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Las guerras híbridas de Puigdemont y el final de la inocencia
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Nacho Cardero

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Las guerras híbridas de Puigdemont y el final de la inocencia

Nos encontramos inmersos en la era de la incertidumbre, con tensiones geopolíticas constantes y un mundo sostenido con alfileres que, en cualquier momento, puede saltar por los aires

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/Ronald Wittek)
Carles Puigdemont. (EFE/Ronald Wittek)
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A pesar del desinterés, cuando no escepticismo, de la sociedad española, a quien le suena a documental de La 2, lo cierto es que las guerras híbridas están muy presentes en nuestras vidas. Que un señor como Puigdemont, que ha estado en contacto con el entorno de Vladímir Putin para tratar de sumar el apoyo de Rusia a sus planes y desestabilizar España, tenga la llave del Gobierno de Pedro Sánchez y que la presión de las formaciones independentistas haya servido para forzar el cese de la directora del CNI, Paz Esteban, y haya conseguido, a su vez, poner en marcha sendas comisiones de investigación sobre la operación Cataluña, los atentados de Cambrils y el caso Pegasus dicen mucho de lo ocurrido en nuestro país en los últimos años.

"En los conflictos contemporáneos es cada vez más frecuente que se dé prioridad a un uso conjunto de medidas de carácter no militar, políticas, económicas, informativas y de otro tipo, que se ponen en práctica con el sostén de la fuerza militar", explicaba el general Gerasimov, jefe del Estado Mayor General ruso y principal teórico de la denominada guerra híbrida. "Las mismas leyes de guerra han cambiado. El papel que desempeñan los medios no militares para lograr metas políticas y estratégicas ha aumentado y, en muchos casos, ha superado el poder de la fuerza de las armas en cuanto a su eficacia". No es tanto la guerra como continuación de la política por otros medios, que decía Clausewitz, sino la política como continuación de la guerra. La gallina antes que el huevo.

"Piratas informáticos, gurús del algoritmo y expertos en ataques híbridos se aprovechan de las crisis internas para provocar enfrentamientos"

Piratas informáticos, gurús del algoritmo y expertos en ataques híbridos, en general, se aprovechan de las crisis internas de los países, ya sean territoriales, económicas o migratorias, entre otras, y de las vulnerabilidades propias de las sociedades tales como el triunfo de la muerte de la verdad a manos del relativismo, la falta de principios y valores otrora inherentes a Occidente y, sobre todo, la polarización en bandos irreconciliables, para provocar enfrentamientos intestinos encaminados a la desestabilización. Las campañas de desinformación y los ataques cibernéticos como armas de destrucción masiva.

"La sociedad española es una sociedad curiosa que acepta muy difícilmente que haya una amenaza existencial para nuestro país. Si es muy difícil aceptar estas amenazas genéricas, más les cuesta aceptar las amenazas híbridas", señaló el general Fernando Alejandre, exjefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), en el foro Desafíos en la Industria de la Defensa, organizado por El Confidencial. "En 15 o 20 años, tendremos una amenaza híbrida y existencial sobre España, si es que no la tenemos ya", concluyó a modo de prospectiva.

Foto: Foro Desafíos Defensa 2024. (El Confidencial)

Nos encontramos inmersos en la era de la incertidumbre, con tensiones geopolíticas constantes y un mundo sostenido con alfileres que, en cualquier momento —un disparo mal tirado, una salida de tono, una crisis comercial, un problema energético—, puede saltar por los aires. Todo ello aderezado por un año 2024 que será eminentemente electoral, con comicios, entre otros, en la Unión Europea, Rusia y Estados Unidos, cuyas previsiones no resultan nada halagüeñas, pues exudan un claro olor autoritario. El posible regreso de Trump a la Casa Blanca, con la aplicación de medidas eminentemente proteccionistas y el acercamiento a Putin, enemigo de Occidente, resulta paradigmático.

De ahí la imperiosa necesidad de promover la tan cacareada autonomía estratégica de la Unión Europea, y por ende de España, para independizarnos comercialmente de China, energéticamente de Rusia y militarmente de Estados Unidos, y la imperiosa necesidad, también, de ganarse el favor de la opinión pública para que el frágil noviazgo que existe entre ambos, ciudadanos e industria, no sea algo coyuntural sino que devenga estructural. El final de la inocencia para una España que no termina de creer en un Ejército al que algunos todavía tratan de atribuir reminiscencias franquistas.

La Administración ha recogido el guante y ha hecho suya la promesa de modernizar las Fuerzas Armadas y formar adecuadamente a sus profesionales. La ministra Margarita Robles reafirmó hace escasos días el objetivo del Gobierno de impulsar la partida de defensa. Anunció que llegará al 1,3% del PIB en 2024 con vistas a alcanzar el 2% en 2029, compromiso adquirido con la OTAN, donde todavía España es de los socios que menos destinan a gasto militar. Nuestro país sigue la senda que marca la Unión Europea, donde se habla de un futuro comisario de Defensa y de armar un fondo de 100.000 millones de euros para el desarrollo de la industria.

Foto: Foro Desafíos Defensa 2024. (El Confidencial)

Para que estos propósitos no caigan en saco roto, como prevén algunos, ni se conviertan en objeto de mercadeo al servicio del partido y la ideología de turno, especialmente en un Gobierno de coalición sometido a tantos y tan dispares intereses como el español, resulta imprescindible ganar la batalla de la opinión pública. Porque uno de los principales retos de la defensa, reconocieron las empresas presentes en el foro de Córdoba, es la reputación. No solo de la industria, sino del sector en su conjunto.

La percepción que tenga la ciudadanía de las inversiones en defensa será vital para justificar la senda de crecimiento presupuestario. "La guerra futura afectará al cuerpo social", sentencia el general Alejandre, "y es el cuerpo social, no solo las Fuerzas Armadas, el que tiene que estar listo para defenderse". Esto es: ser consciente de que nos enfrentamos a un futuro peligroso y desconocido del que todos somos corresponsables.

A pesar del desinterés, cuando no escepticismo, de la sociedad española, a quien le suena a documental de La 2, lo cierto es que las guerras híbridas están muy presentes en nuestras vidas. Que un señor como Puigdemont, que ha estado en contacto con el entorno de Vladímir Putin para tratar de sumar el apoyo de Rusia a sus planes y desestabilizar España, tenga la llave del Gobierno de Pedro Sánchez y que la presión de las formaciones independentistas haya servido para forzar el cese de la directora del CNI, Paz Esteban, y haya conseguido, a su vez, poner en marcha sendas comisiones de investigación sobre la operación Cataluña, los atentados de Cambrils y el caso Pegasus dicen mucho de lo ocurrido en nuestro país en los últimos años.

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