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Joan Tapia

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El independentismo pierde la brújula

La huelga de hambre de Jordi Sànchez (sin ERC) y la pelea de los posconvergentes por la candidatura al Ayuntamiento de Barcelona prueban una gran desorientación

Foto: El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, el candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, Francisco Serrano, y el presidente, Santiago Abascal, tras conocer los resultados en las elecciones andaluzas. (EFE)
El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, el candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, Francisco Serrano, y el presidente, Santiago Abascal, tras conocer los resultados en las elecciones andaluzas. (EFE)

Hace semanas que insisto en que el independentismo —en especial su variable puigdemontista— ha perdido la brújula de navegar. Pero la situación en Cataluña —de la que el secesionismo no es el único culpable— está socavando los fundamentos de la democracia española.

El derrumbe del PSOE en Andalucía —que sigue siendo el primer partido, o sea, aquel al que correspondería gobernar según predicaba Mariano Rajoy— tiene múltiples causas. Una de ellas es que gobernaba desde 1981 y el poder también desgasta. Sin olvidar la corrupción y el caso de los ERE. Otra, el aumento reciente de la inmigración que en toda Europa hace que una parte del electorado mire a la derecha.

Pero que la protesta contra el PSOE no haya beneficiado al PP (que ha perdido 316.000 votos frente a los 402.000 del PSOE) ni a Adelante Andalucía (Podemos), que ha perdido también 282.000 y quería ser la alternativa de izquierda, sino que haya beneficiado a Cs (289.000 votos más) y sobre todo a Vox (377.000 más) indica que la crisis catalana ha tenido mucho que ver. Cs hizo de la oposición al independentismo, con éxito, el eje de su campaña catalana de diciembre pasado y Vox lo ha erigido en el tema central de su campaña andaluza, hasta el punto de propugnar no ya otro 155 sino la supresión de las autonomías.

Las exageraciones del PP y Cs y el miedo al independentismo son las principales causas del gran resultado de Vox en Andalucía

¿Quién es el culpable de que la crisis catalana haya beneficiado más a Vox que a nadie? Los primeros responsables son el PP y Cs. Si se pinta una situación en Cataluña tan catastrófica y de violencia separatista que exige la aplicación inmediata de otro 155 más contundente —que no corresponde con la realidad—, no es extraño que los sectores más asustados de la derecha se inclinen por quien propone soluciones más simples y contundentes (aunque sean contraindicadas).

También es cierto que el Gobierno de Pedro Sánchez, que tuvo una gran acogida y que quiere gobernar, es difícilmente compatible —excepto muy a corto plazo— con una teórica mayoría Frankenstein (con los independentistas que quieren romper España). Y todavía más cuando la mayoría Frankenstein no existe en la realidad pero sí es un arma de propaganda de la derecha. La prueba es la negativa de ERC y PDeCAT a votar los Presupuestos de 2019 sin temor a mezclar sus votos con los del PP y Cs.

Sánchez se equivocó al no disolver e ir a elecciones anticipadas después del verano, cuando las encuestas le daban unos 130 diputados (ahora tiene 84) y habría podido gobernar con mayor respaldo popular y parlamentario. La desinflamación habría sido así revalidada en las urnas (si ganaba, claro).

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Pero es evidente que la proclamación de la independencia hace un año, la revalidación de la mayoría absoluta independentista el 21-D y la formación de un Gobierno Torra, que dice que no renuncia a la unilateralidad bajo los gobiernos de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez, no puede dejar de inquietar a muchos electores españoles. A la explosión del independentismo y la profusión de esteladas en los balcones catalanes ha seguido —es difícil que no fuera así— una reacción del nacionalismo español y la aparición súbita de banderas españolas en muchas ciudades del resto de España.

El independentismo no ha cesado de denunciar que en la campaña andaluza se hablara demasiado de Cataluña y ahora —tras los resultados— afirma que no tiene ninguna responsabilidad y que el ascenso de Vox es solo culpa del PP, de Cs y del PSOE. Como si querer romper la Constitución y el Estatut de Cataluña y encima negarse a las ofertas de diálogo del Gobierno Sánchez pudiera salir gratis y no tener consecuencias electorales en España.

Es increíble que el secesionismo que gobierna unido se fracture ante una medida tan delicada como una huelga de hambre contra el TC

Pero del impacto del independentismo en el ascenso de Vox habrá que hablar con más calma. Hoy quisiera centrar el foco en que el enrocamiento del secesionismo se debe en gran parte a que no acepta la realidad, una negativa paralela y similar a la de algunos políticos que afirman que no es relevante que un 47% de catalanes hayan votado a favor de la independencia en dos elecciones seguidas (2015 y 2017), que el 57% de catalanes diga que ahora no votarían la Constitución del 78 y que casi el 70% de catalanes, según varias encuestas (de diarios no independentistas), crean exageradas las acusaciones de rebelión e injusta la aplicación tan larga de la prisión preventiva incondicional y sin fianza.

El independentismo no admite que el 47% es mucho pero que está lejos de ser una mayoría cualificada del 66%, que insistir en la independencia (buscando “otro momento”) es hacer castillos en la arena tras el fracaso de la DUI de hace un año y que el independentismo aceptara de hecho el 155 al concurrir a las elecciones convocadas por Rajoy al amparo de dicho artículo.

El independentismo solo acepta la realidad evitando volver a quebrar la ley, pero no en su mundo mental. Creían que las acusaciones de rebelión movilizarían a las masas catalanas y la única movilización que se produjo la semana pasada —y que va a continuar— es que la gente —cansada de oír hablar de una independencia que tenía que ser realidad pocos meses después de las elecciones de 2015— haya salido a la calle a exigir mejoras salariales, de condiciones laborales y de cobro de las pagas extra pendientes.

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Cataluña está partida en dos respecto a la independencia, pero lo que la calle pide ahora es recuperar el gasto social recortado por la crisis. Y los políticos separatistas responden de entrada —Eduard Pujol, portavoz del grupo parlamentario de Puigdemont— que no hay que perderse en detalles poco importantes. Están desconectados.

Pero, además, el independentismo está crecientemente fracturado. La división entre ERC y el conglomerado Puigdemont-PDeCAT es visible desde hace meses. En una situación complicada, una medida tan delicada como una huelga de hambre de protesta por retrasos del Constitucional respecto a algunos recursos es tomada unilateralmente por el puigdemontismo. ¿Cómo puede haber división en algo tan relevante? Porque los intereses son contradictorios. Puigdemont y Torra —asustados por las recientes protestas sociales al margen del independentismo— creen que la huelga de hambre de Jordi Sànchez y Jordi Turullsecundada después de algunas dudas por Josep Rull y Joaquim Forn (todos del conglomerado Puigdemont-PDeCAT)— es la mejor manera de que el independentismo vuelva a ser protagonista. ERC discrepa, pero el puigdemontismo decide seguir adelante, aunque sea en solitario. Y algunos creen —sería una explicación— que para combatir así el creciente dominio electoral de la ERC de Junqueras que detectan todas las encuestas.

placeholder Los presos de lledoners muestran unidad en una foto y preparan acciones. (EFE)
Los presos de lledoners muestran unidad en una foto y preparan acciones. (EFE)

¿Es algo tan delicado como una huelga de hambre un nuevo episodio de la guerra interna del independentismo entre Puigdemont-Jordi Sànchez y ERC? Es difícil de creer, pero lo cierto es que ni Junqueras ni Romeva ni Carme Forcadell ni Dolors Bassa, alineados con ERC, ni Jordi Cuixart (presidente de Òmnium) han seguido las consignas de los posconvergentes. Aparte de que la huelga de hambre —si no termina la próxima semana cuando el Constitucional tiene previsto decidir sobre algunos recursos presentados— puede tensionar gravemente la política española. Y lógicamente más en beneficio de Santiago Abascal que de Pedro Sánchez.

Puigdemont y el PDeCAT chocan ahora por la canidatura del espacio posconvergente a la alcaldía de Barcelona

Pero la pérdida de la brújula de navegar no solo daña las relaciones entre ERC y los posconvergentes sino que está agrietando de forma rápidamente creciente el propio mundo posconvergente. La dirección del PDeCAT —que dio su visto bueno a la lista de JxC de Puigdemont— se resiste de forma cada vez más clara a la estrategia maximalista de Puigdemont y apostaría por una política mas gradualista y más negociadora. La antigua presidenta del PDeCAT, Marta Pascal, el actual presidente, David Bonvehí, y el veterano portavoz parlamentario del PDeCAT en Madrid, Carles Campuzano, serían los exponentes de esta línea.

Por el contrario, Puigdemont querría que la proyectada Crida absorviera al PDeCAT y que sus actuales dirigentes aceptaran la dirección de Waterloo. La batalla se centra en quién hará las listas de las próximas elecciones: Puigdemont o la dirección del PDeCAT, que tampoco es unánime.

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Y la lista para las municipales de Barcelona está siendo la primera escaramuza pública. Serán unas elecciones emblemáticas y ERC ya ha hecho una apuesta inteligente por Ernest Maragall, hermano del alcalde de los JJ OO y dirigente del PSC durante muchos años. ¿Quién será el candidato de los posconvergentes? El PDeCAT hizo primarias y las ganó Neus Munté, que fue una 'consellera' próxima a Artur Mas pero que viene del mundo sindical (la UGT catalana). Puigdemont no la admite por pasadas divergencias y porque no la controlaría.

El PDeCAT se abre a negociar, pero todo se eterniza. De repente, el lunes —aunque se rumoreaba desde hace tiempo—, Ferran Mascarell, actual delegado de la Generalitat en Madrid, anuncia su candidatura como independiente pero dentro del mundo posconvergente (Mascarell fue también, como Maragall, un antiguo dirigente del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona).

¿Es la candidatura de Mascarell un movimiento personal? Difícil de creer, porque es un político experimentado, pragmático y que conoce el peso de los aparatos. ¿Es una operación sincronizada con Puigdemont y la Crida contra la dirección del PDeCAT? Misterio, pero posible. En todo caso, es una prueba de que la división no es cosa de dos —ERC y posconvergentes— sino como mínimo de tres: ERC, PDeCAT y la Crida, que decía que nacía para unificar. Y todavía hay posconvergentes que apuestan por Jordi Graupera, un independentista sin otra ideología, al que podría apoyar la ANC.

El catalanismo permitía la gobernalidad y salvaba así la permanente incompatibilidad entre los dos grandes partidos españoles

El independentismo está dividido y ha perdido la brújula de navegar. Lo peor es que lo paga toda España. Narcis Serra y Ernest Lluch ayudaron desde el PSC a Felipe González. Jordi Pujol ayudó al PSOE contra el PP (1993-96) y luego al PP contra el PSOE (1996-2003). Artur Mas (antes de su conversión) y Durán Lleida salvaron a Zapatero (contra el PP) en el momento más duro de la crisis de 2010. Luego, Mas y Rajoy colaboraron en 2011 y principios de 2012. Entonces, el catalanismo ayudaba a la gobernación de España y suplía así la falta de diálogo y la permanente y patriótica incompatibilidad entre el PP y el PSOE.

Ahora el independentismo ha perdido la brújula de navegar y Pablo Casado dice que el PSOE es inconstitucional. Mal vamos.

Hace semanas que insisto en que el independentismo —en especial su variable puigdemontista— ha perdido la brújula de navegar. Pero la situación en Cataluña —de la que el secesionismo no es el único culpable— está socavando los fundamentos de la democracia española.

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