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Nadie es perfecto
Por
Carlos Mazón pierde el favor de las élites económicas valencianas
Decepción entre el empresariado por la ineficacia en la emergencia. Temor a que la descoordinación entre Administraciones y la imagen de territorio de riesgo castigue la marca Valencia entre los inversores
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Carlos Mazón se ha atado al mástil de la vela mayor de la Generalitat dispuesto a aguantar el temporal. El jefe del Consell no dimite. Se ha atrincherado en el Palau para resistir los envites de la calle, de la oposición, de su propio partido y hasta del mundo del dinero, descontentos todos con su gestión de la trágica DANA del 29 de octubre.
Las élites económicas locales reparten a partes iguales la responsabilidad de la "inoperancia" y la "incompetencia". Lo dicen abiertamente en fuentes empresariales. "La coordinación de los políticos ha sido muy mala", afirmaba el gran patrón, Juan Roig, este domingo. "Los valencianos lo que queremos es levantarnos y continuar trabajando", añadía tras reprochar el cruce polarizado de relatos políticos entre la Administración autonómica y la central.
La crítica a Pedro Sánchez por la "respuesta tardía" en el despliegue de medios postDANA no es noticia en un universo tradicionalmente conservador, como es el de la burguesía valenciana. Lo noticioso es la decepción con Carlos Mazón, un barón popular llegado desde Alicante al que no pocos patronos acogieron con prestancia, pese la relación correcta que mantenían con el socialista Ximo Puig, aun con las evidentes incompatibilidades con sus socios de Compromís y Podemos.
Mazón cumplió pronto con los compromisos: léase la eliminación de sucesiones y donaciones para las rentas altas o los cambios legislativos para quitar diques al business. Todo iba sobre ruedas, pese a algunas señales de que algo no encajaba. Más de un empresario tomó la matrícula del president por algunas actitudes y formas de otros tiempos: retrasos y esperas en las citas o llamadas recordando quién manda en la Generalitat.
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La "decepción" ha llegado por el desapego y por la actitud inconsciente con la que afrontó la jornada del 29 de octubre, con su larga sobremesa en El Ventorro, ignorando los avisos que desde primera hora llegaban desde tierra, mar y aire sobre lo que estaba ocurriendo. Decepción también por la inoperancia de sus subordinados, incapaces de tomar decisiones con el jefe fuera de juego. Un buen líder elige buenos soldados. Un mal líder se rodea de pusilánimes y gente que no te dice (toda) la verdad. No es solo que la cesada Salomé Pradas procrastinase en el Cecopi, es que nadie del núcleo duro estaba en su sitio.
Como desveló El Confidencial, para cuando Mazón regresó al Palau y quiso darse cuenta era tarde para tomar las riendas. La alarma estridente no sonó hasta las 20:11 horas. Demasiado tarde. El agua anegaba los núcleos urbanos, había muertos arrastrados por el torrente.
Cuatro de ellos aguas arriba, entre Chiva y Riba-roja, los empresarios José Luis Marín (colegio Mas Camarena y Marni); Vicente Tarancón, CEO de la marca deportiva Luanvi; y Miguel Burdeos, fundador de Bosque Verde y Deliplus, muy cercano al dueño de Mercadona, Juan Roig, como también Antonio Noblejas, una figura clave en el nacimiento de la escuela de negocios EDEM, que preside Hortensia Roig, vinculada a la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) que encabeza el naviero Vicente Boluda. Decidieron tomar una vía secundaria alternativa a una colapsada A-3, tras visitar unas naves y comer entre amigos. Ya no volvieron a casa. Un duelo muy difícil de digerir. Como el de los otros 218 fallecidos y los cuatro desaparecidos.
Paradojas de la vida, de seis a siete de la tarde, el conseller de Medio Ambiente, Vicente Martínez Mus, con los informes calientes del servicio de carreteras de la Generalitat advirtiendo de cortes en viales por inundación desde el mediodía, mantuvo su agenda con un acto con el presidente de la patronal valenciana y vicepresidente de la CEOE, Salvador Navarro, como si nada ocurriese. "Yo no sé si el presidente tiene que estar en el Cecopi. Yo no sé si es su responsabilidad. Yo no sé si la Confederación Hidrográfica tiene que avisar a quién. No lo sé. Solo sé que ha habido muertes que se podían haber evitado", verbalizaba Navarro hace unos días en una entrevista en Levante-EMV. Es la opinión compartida por muchos y apela también al presidente alicantino.
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"No va a poder ir nunca a los pueblos afectados sin que pase nada", afirman fuentes empresariales. "No se lo van a perdonar", señalan. "La gestión ha sido un desastre"; "es un zombi político", añaden. Para algunos ya debería haber dimitido; otros no quieren verlo sentado una segunda legislatura en el despacho del Palau de la Generalitat y miran a María José Catalá. La gente de la alcaldesa de Valencia trata de apartarla de un debate que ven todavía prematuro por riesgo a socarrarla. "Es desvestir un santo para vestir otro", se repiten sobre los riesgos de dejar vacante la alcaldía, mientras el presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, abre su propio camino y toma distancia del president. "No está listo todavía, pero a ver qué pasa en los próximos seis meses", dicen fuentes populares sobre Mompó.
El impacto sobre la salud electoral de la marca PP en tierras valencianas no lo niega nadie, aunque el PSOE de Sánchez tampoco salga bien parado. Trackings de urgencia encargados tras el episodio de Paiporta con los Reyes revelan un desgaste profundo. Un sondeo de Social Data con mil entrevistas difundido esta pasada semana apuntaba a un vuelco de mayorías en el Parlamento autonómico, con un fuerte desplome de Mazón y un crecimiento de Compromís y Vox.
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En paralelo a lo político, el empresariado teme que la imagen de ineficacia pública, la descoordinación evidente entre Administraciones, enfrascadas en un pulso a pecho descubierto por ganar el relato político, y la percepción de un territorio proclive a los desastres naturales castiguen la marca Valencia entre los inversores. La decisión acertada de mantener eventos de proyección internacional, como la prueba de Maratón de este fin de semana, debería ayudar a mitigar esas dudas. Hay mucha más Valencia libre de riada que castigada, y su salud debería ayudar a la recuperación de los municipios afectados. Una Valencia sana para salvar a la otra, enferma.
El tiempo cura heridas, aunque queden para siempre las cicatrices. Es lo que busca Mazón: tiempo. Tiempo para tratar de recuperar el crédito que ahora no tiene. Tiempo para que las élites locales vuelvan a confiar en él, aunque ahora se precipiten fotografías para aparentar una complicidad forzada (hoy mismo habrá una con Boluda). Tiempo para intentar aparecer como líder de una reconstrucción de la que por ahora apenas conocemos esbozos y cuyo primer hito ha sido una subida salarial incomprensible de su fichaje estrella, el general Gan Pampols, que venía de la jubilación. Tiempo para remontar desde el barro y el lodo. Tiempo para la desmemoria. Tiempo para que el foco nacional se retire aburrido y aparezcan otros personajes con los que rellenar las audiencias: los Aldamas, los Koldos, las Begoñas y los Lobatos. Tiempo para rehacer los puentes rotos con el financieramente frágil ecosistema mediático local, obligado por fuerza mayor a ejercer el rol periodístico y dejar de mirar hacia otro lado cuando afloran las costuras.
Lo ha dicho el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo: si no logra ese objetivo no repetirá como candidato, que es lo mismo que decir que si no garantiza un buen resultado cambiará de caballo. Está en juego el poder de la tercera economía del país. "El partido tiene la competencia de proponer a los candidatos a la presidencia de las comunidades autónomas", advertía Feijóo en la entrevista con El Confidencial tras reprochar los "errores" a un dirigente autonómico con el que ya no tiene química. Aviso a navegantes: el futuro de Mazón ya no está en sus propias manos, aunque se agarre al mástil con todas sus fuerzas en pleno huracán de la DANA.
Carlos Mazón se ha atado al mástil de la vela mayor de la Generalitat dispuesto a aguantar el temporal. El jefe del Consell no dimite. Se ha atrincherado en el Palau para resistir los envites de la calle, de la oposición, de su propio partido y hasta del mundo del dinero, descontentos todos con su gestión de la trágica DANA del 29 de octubre.