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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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¿Qué pasa tras la confesión de Pujol?

Jordi Pujol, presidente de la Generalitat desde 1980 al 2002 y líder indiscutible de CiU, ha sido el gran monstruo político de Cataluña desde la restauración

Foto: El presidente fundador de CiU, Jordi Pujol (i), y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)
El presidente fundador de CiU, Jordi Pujol (i), y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)

Jordi Pujol, presidente de la Generalitat desde 1980 al 2002 y líder indiscutible de CiU, ha sido el gran monstruo político de Cataluña desde la restauración de la democracia. Felipe González tuvo un liderazgo de larga duración y una influencia en la opinión púbica similar en la totalidad de España pero fue siempre sólo el referente de los socialistas, de la izquierda española, mientras que Pujol –como dirigente nacionalista–quiso erigirse en el representante y portavoz de los intereses de la totalidad de Cataluña. Quizás la comparación europea más cercana sea la del general De Gaulle y su partido el RPF (Reagrupamiento del Pueblo Francés,) que tuvo distintos nombres pero que siempre se definió más como un partido nacionalista y patriótico que como de centro-derecha y que en realidad (pese a la existencia de los denominados “gaullistas de izquierdas”) siempre ocupó ambos espacios.

La palanca del “gaullismo” fue el prestigio adquirido por De Gaulle cuando no admitió el sometimiento de la Francia del mariscal Pétain a la ocupación alemana. El del pujolismo de CDC (de la coalición CiU como marca electoral) a la detención y condena por un tribunal militar en 1960 del entonces joven dirigente católico de clase media, Jordi Pujol, por haber organizado los hechos del Palau de la Música: el canto por una parte importante del auditorio de un himno catalanista durante una visita a Barcelona del general Franco.

A la llegada de la democracia Pujol encabezó CiU y ganó seis elecciones catalanas consecutivas (seis) y su partido (tras una interrupción de siete años) todavía gobierna hoy. De alguna manera los gaullistas franceses –con una vida más accidentada– han seguido existiendo en los partidos de Chirac y Sarkozy pero el general De Gaulle se retiró en 1969 tras perder un referéndum y fue hasta su muerte un referente nacional. ¿Qué hubiera pasado si De Gaulle hubiera tenido que admitir que durante un largo periodo de tiempo no había cumplido sus deberes fiscales y sus hijos hubieran sido investigados judicialmente por una conducta económica poco ortodoxa y relacionada con el poder político?

Esa es la pregunta que planea hoy sobre Cataluña tras “la confesión”de Pujol y el ruido (basados en rumores, informes policiales e investigaciones judiciales) sobre la posible fortuna de alguno de sus hijos. ¿Qué influencia tendrá sobre la política catalana el dato –revelado por él mismo el pasado viernes– de que no ya el líder indiscutible de la fuerza dominante sino un referente moral de la sociedad catalana, algo así como el “Padre de la Patria”, ha incumplido reiteradamente sus obligaciones con la Hacienda Pública y en un tributo – sucesiones- en el que la Generalitat tiene plenas competencias? ¿Puede sobrevenir el pujolismo al deshonor de Jordi Pujol? ¿Qué consecuencias tendrá su ostracismo sobre el proceso independentista que había avalado al afirmar que su intento de lograr un autogobierno efectivo de Cataluña dentro de España –el ABC le llegó a distinguir con el título de Español del Año– se había revelado imposible porque España era incapaz de entender a Cataluña?

Naturalmente CDC (Unió mantiene un silencio total) intenta que “la confesión” tenga la mínima repercusión sobre su fuerza electoral y sobre el proyecto independentista que ha abrazado. Así, el president Mas afirmó ayer que Pujol había renunciado a su título histórico de “Molt Honorable” (Muy Honorable), a sus privilegios y estipendios económicos como antiguo presidente y al título de presidente-fundador (con derecho de asistencia y presidencia) de todos los órganos de gobierno de CDC y de CiU. La estrella ascendente del partido, Josep Rull, habla de la necesidad de “refundar” el partido y algunos comentaristas próximos (CDC ha sido el “comedero” de destacados “comunicadores” que pontificaban sobre lo que convenía a Cataluña) han apostado por “matar al padre”.

El siempre moderado y afable Xavier Trias, alcalde de Barcelona y que ha hecho toda su larga carrera (conseller relevante, jefe del grupo parlamentario en Madrid y alcalde) a su sombra, no dudó ayer en afirmar que “lo que Jordi Pujol tiene que hacer es desaparecer y renunciar a todo”. ¿Puede vivir Jordi Pujol en Barcelona mientras su partido le repudia? ¿Le está señalando la puerta del exilio? ¿Cómo afectarán a CDC los próximos pasos judiciales? Hay todavía demasiadas incógnitas pero algunas cosas parecen claras.

Primera. La refundación de CDC es la única salida posible pero no será fácil. Unió calla. Matar al Padre (inevitable) es siempre complicado y –si no se acierta en la proporción- puede recibir el castigo de los Dioses. Mas es –como reconoce él mismo- un hijo político de Pujol que lo eligió como sucesor y Oriol Pujol era hasta hace quince días, aunque ya tocado por el caso ITV, el posible heredero. Toda CDC y su esfera cultural de influencia ha bebido en el pujolismo. ¿Una refundación más nacionalista como parece que quiere Rull –enterrando la astucia y el pragmatismo de Pujol– no sería un catalizador de la ruptura con Unió y del cisma con el establishment catalán? ¿Puede CDC transitar hacia un partido enfrentado al mundo económico?

Segunda. CDC ya estaba sufriendo –desde que Mas abrazó el independentismo– una erosión electoral. En el 2010 (para echar al tripartito) tuvo 62 diputados, seis menos que la mayoría absoluta, un resultado mediocre en comparación con los buenos tiempos del pujolismo. En el 2012 –elecciones anticipadas– bajó a 50 y ahora las encuestas le dan entre 31 y 35 y sitúan a ERC en primera posición. Es posible que el descrédito acelere el éxodo de los votantes más independentistas hacia ERC. Y que los más moderados (y temerosos de la ruta hacia lo desconocido) se inclinen hacia alguna fórmula menos radical. ¿El nuevo partido que Duran parece estar preparando? ¿El PSC de Iceta que haga un llamamiento a toda la izquierda y el centro-izquierda para forzar un cambio en la relación con España?

Tercera. Estas fórmulas de tercera vía (la centrista de Duran y la socialdemócrata de Iceta) pueden tener expectativas de recoger electores catalanistas que no quieran ir a remolque de ERC como fuerza dominante pero sus expectativas estarán condicionadas por la reacción de los dos grandes partidos españoles. Si Rajoy no se mueve nada, Duran (e Iceta en menor medida) pierden credibilidad. Si Pedro Sánchez continúa en su línea de decir que no es el tiempo de levantar muros sino de pactar cambios y reformas (incluida la Constitucional), el PSC puede ganar credibilidad. ¡Pero quién le escribió eso de amalgamar violencia de género (un delito) e independentismo (una opción política)!

Cuarta. Artur Mas tenía ya muy complicada la gestión de la no consulta tras el 9 de noviembre. Ahora lo tiene todavía más difícil. Es evidente que unas elecciones anticipadas en plena crisis por el exilio interior (¿o exterior?) de Pujol podrían ser una aventura suicida pero el plan de invitar a ERC (no digamos ya a ICV) a un gobierno de concentración para preparar unas elecciones plebiscitarias después de las españolas (a principios del 2016) parece todavía menos factible que antes del pasado viernes. Duran está desaparecido y callado (de vacaciones o mirando el tablero de ajedrez) pero a la hora de escribir esta crónica Oriol Junqueras todavía no ha dicho esta boca es mía.

Quinta. Para el proceso independentista la confesión de Pujol es muy mala noticia. El catalanismo independentista pierde un referente moral sustantivo. Pero el proceso se ha alimentado tanto o más de la incomprensión de la derecha española (y el aturdimiento del PSOE ante los ataques al Estatut) que de la fuerza independentista. Creer que el problema catalán ha desaparecido con la confesión de Pujol es un error mayúsculo en el que algunos sectores españoles pueden caer con gran entusiasmo. No es así. El problema seguirá, con más o menos fuerza si la fuerza, mayoritaria hoy en España –Rajoy en primer lugar– no acierta a reconducir la situación.

Queda por hacer un balance de la figura de Jordi Pujol. Hoy es el malo de la película pero –errores y simpatías aparte– creo que su impronta en la política catalana (y en la española) ha tenido –mientras gobernó– elementos positivos. El principal, contribuir a la gobernabilidad de España con los últimos gobiernos de Felipe González, con el primer Gobierno Aznar y en mayo del 2010, cuando al PP le interesaba más el desastre de Zapatero que le preocupaba el rescate de España. Claro que CiU (Pujol ya no cortaba el bacalao en el 2010) buscó siempre contrapartidas pero eso es lo que hacen todos los partidos bisagra en toda la Europa democrática. Y que CDC sea un partido bisagra y nacionalista a la vez no es culpa de nadie. Es la realidad de la España real.

Alguien dice que lo de Pujol descalifica a la clase dirigente catalana que le apoyó. Bueno, en la misma medida que el caso Bárcenas a la española.

Jordi Pujol, presidente de la Generalitat desde 1980 al 2002 y líder indiscutible de CiU, ha sido el gran monstruo político de Cataluña desde la restauración de la democracia. Felipe González tuvo un liderazgo de larga duración y una influencia en la opinión púbica similar en la totalidad de España pero fue siempre sólo el referente de los socialistas, de la izquierda española, mientras que Pujol –como dirigente nacionalista–quiso erigirse en el representante y portavoz de los intereses de la totalidad de Cataluña. Quizás la comparación europea más cercana sea la del general De Gaulle y su partido el RPF (Reagrupamiento del Pueblo Francés,) que tuvo distintos nombres pero que siempre se definió más como un partido nacionalista y patriótico que como de centro-derecha y que en realidad (pese a la existencia de los denominados “gaullistas de izquierdas”) siempre ocupó ambos espacios.

Jordi Pujol Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) CiU Artur Mas