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Un rayo de luz en las tinieblas de la crisis
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Jesús Cacho

Con Lupa

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Un rayo de luz en las tinieblas de la crisis

Confieso que nunca me ha gustado participar en manifestaciones colectivas de alegría o duelo. Me espantan las multitudes y me aterra el entusiasmo compartido de quienes

Se advierte tal desbordado entusiasmo, tal fervor entre la gente española, sea de derechas o de izquierdas, que uno se revuelve incómodo cuando tiene que enjuiciar el fenómeno y valorar el comportamiento de quienes le rodean. La alegría colectiva entre la tropa hispana es de tal calibre, la pasión tan obvia, que parece que ha sido ella, hemos sido nosotros quienes nos hemos batido tras las tapias de Fort Alamo en defensa del sueño americano de un mulato convertido en Presidente de la primera potencia del mundo entre el jolgorio global. La Navidad ha llegado con antelación. El júbilo es tan fuerte que ha nublado la sintaxis de algunos. Vean, si no, cómo se explicaba ayer el mismísimo José Blanco en su blog: “Debo agradeceros el apoyo que me habéis dado desde que hice público mi apoyo a Obama”. Simplemente genial. Como genial estuvo cuando se negó a acudir a la convención demócrata “para no interferir”.

Con este material intelectual y humano, no es extraño que la obamanía haya caído en la Moncloa como agua de mayo. A media mañana de ayer, el Presidente Zapatero, travestido en legendario David Crockett, compareció para intentar rebañar algunos de los rayos de popularidad que hoy despide a raudales el gran sol afroamericano. No esperábamos menos del inquilino de Moncloa. Está en sus genes de agitador mediático tratar de aprovechar el eco de la victoria electoral de un Obama que se parece a Zapatero como un huevo a una castaña. Pilonga, además.

Sobre el sólido andamiaje intelectual de un Barack Obama que ha pasado por dos de las instituciones universitarias de más prestigio, también más exigentes, de los Estados Unidos –la de Columbia, donde se doctoró en Ciencias Políticas, y la de Harvard, donde se graduó en Derecho, algo que no es exactamente lo mismo que una licenciatura por León, con todos mis respetos para la institución leonesa-, ha caído cual fruta madura la necesidad de enderezar el rumbo de una situación tan calamitosa, dentro y fuera de los USA, en economía como en política, que parecía estar reclamando a gritos el surgimiento impetuoso del héroe wagneriano en su versión café con leche.

Obama es la alternativa al desastre Bush, especie de Mefistófeles en quien los habitantes de la aldea global han identificado las plagas de Egipto. Frente al príncipe de los infiernos republicano se yergue la figura redentora del ángel bueno mulato, dispuesto a bajar del Sinaí con las tablas de la salvación colectiva en la mano. Tras el desastre de la guerra de Irak, ha caído el tsunami del crash financiero. Barack es el nuevo Moisés capaz de conducirnos por los tortuosos riscos de la inseguridad y la crisis hasta los verdes valles de la prosperidad amenazada. Solo él podrá restaurar el optimismo y rehacer nuestra dañada esperanza en el futuro. Yes, We Can…!

En un escenario tan pesimista como el español, prisioneros de una economía que pierde miles de empleos cada día, atenazados por el miedo a un futuro en el que nada parece estar claro, asqueados por la incapacidad de nuestros partidos para proponer el discurso de cambio y regeneración democrática que precisa el país, la victoria de Obama ha supuesto un subidón de moral, la inyección en vena del enfermo que reclama angustiado su medicina. La esperanza es posible, nos viene a decir el nuevo presidente yanqui. El cambio puede estar a la vuelta de la esquina. Es un golpe moral similar al que en su día, con un país también sumido en la crisis y el miedo al golpismo, significó la victoria de Felipe González en octubre de 1982. Veintitantos años nos separan de aquel acontecimiento que, en el fondo, fue bien recibido incluso por quienes no votaron socialista, porque supuso una bocanada de aire fresco en el ambiente cargado de oprobio que respiraba un país perdido en el laberinto de sus demonios familiares.

Bien sabemos que aquí sería imposible un fenómeno como el de Obama -el mito de the land of the unlimited posibilities hecho realidad-, un hombre surgido de abajo arriba en las filas demócratas con la fuerza de un ciclón capaz de arrollar aparatos tan poderosos como el de los Clinton, porque la maquinaria de nuestros partidos asfixiaría a quien lo intentara antes incluso de echar a volar, pero, como decía el famoso eslogan del mayo francés, soyons réalistes, demandons l'impossible!, creamos, al menos por un día, que también en la esquilmada meseta ibérica será posible el surgimiento de un líder capaz de abrazar un discurso nuevo, alejado del tradicional sectarismo de la izquierda y del conservadurismo pastueño de la derecha.

Un hombre capaz de unir, en lugar de separar, y embarcar al país en un proyecto colectivo generador de esperanza. Es el mensaje que el inconsciente colectivo de los españoles estaba esperando. Una ilusión que jamás podrán hacer realidad ni el vendedor de crecepelo mentiroso, ni el registrador triste que parece resignado a su suerte. Los discursos de Obama y del propio McCain en la madrugada española de ayer alimentan en su sencilla grandeza nuestra ilusión. He ahí una democracia que antepone los intereses nacionales a las miserias personales y de partido. “Todos somos America”, dijo Obama en el Parque Grant de Chicago. “Haré lo que esté en mi mano para ayudarle a afrontar los retos que le esperan”, respondió McCain. ¿Podremos algún día también nosotros decir que “todos somos España”? Demos rienda a la esperanza. Soñemos hoy. Mañana será otro día.

Se advierte tal desbordado entusiasmo, tal fervor entre la gente española, sea de derechas o de izquierdas, que uno se revuelve incómodo cuando tiene que enjuiciar el fenómeno y valorar el comportamiento de quienes le rodean. La alegría colectiva entre la tropa hispana es de tal calibre, la pasión tan obvia, que parece que ha sido ella, hemos sido nosotros quienes nos hemos batido tras las tapias de Fort Alamo en defensa del sueño americano de un mulato convertido en Presidente de la primera potencia del mundo entre el jolgorio global. La Navidad ha llegado con antelación. El júbilo es tan fuerte que ha nublado la sintaxis de algunos. Vean, si no, cómo se explicaba ayer el mismísimo José Blanco en su blog: “Debo agradeceros el apoyo que me habéis dado desde que hice público mi apoyo a Obama”. Simplemente genial. Como genial estuvo cuando se negó a acudir a la convención demócrata “para no interferir”.

Con este material intelectual y humano, no es extraño que la obamanía haya caído en la Moncloa como agua de mayo. A media mañana de ayer, el Presidente Zapatero, travestido en legendario David Crockett, compareció para intentar rebañar algunos de los rayos de popularidad que hoy despide a raudales el gran sol afroamericano. No esperábamos menos del inquilino de Moncloa. Está en sus genes de agitador mediático tratar de aprovechar el eco de la victoria electoral de un Obama que se parece a Zapatero como un huevo a una castaña. Pilonga, además.

Sobre el sólido andamiaje intelectual de un Barack Obama que ha pasado por dos de las instituciones universitarias de más prestigio, también más exigentes, de los Estados Unidos –la de Columbia, donde se doctoró en Ciencias Políticas, y la de Harvard, donde se graduó en Derecho, algo que no es exactamente lo mismo que una licenciatura por León, con todos mis respetos para la institución leonesa-, ha caído cual fruta madura la necesidad de enderezar el rumbo de una situación tan calamitosa, dentro y fuera de los USA, en economía como en política, que parecía estar reclamando a gritos el surgimiento impetuoso del héroe wagneriano en su versión café con leche.

Obama es la alternativa al desastre Bush, especie de Mefistófeles en quien los habitantes de la aldea global han identificado las plagas de Egipto. Frente al príncipe de los infiernos republicano se yergue la figura redentora del ángel bueno mulato, dispuesto a bajar del Sinaí con las tablas de la salvación colectiva en la mano. Tras el desastre de la guerra de Irak, ha caído el tsunami del crash financiero. Barack es el nuevo Moisés capaz de conducirnos por los tortuosos riscos de la inseguridad y la crisis hasta los verdes valles de la prosperidad amenazada. Solo él podrá restaurar el optimismo y rehacer nuestra dañada esperanza en el futuro. Yes, We Can…!

En un escenario tan pesimista como el español, prisioneros de una economía que pierde miles de empleos cada día, atenazados por el miedo a un futuro en el que nada parece estar claro, asqueados por la incapacidad de nuestros partidos para proponer el discurso de cambio y regeneración democrática que precisa el país, la victoria de Obama ha supuesto un subidón de moral, la inyección en vena del enfermo que reclama angustiado su medicina. La esperanza es posible, nos viene a decir el nuevo presidente yanqui. El cambio puede estar a la vuelta de la esquina. Es un golpe moral similar al que en su día, con un país también sumido en la crisis y el miedo al golpismo, significó la victoria de Felipe González en octubre de 1982. Veintitantos años nos separan de aquel acontecimiento que, en el fondo, fue bien recibido incluso por quienes no votaron socialista, porque supuso una bocanada de aire fresco en el ambiente cargado de oprobio que respiraba un país perdido en el laberinto de sus demonios familiares.

Bien sabemos que aquí sería imposible un fenómeno como el de Obama -el mito de the land of the unlimited posibilities hecho realidad-, un hombre surgido de abajo arriba en las filas demócratas con la fuerza de un ciclón capaz de arrollar aparatos tan poderosos como el de los Clinton, porque la maquinaria de nuestros partidos asfixiaría a quien lo intentara antes incluso de echar a volar, pero, como decía el famoso eslogan del mayo francés, soyons réalistes, demandons l'impossible!, creamos, al menos por un día, que también en la esquilmada meseta ibérica será posible el surgimiento de un líder capaz de abrazar un discurso nuevo, alejado del tradicional sectarismo de la izquierda y del conservadurismo pastueño de la derecha.

Un hombre capaz de unir, en lugar de separar, y embarcar al país en un proyecto colectivo generador de esperanza. Es el mensaje que el inconsciente colectivo de los españoles estaba esperando. Una ilusión que jamás podrán hacer realidad ni el vendedor de crecepelo mentiroso, ni el registrador triste que parece resignado a su suerte. Los discursos de Obama y del propio McCain en la madrugada española de ayer alimentan en su sencilla grandeza nuestra ilusión. He ahí una democracia que antepone los intereses nacionales a las miserias personales y de partido. “Todos somos America”, dijo Obama en el Parque Grant de Chicago. “Haré lo que esté en mi mano para ayudarle a afrontar los retos que le esperan”, respondió McCain. ¿Podremos algún día también nosotros decir que “todos somos España”? Demos rienda a la esperanza. Soñemos hoy. Mañana será otro día.