Nadie es perfecto
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Por qué el troleo del PSOE a Compromís puede traerle sorpresas en los PGE
El debate sobre si rechazar los Presupuestos del Gobierno de Sánchez y Díaz se ha instalado en la coalición valencianista. El fondo de nivelación ha sido el último desprecio
No son pocas las voces en Compromís que periódicamente se preguntan de qué sirve el acuerdo de confederación política con Sumar. Un afiliado de la coalición valencianista se mira en el espejo de ERC, del PNV, del BNG y hasta de Coalición Canaria y se le queda cara de tolai. Que si una quita de deuda del FLA a la medida, pasándose por el forro el criterio de la infrafinanciación, que si el traspaso de la gestión de la Seguridad Social… De todos los aliados del PSOE para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, los naranjas, integrados en la marca de Yolanda Díaz en las elecciones generales, fueron los únicos que se quedaron sin pacto propio. La vicesecretaria y negociadora socialista, María Jesús Montero, incluso se hizo la foto en noviembre del año pasado con Ana Pontón, lideresa de los nacionalistas gallegos, que cosecharon un solitario diputado en la cita del 23-J. La diputada por Valencia, Àgueda Micó, tuvo que observar desde un segundo plano la escenificación del pacto de Gobierno entre PSOE y Sumar rubricado en octubre.
Compromís logró en aquellos comicios duplicar su representación en la Cámara Baja. Pero claro, como antes solamente peleaba la camiseta Joan Baldoví, duplicar (pasar de un diputado a dos) es lo mínimo que se podía exigir a la alianza con Sumar. Porque eso es lo poco que, por ahora, han sacado en claro los valencianistas de aquella entente. La tercera de las cuatro actas obtenidas en las generales se la quedó Txema Guijarro, procedente de Podemos. La cuarta fue para Nahuel González, en la órbita de Esquerra Unida-IU.
El acuerdo tenía dos objetivos políticos. Elevar las opciones de mejorar resultados en una contienda de ámbito estatal, donde Compromís tiene más vías de agua en fidelidad de voto que el Titanic en las frías aguas del Atlántico norte, y cerrar la puerta a la expansión de Sumar en la Comunidad Valenciana, arrogándose la exclusiva de su representación.
Habrá que ver en qué queda esto último, porque Guijarro ya lanzó el pasado mes de diciembre la primera caña insinuando una próxima implantación de Sumar en tierras levantinas, aireando no poca polvareda en las filas compromiseras, siempre convulsas y en pleno proceso de reinvención, tanto en lo político como en sus equilibrios internos (léase el artículo de este domingo de Joan Ribó y Manuel Alcaraz en Levante-EMV). Atentos al éxito o fracaso de los de Yolanda Díaz este mes de febrero en Galicia, donde el BNG está todavía más fuerte que Compromís, porque puede enseñar o cegar un camino a las fuerzas dispersas de podemistas, esquerraunitaristas e, incluso, integrantes de Iniciativa del Poble Valencià, el partido fundado por Mónica Oltra, ahora alejados del núcleo decisorio de Compromís.
Esta sucesión de antecedentes tiene el ánimo de explicar la percepción de invisibilidad que el rol de Compromís está teniendo en una legislatura marcada, precisamente, por la ausencia de mayorías y la dependencia del tándem Sánchez-Díaz de formaciones nacionalistas o con fuerte componente identitario e implantación autonómica. Esa circunstancia está siendo especialmente señalada por los sectores más soberanistas de la coalición para exigir un cambio de rumbo, por más que la historia electoral haya demostrado empíricamente que la marca taronja crece cuando adopta un discurso social (esa fue precisamente la aportación de la Iniciativa de Oltra al invento) y disminuye cuando entra en el bucle melancólico de las esencias nacionalistas.
En cualquier caso, es evidente que Compromís no está sabiendo exprimir la coyuntura política estatal como si lo están haciendo otras formaciones de similar corte. Y no es porque el acuerdo con Sumar esté mal diseñado, sino más bien por el troleo constante al que el PSOE somete a los valencianistas, normalmente ante la indiferencia o escasa empatía de los de Díaz y el desconcierto de Micó y su compañero de escaño, Alberto Ibáñez. Parecen dos diputados pasmados sin capacidad de reacción. Están pagando, y mucho, su inexperiencia.
La aprobación por el Consejo de Ministros de la ampliación del Puerto de Valencia o la exclusión de la recuperación del derecho civil valenciano de la ventana de oportunidad que suponía la reforma del artículo 49 de la Constitución son dos muescas de esa indiferencia. Pero el episodio más significativo, y que puede marcar un punto e inflexión con consecuencias futuras, ha sido el descaro con el que la ministra de Hacienda ha despejado a córner el fondo de nivelación para autonomías infrafinanciadas que Compromís viene reclamando desde hace años como solución transitoria hasta la reforma del sistema, y al que ahora se ha sumado de forma entusiasta el barón popular, Carlos Mazón, junto a sus compadres Juanma Moreno y Fernando López Miras, con un cuarto invitado a la fiesta reivindicativa, el socialista Emiliano García-Page. Inciso: ¡Qué pronto se olvidan las guerras del agua y el trasvase Tajo-Segura cuando toca ponerse en clave antisanchista!
En la negociación del pacto PSOE-Sumar, Compromís salió convencido de que si el texto político refleja, negro sobre blanco, que se "garantizará a la Generalitat Valenciana y al resto de comunidades autónomas infrafinanciadas la prestación de los servicios públicos al mismo nivel que el resto del Estado", aquello era sinónimo de fondo de nivelación. Pero Montero nunca interpretó eso. "No había un acuerdo en ese sentido", señalaba esta semana. Más bien lo que la ministra de Hacienda entiende, como esos pícaros del paseo marítimo de Benidorm que enseñan la bolita sobre una caja de cartón a los turistas incautos y luego la esconden, es que la construcción sintáctica no dice otra cosa que el que necesite dinero podrá seguir tirando del FLA, con el consiguiente incremento de su deuda y el coste de intereses. Troleo o trile, elija su propia aventura.
Tanto va el cántaro a la fuente que suele terminar por romperse y Àgueda Micó ya ha advertido que sin fondo de nivelación no habrá respaldo de los dos diputados de Compromís a los PGE. También lo dijo para la investidura de Sánchez y al final le colaron la frase mágica. Los valencianistas amagan, pero nunca llegan a romper, por temor a quedarse fuera del bloque progresista y verse en la foto del voto negativo de PP y Vox. Lo que pasa es que una cosa es ponerse en modo incondicional antifa y otra hacer el ridículo político o que te tomen por el pito del sereno. Quizás los dos votos de los valencianistas no sean necesarios para el sudoku de Montero y el farol desemboque en irrelevancia. Ese es el riesgo para los de Micó y Baldoví. Pero, por su propia supervivencia política, es muy probable que haya llegado para ellos la hora de comprobarlo.
No son pocas las voces en Compromís que periódicamente se preguntan de qué sirve el acuerdo de confederación política con Sumar. Un afiliado de la coalición valencianista se mira en el espejo de ERC, del PNV, del BNG y hasta de Coalición Canaria y se le queda cara de tolai. Que si una quita de deuda del FLA a la medida, pasándose por el forro el criterio de la infrafinanciación, que si el traspaso de la gestión de la Seguridad Social… De todos los aliados del PSOE para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, los naranjas, integrados en la marca de Yolanda Díaz en las elecciones generales, fueron los únicos que se quedaron sin pacto propio. La vicesecretaria y negociadora socialista, María Jesús Montero, incluso se hizo la foto en noviembre del año pasado con Ana Pontón, lideresa de los nacionalistas gallegos, que cosecharon un solitario diputado en la cita del 23-J. La diputada por Valencia, Àgueda Micó, tuvo que observar desde un segundo plano la escenificación del pacto de Gobierno entre PSOE y Sumar rubricado en octubre.