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ETA sigue en el monte, mientras ZP insiste en mendigar "un final digno por la vía del diálogo"
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Jesús Cacho

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ETA sigue en el monte, mientras ZP insiste en mendigar "un final digno por la vía del diálogo"

Les supongo al tanto de lo ocurrido el sábado por la tarde en el municipio de Oyarzun, provincia de Guipúzcoa, con motivo de un aquelarre o

Les supongo al tanto de lo ocurrido el sábado por la tarde en el municipio de Oyarzun, provincia de Guipúzcoa, con motivo de un aquelarre o tenida independentista celebrada al pie del monte Aritxulegi. En un momento dado, y entre el entusiasmo del personal abertzale presente, tres encapuchados, metralleta en mano, subieron al escenario para leer un comunicado en nombre de la banda ETA. Esto es lo más sobresaliente de lo que dijo el gudari: “La lucha no es el pasado, sino el presente y el futuro”, frase que encadena el compromiso de “seguir luchando firmemente con las armas en la mano hasta conseguir la independencia y el socialismo en Euskal Herria”. Tras finalizar el discurso y disparar siete tiros al aire, los encapuchados se echaron al monte, perfecta metáfora del lugar que, frente a la invitación al pacto sin condiciones que Zapatero ofrece, sigue ocupando la banda terrorista: el monte.

Casi al mismo tiempo, o tal vez unas horas antes, Zapatero se confesaba en Moncloa ante su periodista de cámara, quien, ayer domingo y en El País, nos ofrecía la otra cara de la moneda o la visión gubernamental del problema. Nos hemos enterado así de que, para el Gobierno, “el proceso de paz no tiene marcha atrás”. Con una sintaxis del castellano manifiestamente mejorable, el cuentista nos cuenta en el diario del señor Polanco que “el Gobierno considera de que ETA ha apostado estratégicamente por la irreversibilidad del proceso de paz. Esto no obsta para que el proceso no sufra tensiones surgidas, especialmente, desde sectores de Batasuna que no han entendido la oportunidad que el Gobierno ha ofrecido a ETA de un final digno por la vía del diálogo”.

Pues nada, que los encapuchados de Oyarzun que, metralleta en mano, se comprometieron el sábado a seguir con la lucha armada hasta la independencia –con Navarra incluida, claro está- de una Euskadi socialista, no han entendido nada de ese “final digno por la vía del diálogo” que Zapatero ofrece en bandeja de plata. ¿Final digno para quién, señor Presidente? ¿Para el Estado de Derecho obligado a hacer cumplir la ley y perseguir la violencia terrorista, o para ese otro Estado que usted hoy representa y que, hincado de hinojos, parece implorar una paz ficticia con los representantes del terror, partición de España mediante?

La visión casi fotográfica que los acontecimientos de este fin de semana nos ofrecen sobre la marcha del llamado “proceso de paz”, que ni es proceso ni es de paz, no puede ser más desalentadora para los millones de españoles que, ansiando el final de la violencia terrorista y la plena vigencia de las libertades democráticas en el País Vasco -que ya va siendo hora-, se acaban de dar de bruces con una ETA que no está dispuesta en absoluto a apearse del burro de los objetivos que el nacionalismo, el duro y el blando, persigue desde hace décadas: la independencia and so on, y con la realidad de un Gobierno dispuesto a negociar a la baja, a ceder lo que sea menester en aras no del interés general sino del particular de un grupo, a lo sumo de un partido, el socialista, y de su líder, convencidos ambos de que de esa negociación y de su posterior venta y etiquetado al votante consumidor dependerá que el PSOE siga en el poder, que de eso se trata para Zapatero, no nos engañemos: de seguir en el poder a cualquier precio.

Las esperanzas puestas un día por el anuncio de alto el fuego etarra se han desvanecido a estas alturas. Con la falta de finezza que caracteriza a los que empuñan las pistolas, la banda terrorista se ha encargado de decirle a ZP por activa y por pasiva que ni presos ni versos: independencia, Navarra incluida, y a otra cosa mariposa. La banda, que había llegado exangüe a la cita electoral del 14-M como consecuencia de la presión policial y política (Pacto por las Libertades) está hoy en la posición negociadora propia de los vencedores de un conflicto: la misma arrogancia, la misma intransigencia, las mismas amenazas, lo mismo de siempre. Una realidad que no puede disociarse de otra: la intrínseca debilidad de un Gobierno Zapatero que, en palabras de un amigo, cada día se parece más a ese puñado de maíz tostado sobre el que se precipitan los halcones del nacionalismo.

Algunos sostienen que la banda es ahora sólo una sombra de lo que fue y que, en caso de ruptura de la tregua, tendría muy difícil volver a las andadas del asesinato indiscriminado y del tiro en la nuca. Aducen los que tal proclaman que la sociedad vasca ha cambiado y también ha cambiado el contexto internacional en que el se desenvuelve el terrorismo etarra. Pero, a mi parecer, son análisis que pecan de una racionalidad de la que carece por su propia sustancia el terrorismo. Mientras la causa de ETA siga siendo vitoreada por el 15% de la población vasca, y consentida por otro porcentaje aún más importante, la banda podrá volver por sus fueros de sangre, dolor y lágrimas, pasando como una apisonadora sobre la sonrisa etrusca del Presidente del talante.

De manera que, o mucho me equivoco, o José Luis Rodríguez Zapatero ha errado la apuesta. Ha fracasado. A menos, claro está, que en su desesperada huida hacia adelante sea capaz de poner efectivamente al Estado de rodillas, dispuesto a conceder a los etarras lo que los etarras piden.

Les supongo al tanto de lo ocurrido el sábado por la tarde en el municipio de Oyarzun, provincia de Guipúzcoa, con motivo de un aquelarre o tenida independentista celebrada al pie del monte Aritxulegi. En un momento dado, y entre el entusiasmo del personal abertzale presente, tres encapuchados, metralleta en mano, subieron al escenario para leer un comunicado en nombre de la banda ETA. Esto es lo más sobresaliente de lo que dijo el gudari: “La lucha no es el pasado, sino el presente y el futuro”, frase que encadena el compromiso de “seguir luchando firmemente con las armas en la mano hasta conseguir la independencia y el socialismo en Euskal Herria”. Tras finalizar el discurso y disparar siete tiros al aire, los encapuchados se echaron al monte, perfecta metáfora del lugar que, frente a la invitación al pacto sin condiciones que Zapatero ofrece, sigue ocupando la banda terrorista: el monte.