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Pere Navarro y la encrucijada del PSC
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Pere Navarro y la encrucijada del PSC

El secretario del PSC, Pere Navarro, elegido en diciembre y que en primavera revalidó por tercera vez como alcalde de Terrassa, es realista y ordenado. Ganó

El secretario del PSC, Pere Navarro, elegido en diciembre y que en primavera revalidó por tercera vez como alcalde de Terrassa, es realista y ordenado. Ganó porque trabajó a fondo. Sabía que un congreso no se conquista en los diarios o radios sino pisando agrupaciones. Y que la renovación que quería encarnar -no fue conseller ni diputado en los años de tripartito- necesitaba un amplio consenso de alcaldes y cierto visto bueno del aparato.

Pero el PSC ha sufrido una debacle. Ha perdido la Generalitat, el ayuntamiento emblemático de Barcelona, desde el que Narcís Serra y Pasqual Maragall plantaron cara a Pujol, otros municipios y, por primera vez, las elecciones legislativas. El PSC bajó de 25 a 14 diputados mientras que CiU subía de 10 a 16. Pasó de ganar por 25 puntos (45% a 20%) a perder por 3 (29% a 26). Y cuesta arriba pedalear es duro. Además Pere Navarro no es diputado y no tiene la tribuna del Parlament.

Navarro es un corredor de fondo pero el PSC también está a la defensiva en el campo de las ideas. Durante muchos años la reivindicación del PSC (secundada más o menos por el PSOE) era una amplia autonomía para Catalunya en un esquema federal. Maragall hablaba de federalismo asimétrico frente al nacionalismo autonomista de Pujol. Y la fórmula funcionó (aunque Pujol ganaba las elecciones autonómicas) porque los catalanes, según todas las encuestas, quieren una mayor autonomía en una España federal o autonómica.

El problema es que la sentencia del Constitucional del 2010 dio un golpe mortal al modelo. Un Estatut aprobado por amplia mayoría en el Parlament, corregido y votado por el Congreso y el Senado español, y aprobado luego en referéndum, fue parcialmente anulado tras un recurso de inconstitucionalidad de uno de los dos grandes partidos españoles. Y en el proceso -aparte de errores del PSC, del catalanismo y del PSOE- hubo una campaña anticatalana del PP y un largo interregno de discusión-parálisis de unos magistrados que no se renovaron como tocaba y en un tribunal dominado por golpes bajos.

Curiosamente CiU pacta sin manías con el PPC o con ERC (según convenga) mientras el PSC no se atreve ni a explorar acuerdos con el PPC. Y Alicia Sánchez Camacho sólo contempla el apoyo, o la refriega, con CiU

Además el president Montilla, atacado por la oposición de CiU y presionado por ERC, no acertó a liderar la respuesta. Mientras Carme Chacón decía que la sentencia era buena, Montilla la condenaba y presidía una manifestación de protesta dominada por el independentismo. Lo razonable hubiera sido que el PSC expresara su discrepancia y, mientras garantizaba el apoyo de sus 25 diputados a Zapatero porque el PP no debía capitalizar su relativo éxito o fracaso, inmediatamente retirara a sus ministros y comunicara que Carme Chacón y Celestino Corbacho no volverían al gobierno hasta lograr una solución. Era lo correcto para mantener la bandera del Estatut. Aunque la vía estatutaria, que garantizaba la autonomía de Catalunya en una España plural, había recibido un golpe. Desde entonces se puede afirmar, con argumentos, que se ha demostrado que esta vía no satisface las demandas catalanas.

Lógicamente el nacionalismo ganó de largo las elecciones autonómicas de otoño de 2010. CiU se quedó muy cerca de la mayoría absoluta, que siempre tiene al alcance pactando con ERC. Aunque no pasó lo mismo en las legislativas de noviembre pasado, donde CiU sí logró la primera posición (16 diputados) que junto a los 3 de ERC quedan lejos de la suma de PSC (14) y PP (11). Lo que pasa es que esta suma es hoy imposible. Curiosamente CiU pacta sin manías con el PPC o con ERC (según convenga) mientras el PSC no se atreve ni a explorar acuerdos con el PPC. Y Alicia Sánchez Camacho sólo contempla el apoyo, o la refriega, con CiU.

Lo que sucede es que CiU se ha ganado el estatus de primera fuerza y domina el debate periodístico (otra cosa es la opinión pública). Proclama que la vía estatutaria está liquidada y oscila sin complejos entre un catalanismo razonable que pacta con el PPC, unos congresos independentistas para satisfacer a los militantes (y a muchos dirigentes), y el ensueño de la alianza con ERC. Y Artur Mas, pragmático, sintetiza todo en la demanda de pacto fiscal a la vasca.

El pasado vienes tuvo lugar la segunda cumbre Mas-Navarro y el secretario del PSC salió con una posición lógica. Apoyará toda mejora de la financiación pero no se adherirá a la propuesta de CiU. La batalla será fuerte. Todas las encuestas dicen que Cataluña no es independentista pero que el sentimiento crece, se cree insuficiente el grado de autonomía y el pacto fiscal, que CiU tiende a radicalizar, arrasa. Mas y Navarro se comprometieron a intentar acercar, antes de julio, las posiciones de CiU y el PSC. Sería lo razonable. Y además se precisaría el apoyo del PPC para que el pacto fiscal pueda ser realidad (salvo convulsiones no deseables).

Pero no es seguro que CiU, lanzada quizás al electoralismo, se tome en serio esta negociación. El mismo viernes el portavoz Homs, muy próximo a Mas, afirmó que el acuerdo con el PSC (qué pasa con el PPC?) no es obligado porque CiU ya tiene un acuerdo con ERC e ICV. Es el frente nacionalista -mayoritario en el Parlament y minoritario en el Congreso de Diputados- el método eficaz para lograr el pacto fiscal? ¿O estamos ante unos fuegos artificiales preelectorales?

El secretario del PSC, Pere Navarro, elegido en diciembre y que en primavera revalidó por tercera vez como alcalde de Terrassa, es realista y ordenado. Ganó porque trabajó a fondo. Sabía que un congreso no se conquista en los diarios o radios sino pisando agrupaciones. Y que la renovación que quería encarnar -no fue conseller ni diputado en los años de tripartito- necesitaba un amplio consenso de alcaldes y cierto visto bueno del aparato.