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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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La vuelta al cole

El nuevo equipo de Pedro Sánchez está afrontando su labor en un clima de cierta normalidad. Quizá porque es el Gobierno de un presidente que ha sabido sorprender

Foto: Varios niños, a su llegada al colegio. (EFE)
Varios niños, a su llegada al colegio. (EFE)

Tras casi 20 días de gran agitación política, estamos volviendo a cierta normalidad. Las instituciones han funcionado bien en el primer cambio de Gobierno que ha surgido de una moción de censura y no de unas elecciones generales. La normalidad ha sido incluso mucho mayor que en 2015 y 2016, cuando fueran necesarias dos elecciones sucesivas para sacar con fórceps una investidura. Y España —y Cataluña— está asumiendo el cambio sin dramatismo y sin demasiados aspavientos. Los socialistas están contentos. Los conservadores, precavidos. La mayoría, expectante, pero nada alarmada. Los independentistas se empiezan a interrogar.

El lunes por la noche me encontré en la inauguración del nuevo restaurante del chef Xavier Pellicer a uno de los economistas catalanes más lúcidos. No teoriza, gestiona patrimonios: “Estoy más bien esperanzado, con cautela. Rajoy ha gestionado bien la economía, pero no exageremos. Con los vientos de cola de los tipos de interés, el petróleo barato y la recuperación mundial. El 155 fue inevitable, pero su actitud respecto a Cataluña cuando el Estatut y su mayoría absoluta no fue la inteligente. Su Gobierno estaba agotado, por eso ha caído. Hay riesgos, pero se abre una nueva página. ¿Por qué tiene que ir mal?”.

Unas 12 horas después, este martes por la mañana, asisto a la conferencia de Jose Luis Bonet, presidente de la Cámara de España, de Freixenet y de la Fira de Barcelona (en prórroga), en Nueva Economía Forum. Empieza agradeciendo a Mariano Rajoy la devaluación interna realizada que permitió que España saliera de la crisis y la aplicación con prudencia del artículo 155, que ha sido positiva para Cataluña y para España. La Cámara de España ha aumentado la previsión de crecimiento del 2,4% al 2,7%. Espera tener que volver a subirla y que el paro baje del 15%. Lo más relevante es la internacionalización y la exportación (hay ya 50.000 empresas exportadoras). Del nuevo Gobierno destaca la presencia de Josep Borrell (una garantía para España y para Europa) y de Nadia Calviño, promesa de solvencia económica. Recomienda a Pedro Sánchez cautela, que no haga demasiados experimentos, y le desea “éxito, porque su éxito será el de todos nosotros”. España ha superado la crisis. El gran riesgo es que hay déficit de los consensos convenientes y necesarios.

Una gran apuesta es no separarse de la política económica del euro para asegurar la continuidad del actual ciclo expansivo

Creo que estos dos testimonios son representativos de cómo está asumiendo una parte significativa de la clase dirigente el cambio político. Sin alarma, con más o menos reservas o esperanzas. Se diría que España y el nuevo Gobierno están en el día de la vuelta al cole. Es lo que toca. Para los empresarios, el nuevo profesor, Pedro Sánchez, es una novedad (y alto). Estaban acostumbrados a Rajoy y escrutaban a Albert Rivera. Sánchez les ha sorprendido con su irrupción, y favorablemente con su Gobierno. Querrían que fuera verdad lo que dijo José Luis Ábalos, el político más próximo a Pedro Sánchez, el pasado domingo en el 'ABC': “Se ha querido hacer un Gobierno plural. Un gesto a todo el país y no un gesto dirigido solo al partido”. Sánchez ha sabido resucitar y captar la dirección del viento. Son cosas que los empresarios valoran. Su Gobierno es plural y busca complicidades muy diversas. Hay PSOE añejo (Borrell, Carmen Calvo) y PSOE neo (Ábalos, Carmen Montón). Respecto a Cataluña, hay garantía de imperio de la Constitución (Carmen Calvo, Margarita Robles y Josep Borrell) y clara voluntad de diálogo (Meritxell Batet y la complicidad con el PSC).

En economía, hay dos cosas claras. La apuesta es por la continuidad del ciclo expansivo, lo que exige sintonía con la política económica del euro y por lo tanto no están ni los gurús izquierdistas del partido, como Manuel Escudero, ni diputados actuales. El tiempo es otro y se opta por Nadia Calviño, actual directora general de Presupuestos de la UE, por Luis Planas, un veterano europeísta, y por María Jesús Montero, la consejera andaluza que es médica, pero sabe cuadrar presupuestos. ¿Es Sánchez algo discípulo de Rajoy? No hay vicepresidente económico. Montoro y Guindos han sido relevados por Montero y Calviño. El presidente arbitrará.

Y tendrá que hacerlo también entre el equipo económico (ortodoxo) y los ministerios más sociales, como los de Carmen Montón (Sanidad), Trabajo (Magdalena Valerio) y Educación (Isabel Celaá). Y de cómo sepa arbitrar entre la ortodoxia económica y la agenda social dependerá el éxito o el fracaso. Parece que la comisión delegada de Asuntos Económicos la presidirá Nadia Calviño (liberal) pero la vicepresidenta es Carmen Calvo (socialismo andaluz). El presidente decidirá.

El recurso a sensibilidades muy distintas que serán arbitradas desde Moncloa es la principal característica del nuevo Gobierno

Estamos ante un Gobierno muy presidencialista. La Justicia —y no solo por los políticos presos catalanes— es una de las grandes asignaturas. Y aquí Pedro Sánchez puede (y piensa) recurrir y arbitrar entre tres escuelas muy distintas. Primero, la de la ministra de Justicia, Dolores Delgado (fiscalía progresista), luego —pero no menos relevante— la de Fernando Grande-Marlaska, magistrado de tendencia más bien conservadora, propuesto por el PP para el órgano de gobierno de los jueces, escrupuloso y con buena imagen entre las fuerzas de seguridad. Finalmente, ahí está Margarita Robles, que aunque dedicada al ejército y al CNI, es desde hace muchos años un referente de la judicatura progresista, pero no de la misma cuerda que la ministra de Justicia. Y Robles no sabe estarse callada.

¿Qué pinta Grande-Marlaska en un Gobierno socialista? ¿Garantía de no instrumentalización del Ministerio del Interior tras las polémicas etapas de Fernandez Díaz y Zoido? ¿Está porque tiene autoridad para hacer gestos —si resulta conveniente— que no podrían hacer, por ejemplo, Odón Elorza e incluso Patxi Lopez? Solo Sánchez lo sabe, pero el recurso a sensibilidades diferentes que necesitarán ser arbitradas desde Moncloa es quizá la característica principal de este Gobierno. Con gestos originales como el nuevo ministro de Cultura (me declaro incompetente para encuadrar) o —más relevante— que de la portavocía no se ocupen una vicepresidenta con ambición (Fernández de la Vega o Sáenz de Santamaría) o un político de primera (Javier Solana o Rubalcaba), sino una veterana consejera de Educación del País Vasco, de 69 años y con fama de seria y competente.

Estamos ante un Gobierno Sánchez, y con él las sorpresas serán la única certeza. Ya estamos viendo una —encomiable y brillante, pero no sin riesgos— en la acogida de inmigrantes en pleno Mediterráneo.

'The Economist' dice que los españoles debemos dar las gracias a Rajoy y que España está mejor que Italia gracias a su gestión

Rajoy se ha ido del Gobierno y del partido. Es interesante el último editorial de 'The Economist'. El semanario británico, que es referente del 'establishment' mundial y que vende mas ejemplares fuera de Reino Unido que dentro, acaba diciendo que “los españoles deben dar muchas gracias a Rajoy”. El editorial no ahorra críticas a la corrupción y dice que Sánchez está mejor situado para “explorar soluciones en Cataluña”, pero atribuye a Rajoy el gran mérito de haber sabido salir de la crisis mejor que Italia. “España tuvo una crisis más fuerte en 2008, la burbuja inmobiliaria provocó una fuerte crisis bancaria y causó un paro masivo que llegó al 26%. España fue rescatada por los socios europeos (no compre la propaganda de que no hubo rescate) mientras que Italia no lo necesitó. Pero pese a estos problemas, o mejor dicho gracias a ellos, España ha tenido una mejor recuperación. Ha reducido el déficit presupuestario, saneado sus bancos y liberalizado su mercado laboral. Gracias al crecimiento, superior al 3% desde 2015, el PIB español está por encima del de antes de la crisis. Por el contrario, Italia ha sido lenta en reaccionar a las pérdidas de sus bancos y las reformas laborales han sido tímidas. Su recuperación es de las más débiles de Europa (…) La diferencia es el liderazgo político (…) Cuando [Rajoy] se va, su país está mejor que Italia, no solo en economía sino también políticamente. El gran problema de Italia es que el electorado ha perdido confianza en los partidos centrales (…) la mitad de los votos en las elecciones de marzo han ido a partidos extremistas (…) En España, los partidos tradicionales también han sufrido el ataque de los nuevos, pero España no tiene un significativo movimiento de la derecha nacionalista y populista, al contrario que Italia, Francia y otros (…) y la tolerancia ante los refugiados e inmigrantes ha sido un gran éxito de la democracia española”. Para 'The Economist', parte de esta mejor situación política se debe a la gestión económica de Rajoy.

En España, lo normal (que no lo sano) es hacer leña del árbol caído. Felipe González —tan atacado por el 'agit-prop' de Aznar— lo sufrió en 1996. El editorial de 'The Economist', que no es preciso suscribir entero, puede ayudar a aminorar este vicio nacional. La democracia española tiene grandes defectos, pero funciona mejor que otras y puede que los partidos clásicos estén sabiendo resucitar. Pedro Sánchez lo tiene que demostar ahora. Y el PP debe saber elegir un nuevo líder que represente algo más que un pacto gris de las ambiciones e intereses de sus clanes dominantes que, como se está viendo con las sentencias de la Gürtel, son todo menos ejemplares.

Tras casi 20 días de gran agitación política, estamos volviendo a cierta normalidad. Las instituciones han funcionado bien en el primer cambio de Gobierno que ha surgido de una moción de censura y no de unas elecciones generales. La normalidad ha sido incluso mucho mayor que en 2015 y 2016, cuando fueran necesarias dos elecciones sucesivas para sacar con fórceps una investidura. Y España —y Cataluña— está asumiendo el cambio sin dramatismo y sin demasiados aspavientos. Los socialistas están contentos. Los conservadores, precavidos. La mayoría, expectante, pero nada alarmada. Los independentistas se empiezan a interrogar.

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