Es noticia
Polanco a Aznar, con llamada previa al Rey: "Que me lo meten en la cárcel, que sí, que me lo meten"
  1. España
  2. Con Lupa
Jesús Cacho

Con Lupa

Por

Polanco a Aznar, con llamada previa al Rey: "Que me lo meten en la cárcel, que sí, que me lo meten"

El diario El País de Jesús del Gran Poder Polanco declaró ayer oficialmente a Barcelona “ciudad limpia” (página 88 de la edición dominical, intitulada “El final

El diario El País de Jesús del Gran Poder Polanco declaró ayer oficialmente a Barcelona “ciudad limpia” (página 88 de la edición dominical, intitulada “El final de la escapada”), como lo oyen, porque en “Barcelona se respira más limpio” (sic), y más de uno pensará que tan solemne declaración se debe a algún misterioso acuerdo de última hora del que nadie se ha enterado, tal vez a que la clase política y empresarial catalana han firmado un pacto por el cual unos renuncian a corromperse y otros a ser corrompidos, y viceversa, que se ha terminado lo del 3%, que en realidad era lo del 10%, lo del 20%, lo que hiciera falta, y que a partir de ahora cada uno va a vivir de su trabajo y de la honesta gestión de su negocio, vamos, que se han acabado los Carmel para siempre.

Pues no. Resulta a que no, que todo se debe a que, cito textualmente, “la última sentencia condenatoria contra Javier de la Rosa pasa página a la Barcelona del pelotazo”. De modo que Polanco y sus Cebrianes han decidido que, cautivo y desarmado el ejército de los malos, los golfos oficiales, los ladrones de curso legal, que como todo el mundo sabe son Mario Conde y Javier de la Rosa, España es un jardín al este del Edén y Cataluña una resplandeciente patena donde brilla la virtud sin mácula.

Según el boletín oficial del Gobierno, “La nueva condena pasa página a los años de la Barcelona del lodo. Aquellos en los que se tejió una maraña de delitos que convirtió a la elite de la ciudad en una cloaca. Cubierta, eso sí, por el manto de silencio de casi todos los medios”, de nuevo sic, silencio encabezado, naturalmente, por El País. Los responsables de tanto detritus son los ya citados Conde y De la Rosa, la pareja que, según el diario, “encarnó los prodigiosos años del pelotazo”.

Años, por cierto, que también fueron prodigiosos para Polanco. Lo siguen siendo. Es la única diferencia entre el dúo Rosa-Conde y el famoso editor: que tito Polanco, como decía Villalonga, sigue coronando cual vistosa guinda la gran tarta de la corrupción institucionalizada en que se ha convertido este Régimen. A él no le pescaron nunca -aunque a punto estuvo de caer en el caso Sogecable-; él sigue reinando sobre el reparto de poder que, con el juancarlismo por paraguas, hicieron los dos grandes partidos nacionales y los partidos nacionalistas catalán y vasco. Y ahí sigue Polanco, recibiendo favores de Felipe, de Aznar, de ZP y del que venga, dispuesto a seguir haciendo de este sucedáneo de libertad su particular negocio, al frente de aparato de agit-prop de un Sistema corrompido de la cruz a la raya que se cae a pedazos.

El reportaje de marras es una excelsa demostración de la torticera forma de hacer periodismo que practica el Grupo Prisa, y que consiste en contar solo una parte de la verdad, ni siquiera la mitad, para quedarse en las ramas, la espuma de la ola, bien lejos de las raíces donde se traman las grandes operaciones y se planifican sus consecuencias. El País, por ejemplo, dedica 2 líneas 2 a “Manuel Prado y Colón de Carvajal, el diplomático que fuera amigo del Rey”. Ni una más. Pero ¿quién se ha embolsado los 100 millones de dólares –algunos dicen que fueron 140- de KIO que De la Rosa pagó a Prado, objeto principal, aunque no único, de este escandaloso juicio? Si están ustedes esperando a que se lo cuente Polanco, espérenlo sentados.

Y es que hace tiempo que Jesús Polanco se convirtió en Lord Protector del Sistema. De la segunda mitad de los ochenta, años en los que el editor todavía no frecuentaba Palacio, es conocida la frase según la cual “la Monarquía no le aguanta dos editoriales a El País”, salida de labios de un prócer que, por fin, consiguió franquear las puertas de Zarzuela de la mano, quién lo iba a decir, de Mario Conde, íntimo del Rey hasta la intervención de Banesto y amigo también (“pacto de los editores”) del de Santillana.

Pero fue el escándalo KIO, ocurrido a raíz de la ocupación de Kuwait por las tropas de Sadam Hussein, lo que proporcionó a don Jesús la oportunidad de entrar a saco en el entorno del Monarca. La ganzúa utilizada fue justamente Manolo Prado, quien, en pleno escándalo judicial por la desaparición de miles de millones del grupo Torras, filial española de KIO, viéndose cercado por los tribunales, acudió asustado a confesarse con el editor y pedirle protección, que es lo que vienen haciendo las grandes fortunas hispanas desde la muerte de Franco. Y Polanco se la dio, claro que sí, pero a cambio de que contara todos los secretos, naturalmente dinerarios, del Monarca, de los que Prado era depositario como albacea real.

De modo que Polanco lo sabe todo del Monarca y el Monarca sabe que Polanco lo sabe todo. De forma bastante evidente, la Monarquía ha quedado, ahora sí, a merced de “dos editoriales del diario El País”. El Rey de España como rehén de Jesús Polanco, una situación que explica en buena parte la descomposición del Sistema, situación de la que ZP es apenas el reactivo químico capaz de hacerlo explotar en mil pedazos. Desde entonces, el editor se ha convertido en un amigo de la Casa Real, en el que felicita y aconseja al Monarca e incluso visa sus discursos de fin de año, aunque también es cierto que jamás conseguirá llegar, como un Alcocer cualquiera, al corazón de ese hombre enamorado de las bellas mujeres y la caza.

Y el Monarca ayuda cuando es menester. Por ejemplo, ayudó lo suyo cuando, en el citado caso Sogecable, del tycoon cántabro se apoderó un arrebato según el cual el juez Gómez de Liaño iba a meter en la cárcel a su consejero delegado, Juan Luis Cebrián, a quien había llamado a declarar. A Liaño no se le había pasado por la cabeza semejante cosa, pero Polanco llamó espantado al Monarca, y el Monarca llamó a Moncloa para hablar con Aznar, y Aznar le dijo que bueno, que sí, pero que quería que le llamara Polanco en persona para pedirle el favor, y Polanco no tuvo más remedio que tirar de teléfono, “que me lo meten en la cárcel, que sí, que me lo meten” (sic), y lo decía llorando desconsolado, físicamente llorando, al otro lado del hilo.

Por eso hay cosas que Polanco jamás perdonará a Aznar, aunque al final de su segunda legislatura le hiciera un poco más rico regalándole el monopolio de la televisión de pago. Y ahí está don Jesús declarando a Barcelona “ciudad limpia”, convertido después de 30 años en el vértice de la farsa, en gran chupóctero del Sistema. Y cuando en Moncloa aparece un outsider como Zapatero, un tipo que no se siente heredero de los pactos de la transición sobre el reparto de la tarta, un radical revanchista decidido a acabar con la Constitución de 1978, Polanco y su grupo se ponen al frente del batallón de derribos, a la cabeza del pelotón, prestos a liderar y abanderar ideológica e informativamente la negociación con ETA, sin importarles lo que quede de España, confiados como están en que se balcanicen o no estos viejos Reinos, ellos seguirán haciendo negocios en las taifas con la misma impunidad con que los han venido haciendo desde la muerte de Franco a esta parte. Y aquí paz y después gloria.

El diario El País de Jesús del Gran Poder Polanco declaró ayer oficialmente a Barcelona “ciudad limpia” (página 88 de la edición dominical, intitulada “El final de la escapada”), como lo oyen, porque en “Barcelona se respira más limpio” (sic), y más de uno pensará que tan solemne declaración se debe a algún misterioso acuerdo de última hora del que nadie se ha enterado, tal vez a que la clase política y empresarial catalana han firmado un pacto por el cual unos renuncian a corromperse y otros a ser corrompidos, y viceversa, que se ha terminado lo del 3%, que en realidad era lo del 10%, lo del 20%, lo que hiciera falta, y que a partir de ahora cada uno va a vivir de su trabajo y de la honesta gestión de su negocio, vamos, que se han acabado los Carmel para siempre.