primer ministro. El caso de Florentino Pérez resulta paradigmático.

Luis Rubiales Selección Española de Fútbol
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