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Zapatero y Suances: viejos perros, nuevos collares
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Jesús Cacho

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Zapatero y Suances: viejos perros, nuevos collares

Rodríguez Zapatero nos ha obsequiado con una nueva humorada que, bien mirado, viene a cerrar el círculo del estatismo como base de la política económica de

Rodríguez Zapatero nos ha obsequiado con una nueva humorada que, bien mirado, viene a cerrar el círculo del estatismo como base de la política económica de su Gobierno. Al keynesianismo macro destinado a combatir la recesión y estimular la economía a base de gasto público y déficit, se le suma ahora el dirigismo microeconómico orientado a planificar desde el poder el mapa económico-empresarial de España. Es el esquema típico del modelo socialdemócrata, que conoció su apogeo en la Gran Bretaña de los setenta y que terminó en el fenómeno de la estanflación. De donde se deduce que nuestro Zapatero campeón ha terminado por abrazarse a la farola de una filosofía de política económica que, además de vieja, no ha funcionado nunca.

En efecto, la idea del “nuevo modelo de crecimiento” es una resurrección de las políticas industriales de los años sesenta y setenta del siglo pasado. En sustitución de los periclitados  “campeones nacionales” llamados siderurgia, sector naval, automoción, etc., el Gobierno Zapatero quiere ahora concentrarse en promover los sectores sostenibles con alto crecimiento potencial de la productividad. El soporte teórico, no obstante, es el mismo: la necesidad de proteger “industrias nacientes”, y la asunción, tan querida por la doctrina marxista, de que el Gobierno puede realizar esa tarea mejor que el mercado.

La experiencia se ha encargado de demostrar hasta la saciedad, sin embargo, que el Gobierno es un pésimo candidato para conseguir ese objetivo. Si falló de manera estrepitosa cuando se embarcó en la creación de los “campeones industriales”, ¿por qué va a acertar a la hora de elegir los sectores del futuro? La teoría económica y la evidencia empírica demuestran que ese tipo de políticas sólo conducen al derroche de recursos en sectores que, sin la protección del Estado, son incapaces de competir y desarrollarse en un mercado abierto.  

El nuevo modelo económico se apoya en la primera generación de la “Teoría del Crecimiento Endógeno”, según la cual la inversión y las ayudas estatales en innovación, capital físico y humano generan un crecimiento sostenido con altos niveles de productividad. Sin embargo, este enfoque se ha visto revisado y rebatido por las investigaciones académicas realizadas en la última década. En ellas se demuestra que la razón para incorporar y estimular la absorción de conocimiento por las empresas, vía nuevas tecnologías, depende críticamente de la competencia en los mercados de factores y de productos. Es la presión competitiva y no la asistencia estatal la que hace posible caminar hacia un crecimiento con altos niveles de productividad (Nicholas Crafts, Industrial Policy, Cambridge University Press, 2007).

Estudios más recientes han demostrado que políticas como las planteadas por ZP terminan incidiendo de manera clara sobre los salarios obtenidos por los trabajadores de los sectores beneficiarios de la ayuda del Estado, mientras que su impacto sobre la productividad de la economía es despreciable. Es algo que ha demostrado con claridad meridiana Austan Golsbee, uno de los asesores económicos de Obama, en su estudio Does Government R&D Policy Mainly Benefit Scientist and Engineers?, American Economic Asociation, 1998). También la OCDE ha demostrado que los países con mercados más libres y competitivos tienen tasas de productividad mayores que aquellos con economías intervenidas.

Nuevas tecnologías y mercado laboral

Lo que, en cambio, resulta ser un factor crítico a la hora de la incorporación de nuevas tecnologías es la flexibilidad y/o la rigidez del mercado laboral. En concreto, la inversión en tecnologías de la comunicación y de la información está estrechamente relacionada con la rigidez del marco laboral, ya que ésta dificulta el proceso de ajuste y reorganización del factor trabajo en las empresas y, en consecuencia, reduce la rentabilidad de la inversión en las tecnologías con una incidencia alta sobre la productividad. Por eso es ridículo pensar que el modelo de crecimiento que le han contado a Zapatero pueda ser practicable sin reformar el marco institucional del mercado de trabajo.

En resumidas cuentas, el “modelo de crecimiento” de nuestro genial Zapatero es hermano gemelo del de Juan Antonio Suances, ilustre presidente que fue del INI franquista, además de ministro de Industria y Comercio, una de cuyas brillantes iniciativas consistió en promover un proyecto de destilación de pizarras líquidas para hacer frente a la falta de petróleo sufrida por España. La única diferencia entre Suances y ZP radica en los sectores estratégicos elegidos. Si antes era la construcción naval, la producción de aluminio, la energía eléctrica, el carbón, los automóviles, etc., ahora hablamos de I+D+i, energía eólica (subvencionada, claro está), economía verde, y por ahí. Viejos perros con nuevos collares.

Aunque probablemente a Zapatero esto le importe un bledo. El “nuevo modelo de crecimiento” cumplió ya su objetivo, que no era otro que dar que hablar durante un par de días y distraer la atención del personal, que se está poniendo muy pesadito con lo del paro. Seguro que sus asesores están ya enfrascados en la búsqueda de una nueva y deslumbrante frase, metáfora, paradoja -que algunos malvados llamarán “chorrada”- con la que sorprender de nuevo a los españoles y dejar al PP fuera de juego. Y mañana será otro día.

Rodríguez Zapatero nos ha obsequiado con una nueva humorada que, bien mirado, viene a cerrar el círculo del estatismo como base de la política económica de su Gobierno. Al keynesianismo macro destinado a combatir la recesión y estimular la economía a base de gasto público y déficit, se le suma ahora el dirigismo microeconómico orientado a planificar desde el poder el mapa económico-empresarial de España. Es el esquema típico del modelo socialdemócrata, que conoció su apogeo en la Gran Bretaña de los setenta y que terminó en el fenómeno de la estanflación. De donde se deduce que nuestro Zapatero campeón ha terminado por abrazarse a la farola de una filosofía de política económica que, además de vieja, no ha funcionado nunca.

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