Es noticia
¿Qué ha fallado en la estrategia catalana del PP?
  1. España
  2. Confidencias Catalanas
Joan Tapia

Confidencias Catalanas

Por

¿Qué ha fallado en la estrategia catalana del PP?

El resultado de las elecciones gallegas -éxito del PP en su cuna histórica- blinda a Rajoy ante las conspiraciones internas de su partido. No es poco.

El resultado de las elecciones gallegas -éxito del PP en su cuna histórica- blinda a Rajoy ante las conspiraciones internas de su partido. No es poco. Pero todos los otros pasivos con los que salió de las elecciones de noviembre de 2011  siguen ahí e, incluso, han empeorado. Ya está claro que 2013 va a ser otro año de recesión y los problemas de la financiación de la deuda -aunque menores que el pasado julio, cuando los bonos tenían que pagar más del 7%- no se han resuelto y están pendientes del laberinto del rescate. Y el desenlace de las elecciones vascas ha sido un duro varapalo para los partidos constitucionalistas. El problema que tenía Rajoy con las nacionalidades históricas ha empeorado. En Euskadi se ha evitado lo peor, sólo porque PNV y PSE suman una mayoría absoluta que permite que Urkullu pueda evitar -si quiere- gobernar dependiendo de Bildu. En todo caso, la mayoría nacionalista existe y es fuerte (48 diputados sobre 75), y lo que pase en Barcelona tras las elecciones del 25 de noviembre puede rebotar en Vitoria.

En Cataluña todas las encuestas predicen o una mayoría absoluta de CiU, o una clara mayoría CiU-ERC con la exigencia común de la consulta. Y ello se debe en buena parte al fracaso de la  estrategia del PP respecto a CiU. La razón es el exceso de confianza. Rajoy y Alicia Sánchez Camacho pensaron que Artur Mas tenía dos problemas serios: la falta de una mayoría absoluta para hacer aprobar serios recortes y la necesidad de dinero. Y que ambas cosas le forzarían al entendimiento con Madrid. Se trataba pues de ayudar a Mas a cambio de neutralizar su agenda nacionalista. Y, además, la líder del PPC adquiriría un protagonismo creciente (algo invasor) en la política catalana.

La idea de moderar a CiU ayudándole a suplir su falta de mayoría parlamentaria y los problemas de financiación era correcta, pero vetar la "agenda nacionalista" era forzar a Mas a renuncias que le podían hacer perder a su electorado o incitarle a la huida hacia adelante, que es lo que finalmente ha pasadoEra un análisis favorable al PP, pero bastante realista. El punto débil era que, si se abusaba, podía inclinar a Mas a la rebelión y la huida hacia adelante. Es lo que ha sucedido. Mas pensó que un tercer presupuesto de recortes, junto a una dependencia pública del PP y sin ningún triunfo nacionalista ante sus electores, podía llevarle a la ruina. Y decidió jugar a fondo la exigencia de un pacto fiscal bilateral, a la vasca. Sobre este punto había un amplio consenso en Catalunya tras el fracaso del Estatut y los incumplimientos en la financiación autonómica y en las inversiones del Estado en Catalunya. Y, si no se atendía la reivindicación del pacto fiscal, el terreno estaba libre para unas elecciones anticipadas en las que Mas no sería ya el presidente de los recortes sino el que exigía a España un trato fiscal justo.

Y así ha sucedido, con la salvedad de que la crisis, la radicalización nacionalista y las continuas negativas de los gobiernos de Madrid, comportaron una manifestación independentista de proporciones hace poco impensables el pasado 11 de setiembre. Las armas las carga el diablo y Mas estaba impelido a tomar riesgos elevados. O retroceder, con la posibilidad de ser arrollado por la ola de nacionalismo y malestar creada, o ponerse delante de la manifestación para ganar las elecciones. Ha elegido esta segunda vía y sus perspectivas electorales no son malas. Lo que pasa es que la desafección de Cataluña respecto a España, advertida por Montilla hace casi tres años, se ha multiplicado y el desenlace puede tener costes muy altos tanto para Cataluña como para España.

La idea de respaldar a Mas para moderarlo era correcta. Pero Rajoy y Alicia Sánchez Camacho fueron demasiado lejos. Primero hicieron una exhibición de fuerza -parlamentaria y financiera- que conducía a Mas a la sumisión o a la rebelión.  Y Mas, como Pujol, sabe arriesgar. Segundo, apostaron todo a la carta Mas y no trabajaron entendimientos limitados con otras fuerzas -la Unio de Duran Lleida en primer término pero también el PSC- que  dificultara a  Mas la estrategia rupturista.

Y quizás estos dos errores se deban tanto al “arrojo temerario” que genera la mayoría absoluta (aunque Rajoy no es Aznar) como a una falta de comprensión de la deriva que la colaboración con el Aznar de la mayoría absoluta, la posterior pérdida de la Generalitat tras las elecciones de 2003 y todo el proceso del Estatut han provocado en una coalición, CiU, que hasta 2003 había tenido -programas máximos imaginarios al margen- una praxis autonomista.

El resultado de las elecciones gallegas -éxito del PP en su cuna histórica- blinda a Rajoy ante las conspiraciones internas de su partido. No es poco. Pero todos los otros pasivos con los que salió de las elecciones de noviembre de 2011  siguen ahí e, incluso, han empeorado. Ya está claro que 2013 va a ser otro año de recesión y los problemas de la financiación de la deuda -aunque menores que el pasado julio, cuando los bonos tenían que pagar más del 7%- no se han resuelto y están pendientes del laberinto del rescate. Y el desenlace de las elecciones vascas ha sido un duro varapalo para los partidos constitucionalistas. El problema que tenía Rajoy con las nacionalidades históricas ha empeorado. En Euskadi se ha evitado lo peor, sólo porque PNV y PSE suman una mayoría absoluta que permite que Urkullu pueda evitar -si quiere- gobernar dependiendo de Bildu. En todo caso, la mayoría nacionalista existe y es fuerte (48 diputados sobre 75), y lo que pase en Barcelona tras las elecciones del 25 de noviembre puede rebotar en Vitoria.