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Dos incógnitas sobre Cataluña
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Joan Tapia

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Dos incógnitas sobre Cataluña

Una. ¿Por qué baja el independentismo, pero sigue ganando las elecciones? Dos. ¿Aprovechará Rajoy la salida de De Guindos para nombrar ministros catalanes?

Foto: El presidente del Parlament Roger Torrent. (EFE)
El presidente del Parlament Roger Torrent. (EFE)

La crisis catalana sigue. El independentismo —dividido entre pragmáticos y legitimistas— no acaba de lograr un pacto interno para formar gobierno. Y el pleno del parlamento catalán del jueves —si todavía no hay acuerdo— será movido.

Detecto una ligera pulsión hacia la sensatez, pero los últimos días la parálisis española y catalana ha rayado en el despropósito. Ifema, donde el PP madrileño manda, ordenó retirar de ARCO, feria de arte contemporáneo, una obra sobre presos políticos en España. El desprecio a lo que es el arte actual —muchas veces una provocación— e incluso la libertad fue tan clamoroso que la misma Ifema tuvo que pedir disculpas mientras Íñigo Méndez de Vigo, sacrificado ministro portavoz y de cultura, aseguraba que el Gobierno no tenía nada que ver con el asunto.

El viernes en Barcelona, en la celebración del patrono de los abogados, el presidente del parlamento catalán, Roger Torrent, que quería "recoser" Cataluña y que ha frenado las iniciativas para una investidura ilegal de Puigdemont, condenó la existencia —a su juicio— de presos políticos. La cúpula judicial lo interpretó como una falta de respeto a las instituciones del Estado y se sintió obligada a abandonar el acto. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, aguantó mientras la decana del Colegio de Abogados, María Eugenia Gay, hija del que fue vicepresidente del Constitucional, reprochaba a Roger Torrent su actitud. Y el sábado el GGPJ, con prontitud judicial, censuró la actitud del presidente del parlamento catalán. ¿Vale?

El lunes se inaugura en Barcelona el Congreso Mundial del Móvil, vital para Barcelona, y parece —no me lo quiero acabar de creer— que la alcaldesa de Barcelona hará algún desplante a Felipe VI. Ya escribí que el Rey, en su famoso discurso, quizás no había valorado lo suficiente la relevancia de su papel arbitral, pero el incívico y estúpido gesto de Ada Colau es la máxima demostración de que no vamos bien y que la parálisis —Ximo Puig ha dicho que la política catalana está generando una hegemonía abrasiva sobre la española— puede degenerar en cosas peores. Atención al asunto de los presos políticos, o de los políticos presos, dos distintas formas de calificar la situación actual de cuatro conciudadanos, porque puede generar toneladas de crispación en los próximos meses.

El rechazo a la independencia crece trece puntos pero los catalanes aprueban la victoria separatista del pasado 21 de diciembre

Pero vamos a las dos incógnitas de la política catalana y española que hoy me preocupan: la encuesta del CEO y las intenciones de Mariano Rajoy. La encuesta del CEO, el CIS de la Generalitat, que sigue operando con total normalidad pese al 155, dice algunas cosas sustanciales pero contradictorias. La primera es que desde octubre pasado ha caído de forma sensible, del 48,7% al 40,8% (ocho puntos), el apoyo a la independencia mientras que el rechazo ha subido nada menos que trece puntos, del 40,8% al 53,9%. En una cuestión que siempre estaba bastante empatada, ahora se destaca el no a la secesión que por primera vez supera el 50%.

Además, es también la primera vez que los encuestados muestran mayor preferencia porque Cataluña sea una CCAA de España (36,3%) que por ser un estado independiente (32,9%) y además hay un 19,4% que preferirán que fuera un estado federado dentro de España y un 6,6% que se sentirían más cómodos como una región.

placeholder Mariano Rajoy. (EFE)
Mariano Rajoy. (EFE)

Es indudable que estas respuestas, a mediados de enero, indican una evolución hacia el realismo de la sociedad catalana. Pero entonces, ¿por qué los resultados de las elecciones de diciembre, en los que el secesionismo conservó la mayoría absoluta? Y ¿por qué los encuestados muestran una satisfacción relativa (5,33 en una escala de 0 a 10) con esos resultados?

Es un auténtico misterio. En una primera interpretación se podría pensar que el voto a formaciones independentistas no representaría ya tanto —o solo— un apoyo decidido a la secesión sino una forma de protestar contra lo que se ve como una actitud poco receptiva del gobierno de Madrid. ¿Independentistas solo para protestar? ¿Tendrían algo que ver los "políticos presos" con el resultado? Habrá que volver sobre el asunto.

¿Por qué Rajoy, pese a la situación límite, no ha recurrido a gente de talante moderado de la sociedad civil catalana?

El otro misterio es el de Rajoy. Es evidente que el líder del PP minusvaloró durante demasiado tiempo la crisis catalana pero también es cierto que el pasado otoño reaccionó con tiento y sensatez al aplicar un 155 'light', pactado con Pedro Sánchez y con Albert Rivera, y al convocar elecciones catalanas en el plazo más mínimo posible, 55 días. Ahora con la forzada dimisión de Luís de Guindos para ir a la vicepresidencia del BCE, que indica un cierto éxito de la política económica, tiene una oportunidad para intentar insuflar aire nuevo a una legislatura que evoluciona mal y en la que la crisis catalana —como advierte Ximo Puig— tiene una hegemonía abrasiva.

Me atrevo a escribir que lo debe estar meditando. No se entiende sino por qué la sustitución de un ministro de Economía, que podía y debía tener resuelta desde hace alguna semana, está tardando tanto. Bastante más de lo que esperaba el ministro. Rajoy debe estar rumiando algo, a no ser que nombrar un ministro de Economía de centro-derecha se haya convertido en un desafío titánico. Me inclino a pensar —y lo desearía— que lo que exige algo más de tiempo es una remodelación amplia que afecte a cuatro o cinco ministerios. Y este recambio para la segunda parte de la legislatura debería implicar —aparte del cese de algunos ministros que han demostrado no estar al nivel necesario, como el titular de Interior— la incorporación de uno o dos representantes de la sociedad civil catalana —a ser posible no militantes de ningún partido— que pudieran contribuir a desbloquear conflictos.

Foto: La irrepetible imagen del MWC de 2017, con Puigdemont, Colau y el rey Felipe VI. (EFE)

Para Rajoy que —en eso no falla— asiste cada año a las jornadas de Sitges del Círculo de Economía y que hace poco estuvo en la cena anual del Foment, en la que saludó al 'exconseller' Santi Vila que fue un preso político 24 horas, no sería difícil encontrar esos nombres. En todo caso sería extraño que no aprovechara la salida de De Guindos —por cierto un ministro que acepta invitaciones, en momentos de tensión, para discutir de economía y política en la Costa Brava— para tomar alguna decisión significativa que intentar acercar posiciones.

Rubalcaba y Santi Vila en la granja

En la London School of Economics —y con la máxima pluralidad— se están celebrando una serie de coloquios sobre la crisis catalana. En España, ni en Madrid ni en Barcelona, pasa nada similar. Pero hay algunas excepciones. En el IV Encuentro Intergeneracional de la Granja —promovido por el desaparecido Manuel Rodríguez Casanueva— se va a tocar el próximo fin de semana la cuestión catalana con la participación de dos políticos en ejercicio (al menos hasta hace poco) y de signo muy diferente como Alfredo Pérez Rubalcaba, el siempre inteligente dirigente del PSOE —incluso cuando no acierta—, y Santi Vila, que fue 'conseller' del gobierno Puigdemont hasta pocas horas antes de la declaración de independencia (no se debió creer eso de que era simbólica que ahora predica Artur Mas). El coloquio —reservado a la centena de participantes y sometido a las reglas de Chathman House (no citación salvo autorización expresa)— será moderado por Antón Costas y también estarán en la mesa el constitucionalista, Santiago Muñoz Machado, y José Rosiñol, presidente de Sociedad Civil Catalana.

Está bien que La Granja discuta, como en años pasados, de la crisis catalana. Claro, junto a otros de gran relevancia como el primer año de la presidencia Trump en Estados Unidos (Anthony Gardner y Emilio Lamo de Espinosa); Alemania, Francia y el euro (Pierre Moscovici y Joaquín Almunia), o los retos de la movilidad y la inmigración en Europa (Joaquín Arango y Carmen Pérez).

Quizás, entonces, el próximo fin de semana, sabremos si Rajoy le ha sabido sacar todo el jugo posible a la dimisión de De Guindos. Si ha decidido que hay ocasiones —aunque sean pocas— en las que lo inteligente y conveniente es no hacer de Rajoy.

La crisis catalana sigue. El independentismo —dividido entre pragmáticos y legitimistas— no acaba de lograr un pacto interno para formar gobierno. Y el pleno del parlamento catalán del jueves —si todavía no hay acuerdo— será movido.

Mariano Rajoy Parlamento de Cataluña