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Mis recuerdos de Boyer, el economista científico que pasó de González a Aznar
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Joan Tapia

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Mis recuerdos de Boyer, el economista científico que pasó de González a Aznar

Miguel Boyer, un hombre clave en la consolidación de la democracia como ministro de Economía del primer gobierno socialista, ha fallecido a los 75 años en Madrid

Foto: El exministro de Economía, Miguel Boyer (Gtres)
El exministro de Economía, Miguel Boyer (Gtres)

Miguel Boyer, un hombre clave en la consolidación de la democracia como ministro de Economía del primer gobierno socialista, ha fallecido a los 75 años en la clínica Ruber Internacional pasadas las doce del mediodía. La noticia ha caído como un mazazo para todos los que tuvimos una relación estrecha con él. En mi caso, fui su asesor en el primer gobierno de Felipe González, entre los años 1983 y 1985, y le recuerdo como un economista-físico, riguroso, frío y con convicciones firmes. Él fue quien puso en marcha una política monetaria y presupuestaria de rigor en este país y el que expropió Rumasa.

Nacido en el exilio en 1939 (su abuelo materno fue ministro de Manuel Azaña), se adhirió a la ASU (Agrupación Socialista Universitaria) para luchar contra la dictadura. Licenciado en Físicas, trabajó en el Consejo de Seguridad Nuclear del que fue expulsado tras una detención. Entonces estudio Económicas, aunque siempre estuvo seducido por el rigor de la física y con aversión a mezclar la economía con el género literario.

“Empolló” la realidad desde el servicio de estudios del Banco de España, dirigiendo el del Instituto Nacional de Industria (el holding del franquismo) cuando lo presidía Claudio Boada, y el de Explosivos Río Tinto (cuando Leopoldo Calvo-Sotelo era consejero delegado).

Boyer compaginaba su profesión con la vida de un PSOE clandestino y desorganizado, en el que siempre encarnó una línea moderada. Cuando “Isidoro” (nombre de Felipe González) llega a Madrid en el 74, tras el congreso de Suresnes, se convirtió en un consejero próximo, aunque la radicalización del PSOE le lleva a abandonarlo y a unirse al partido de Paco Fernández-Ordóñez, del que se separa cuando se integra en UCD. Vuelve al PSOE y es elegido diputado por Jaén pero dimite poco después. La vida del diputado le aburría.

En el 82, Felipe González gana con mayoría absoluta en plena crisis, no quiere aventuras – Mitterrand, que había ganado en Francia en el 81, tuvo que hacer marcha atrás en las nacionalizaciones tras tres devaluaciones del franco- y llama a Boyer para que se haga cargo de la economía. Era ya un gobierno de casi-coalición: estaban los felipistas (Joaquín Almunia, Javier Solana, José Antonio Maravall…), el aparato del partido, populista y encabezado por Alfonso Guerra, y los social-liberales (Boyer y Solchaga). Felipe basculaba entre la necesidad de que la economía no naufragara y la de que el partido no se rompiera, máxime cuando la UGT de Redondo mostraba malhumor. Por eso, en el verano del 85, cuando Boyer plantó cara a Guerra y la economía ya salía de la crisis, Felipe optó por el vicepresidente: le necesitaba para ganar el referendo de la OTAN.

En buena parte, el primer gobierno socialista no naufragó gracias a Boyer, cuyo mensaje y política inspiró confianza. Hay que recordar, por ejemplo, sus decretos de libertad de horarios comerciales y de alquileres –corregidos tras su dimisión-, que luego nadie se ha atrevido a recuperar.

Su salida enturbió la relación con Felipe y le ahuyentó del PSOE. En el 96 apoyó a Aznar. Era un social-liberal y no le asustaba la alternancia. Además, su sentido de Estado (español) estaba muy por encima del 'patriotismo' de partido o de clan. Y Aznar le llegó a impresionar: “Es un poco rudo pero acierta, la democracia no le tiene que agradecer a ETA que deje de matar, sólo es su obligación”, me comentó una vez. Pero la guerra de Irak le distanció y en los últimos años defendió la política de Zapatero, en especial su giro hacia el rigor y su cuidado con los sindicatos: “Es un gobierno débil, si rompe con ellos está acabado. Además la reforma laboral es necesaria pero no es lo mas urgente”, comentó en la primavera del 2010.

Ante el optimismo de muchos –me incluyo entre ellos– con el euro, recuerdo su prudencia: “Perder la soberanía sobre el tipo de cambio es muy arriesgado”, repetía. Y últimamente decía que ni España ni Europa calibraron bien las consecuencias de la moneda única. Y citaba el aviso que le hizo Paul Samuelson, el gran keynesiano de Harvard: “Se van ustedes a meter en la cama con un orangután (Alemania)”. Y ahí estamos.

Miguel Boyer advirtió de los peligros del euro y en una telegráfica declaración dijo que “había que reducir el déficit pero el ritmo que marca Alemania lleva a la recesión. Y la recesión manda al paro a gente preparada y cierra empresas. Resultado: menos ingresos y más déficit. Hay que romper este círculo vicioso para volver a crecer. Si no lo hacemos entraremos en una espiral terrible”.

Miguel Boyer, un hombre de ciencia más que de fe, descanse en paz.

Miguel Boyer, un hombre clave en la consolidación de la democracia como ministro de Economía del primer gobierno socialista, ha fallecido a los 75 años en la clínica Ruber Internacional pasadas las doce del mediodía. La noticia ha caído como un mazazo para todos los que tuvimos una relación estrecha con él. En mi caso, fui su asesor en el primer gobierno de Felipe González, entre los años 1983 y 1985, y le recuerdo como un economista-físico, riguroso, frío y con convicciones firmes. Él fue quien puso en marcha una política monetaria y presupuestaria de rigor en este país y el que expropió Rumasa.

Miguel Boyer Política