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El plan reservado de Artur Mas
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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El plan reservado de Artur Mas

Artur Mas calienta al personal. En los últimos días ha dicho (a El Periódico) que no puede descartar una declaración unilateral de independencia y el domingo,

Artur Mas calienta al personal. En los últimos días ha dicho (a El Periódico) que no puede descartar una declaración unilateral de independencia y el domingo, en una convención de CDC, que David (Cataluña) con su habilidad puede vencer a Goliat (España). Unos días antes había afirmado que el 9 de noviembre –fecha pactada por una mayoría que no llega a los dos tercios del parlamento catalán– pondría las urnas. Es propaganda, calienta al personal, irrita a Madrid que se excita más y le devuelve mal la pelota –hasta El Mundo ha criticado la equiparación de Crimea y Cataluña del ministro Margallo– y crece el sentimiento de desafección mutua. Parece que Mas ha decidido apostar en serio por la independencia. O como mínimo jugar con dicha amenaza hasta el final. ¿Como en la ruleta rusa?

Pero Artur Mas no es ni un aventurista ni ha enloquecido, sino que tomó una opción muy arriesgada (algo irresponsable) sobrevalorando sus propias fuerzas –dentro de Cataluña y en Europa– y minusvalorando lo que es España y el papel de los estados en el orden europeo e internacional. Pero es un hombre ordenado, educado en el colegio Aula de Barcelona, creado por un antiguo profesor del Liceo francés que añoraba el rigor académico y cuya fórmula es educar en el esfuerzo para conseguir la excelencia (José Manuel Lara es otro exalumno). Y en un acto hace dos o tres años, Artur Mas recordó que Rivera (el ya fallecido fundador de Aula) le respondió una felicitación navideña con un consejo: “Mas, no pierda nunca el carácter”.

Hoy el exalumno de Rivera sabe que tiene una asignatura casi imposible –que ha escogido forzado por su voluntad competitiva de echar del poder al tripartito y de no pactar en desventaja con Rajoy– pero que debe llegar hasta el final (sabe que puede morir en el intento) sin perder las mejores bazas. Algo debe intuir Rajoy cuando –en un extraño rapto de sinceridad– dijo: “A ver a quién coge el vértigo antes”.

¿Qué quiero decir? Primero, que Artur Mas no se va a saltar la legalidad, al menos mientras no tenga a todo el pueblo detrás. Está lejos. Ahí están las sucesivas tomas de posición del empresariado: Gay de Montellá (Foment), Fainé (Caixa), Oliu (Banc de Sabadell), Bonet (Freixenet)…Y no sólo es el establishment. En la encuesta de febrero de El Periódico, el 45,2% se calificaba independentista (es muchísimo comparado con lo que pasaba hace poco) pero un 51,6% (en ligero ascenso) afirmaba lo contrario. Convocará pues la consulta pero luego acatará la prohibición. Eso sí, la prohibición generará grandes protestas de los partidos soberanistas y de la llamada Asamblea Nacional Catalana, autoerigida en guardiana de las esencias frente a la ‘flexibilidad’ de los políticos…

Será positivo para Artur Mas. Propaganda independentista. Habrá llamadas patrióticas, grandes frases y alguna palabra gruesa (contra España y los botiflers, los ciudadanos no independentistas) pero los catalanes no son ucranianos y viven con más confort. No son dados a ocupar plazas públicas y si alguien lo hace restará popularidad al proceso. Pero, ¿cómo encauzar la frustración y el malhumor? Muchos creen –dudo que tengan razón– que se deberá ir rápidamente a unas elecciones plebiscitarias.

Y ahí viene mi segunda tesis. A Artur Mas no le interesan porque el único dividendo que sacó de las anticipadas del 2012 (aquellas en las que perdió 12 diputados cuando aspiraba a ganar 6 y obtener la mayoría absoluta) es que las próximas elecciones catalanas –si él no las anticipa– no deben tener lugar hasta después de las españolas de finales del 2015. Y a Artur Mas le conviene esperar porque lo más previsible es que el futuro Gobierno español no tenga la mayoría absoluta. Incluso puede haber un cambio de partido. En todo caso será un Gobierno sin mayoría absoluta y Mas sabe que en ese caso siempre se es mas proclive al pasteleo y a negociar.

Artur Mas no va a violar la legalidad. Tampoco le conviene celebrar elecciones plebiscitarias anticipadas este año o a principios del próximo. Por el contrario, le interesa engordar el sentimiento soberanista en las municipales de mayo de 2015, acumular agravios, y negociar después de las legislativas de finales de ese año, cuando en España no haya ningún partido con mayoría absoluta

Recuerden que tras las elecciones del 96 –las primeras que ganó el PP pero con un resultado inferior al esperado– José María Aznar (al que ahora le gusta enfundarse el uniforme de Viriato, o de Hernán Cortés) no tuvo empacho en declarar (a la televisión de Pujol) que hablaba catalán en la intimidad.

¿Va a tirar Artur Mas por la ventana la ventaja de negociar con un Rajoy disminuido o con otro presidente con menos poder por la irritación del fallido referéndum que, si la sabe encauzar, le favorecerá? Además sabe que hoy por hoy una mayoría independentista es posible, pero tampoco segura. No hay mayoría independentista sin una CiU unida y el 25% de los electores de CiU confiesan que no lo son (encuesta de El Periódico).

Y leo en el El Mundo de ayer, en el artículo de Salvador Sostres, un entrecomillado de Duran i Lleida que dice: “Si votar a CiU significara votar independencia, entonces yo me sentiría obligado a asumir mi responsabilidad, romper con Convergència y presentarme a estas elecciones como candidato de Unió para defender el catalanismo integrador y moderado que siempre hemos defendido”. Duran es un democristiano barroco, de escuela italiana, pero con Sostres parece haberse expresado con claridad castellana.

A Mas no le interesan unas plebiscitarias adelantadas. Y Oriol Junqueras no le va a forzar. Por una parte porque Mas podría aguantar sin ERC ya que ni Rajoy ni Pere Navarro van a forzar un anticipo electoral. Con todo, lo más relevantes es que tampoco creo que le interesen a Oriol Junqueras, que es tan maximalista como cauto y calculador. Si hay riesgo de perderlas, ¿por qué precipitarse? Dirá que se habían tenido que colocar las urnas y protestará…nada más.

Su objetivo es hacer de ERC el primer partido catalán, como Macià, que puso al aviador Ramón Franco en las listas municipales de 1931. Y para ello, Junqueras necesita tener muchos alcaldes en la Cataluña interior y pintar mucho más en el área metropolitana de Barcelona. Las elecciones municipales de mayo del 2015 (sólo seis meses después del fallido referéndum y con las vacaciones de Navidad en medio) son la ocasión. ¿Por qué renunciar al pájaro al alcance de la mano (más alcaldes) por “los ciento volando” (la independencia)?

Y el pájaro en mano puede facilitar “los ciento volando”. Me explico. No sería imposible que tras los obligados días de duelo por el referéndum nonato (o sea de agitación) hubiera una laboriosa y esforzada cumbre de Artur Mas, Oriol Junqueras y Carme Forcadell (la presidenta de la ANC) –y quizás algún otro figurante– de la que saliera un acuerdo patriótico: convertir las municipales de mayo del 2015 en el primer referéndum independentista.

Se trataría de que CiU (con Duran si se asusta de volar sin protección), ERC y otros partidos soberanistas fueran con listas propias a las elecciones (Junqueras querrá contarse y ser el primero, como ya aspira que pase este mayo en las europeas) pero con el pacto firme e irreversible de formar –cuando la aritmética lo permita– mayorías independentistas en todos los ayuntamientos catalanes y que el alcalde fuera el cabeza de la lista soberanista más votada. Y el primer acto de los nuevos consistorios –a poder ser con Barcelona como capital– sería la petición solemne urbi et orbi de independencia.

Entonces se podría esperar en posición de fuerza (si las cosas hubieran salido bien) a las legislativas españolas para negociar después con un Rajoy debilitado. O con su sucesor.

Es sólo un escenario. Mas (y Junqueras) tienen el oficio político para recorrerlo (o buscar una variante), aunque también pueden descarrilar antes. Ese es el desafío al que España se enfrenta. Y ante este desafío son muy poco útiles los argumentos del ministro Margallo (que la pasada semana hizo un sensato discurso en Barcelona sobre la Unión Europea) argumentando como si estuviera ante un Tribunal Internacional que una consulta catalana (que dice que no se va a poder celebrar) sería tan ilegítima como el referéndum de Crimea celebrado con el apoyo de las tropas rusas.

El reto de España no es demostrar la posible ilegalidad internacional de un referéndum catalán sino recuperar el espíritu abierto, la inteligencia política, el santo temor a las aventuras rupturistas y la capacidad de pacto que Adolfo Suárez, Felipe González y Santiago Carrillo tuvieron en la transición. Entonces Cataluña (tuvo dos ponentes constitucionales: Miquel Roca y Jordi Solé Tura) avaló encantada la Constitución. No lo hizo el PNV, con el que luego se supo pactar el Estatuto vasco. Y nos ha ido bastante bien. No se trata de demostrar que Crimea (sin tropas rusas) es inviable, sino que la España de ahora no tiene menos materia gris que la que en 1977 supo poner fin a la dictadura sin romper la legalidad del franquismo. 

Artur Mas calienta al personal. En los últimos días ha dicho (a El Periódico) que no puede descartar una declaración unilateral de independencia y el domingo, en una convención de CDC, que David (Cataluña) con su habilidad puede vencer a Goliat (España). Unos días antes había afirmado que el 9 de noviembre –fecha pactada por una mayoría que no llega a los dos tercios del parlamento catalán– pondría las urnas. Es propaganda, calienta al personal, irrita a Madrid que se excita más y le devuelve mal la pelota –hasta El Mundo ha criticado la equiparación de Crimea y Cataluña del ministro Margallo– y crece el sentimiento de desafección mutua. Parece que Mas ha decidido apostar en serio por la independencia. O como mínimo jugar con dicha amenaza hasta el final. ¿Como en la ruleta rusa?

Artur Mas Oriol Junqueras Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) CiU