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El visionario, el registrador y la Gran Depresión
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Jesús Cacho

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El visionario, el registrador y la Gran Depresión

Los hooligans de Rodríguez Zapatero en la prensa española, que son muchos y esforzados, no podían disimular a mediodía de ayer la satisfacción que les embargaba

Los hooligans de Rodríguez Zapatero en la prensa española, que son muchos y esforzados, no podían disimular a mediodía de ayer la satisfacción que les embargaba al escuchar a su carismático líder desgranando desde la tribuna del Congreso toda una batería de medidas, tan variopintas como inconexas, con las que supuestamente hacer frente a la dramática situación económica que vivimos, y alguno llegó a calificar la catarata de “todo un plan de reformas”, así como suena, lo cual habla bien del voluntarismo del plumilla en cuestión, pero podría conducir a  error al lector poco avisado.

A lo largo del debate sobre el comatoso estado de la Nación que, como una gran mayoría de españoles, seguí de manera fragmentaria, me pareció escuchar a Zapatero decir algo así como que “la burbuja inmobiliaria española comenzó a pinchar en 2007”, lo cual no puede ser calificado sino de rasgo de genio e ingenio de este saltimbanqui capaz de bailar con Juana y con su hermana, de decir una cosa y su contraria sin que se le mueva una ceja. Porque tan cerca como el verano del año pasado todavía seguía hablando de “ligera desaceleración”, y el eslogan de las generales de marzo de 2008 estaba centrado en una promesa tan deslumbrante y falaz como “por el pleno empleo”.

Lo de ayer fue un episodio más de la ceremonia de la confusión que acompaña al Gobierno de España desde marzo de 2004, una nueva estación en el vía crucis de un país condenado a vivir su calvario hasta purgar, de grado o por fuerza, los excesos cometidos por mucha gente -promotores inmobiliarios, banqueros codiciosos, políticos corruptos-, pero fundamentalmente por un Gobierno de tan alta ideologización como bajo nivel de capacitación técnica, presidido por un peligroso visionario que se cree sus propias fantasías.

Hilo a la cometa. Eso es lo que hizo Zapatero, todo un experto en la materia. Su record como presidente ha consistido en negar a pies juntillas la realidad de la crisis hasta que resultó evidente, a cuenta del desplome de la actividad con su correlato de paro, que debía cambiar de registro. Luego, trató de enmascararla en la paralela crisis financiera internacional, intentando ocultar, mintiendo siempre, que España tenía su propia y demoledora crisis, personal e intransferible, tan distinta, tan cruel como atestiguan esas tasas de paro que no conocen parangón en el mundo civilizado. Ahora se trata de esperar a que una venturosa recuperación foránea, proveniente en gran medida de los malvados USA, nos lleve en volandas hacia una recuperación que le permita presentarse en 2012 con garantías de volver a ganar sus terceras elecciones generales.

Y en el ínterin, planes y paquetes y ayudas, al menos supuestas, sin cuento. Gasto público a mogollón. Regalos a todos aquellos grupos de interés con alguna capacidad de presión o influencia electoral. Tal que ayer. A menudo decisiones pintorescas, como el ordenador portátil que los niños podrán llevarse a casa, se supone que con la correspondiente dosis de leche en polvo y queso de bola de la “Ayuda Americana al Orgulloso Pueblo Español”, tal como ocurrió en los años 50 del siglo pasado. Todas medidas distraídas y perplejas, sin capacidad de impacto global. A base de parches. Sin una política económica coherente para hacer frente a la Gran Recesión que padecemos.        

Darle hilo a la cometa en espera de ese milagro redentor, y pervertir, dar la vuelta, retorcer las palabras y sus significados. ¿Alguien en su sano juicio puede centrar su discurso en una tal “política social”, con cuatro millones de parados a las espaldas, que serán cinco a finales de año? La única política social digna de tal nombre es la que proporciona empleo y contribuye a la dignidad y autonomía de los hombres libres, alejados de la esclavitud de la caridad pública. España es hoy más pobre en términos absolutos y en términos per cápita que hace 10 años. Una década dilapidada.

Zapatero y el honesto registrador de la propiedad

Y frente al visionario convencido de sus trucos de prestidigitador, la esforzada carrera del honesto registrador dispuesto a seguir combatiendo contra los fantasmas del pasado. Con una capacidad para encantar perfectamente descriptible, Rajoy sigue siendo víctima de los traumas de un partido prisionero aún en muchos de los cepos que dejó desperdigados por la geografía política española la nefasta última etapa de Aznar. Con cuatro millones de parados, camino de los cinco, que serán seis si los dioses no lo remedian en 2010, un partido de corte liberal tiene que atreverse a reclamar sin tapujos una reforma laboral en profundidad. La alternativa es la sociedad de parados y funcionarios a la que caminamos aceleradamente. Todo un ejemplo de felicidad colectiva que ya probaron en la extinta URSS y que hoy saborean en Cuba.

La posición de Zapatero -un tipo que se lleva al Congreso los insultos preparados de casa-, sin embargo, es tan endeble, su andamiaje argumental tan falso, que el del PP se vino arriba en la réplica y propinó al presidente una buena manada de hostias de las que no logró recuperarse. Pura anécdota, con todo. Verdura de las eras. Lo grave, lo importante, es que en la mayor crisis que ha conocido la reciente Historia española, el frentismo más atroz y la falta de respeto al contario sigue presidiendo la vida pública española. Estamos condenados a apurar hasta el final el cáliz de la crisis. O a emigrar.

Los hooligans de Rodríguez Zapatero en la prensa española, que son muchos y esforzados, no podían disimular a mediodía de ayer la satisfacción que les embargaba al escuchar a su carismático líder desgranando desde la tribuna del Congreso toda una batería de medidas, tan variopintas como inconexas, con las que supuestamente hacer frente a la dramática situación económica que vivimos, y alguno llegó a calificar la catarata de “todo un plan de reformas”, así como suena, lo cual habla bien del voluntarismo del plumilla en cuestión, pero podría conducir a  error al lector poco avisado.

Mariano Rajoy