Confidencias Catalanas
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Elsa Artadi no tiene sucesor
La doble división del independentismo y las confusas iniciativas del 'president' Torra arrastran a la Generalitat a la parálisis
El independentismo se debate entre si votar o no el proyecto de presupuestos del 2019 de Pedro Sánchez, que defiende respecto a Cataluña una política de desinflamación y negociación dentro de la Constitución, mientras que la oposición de centro-derecha aboga por otro 155 más duro y por tiempo indefinido (siempre más largo que el de Rajoy).
En las cúpulas de los partidos secesionistas, el PDeCAT y ERC, predomina la creencia de que no podrán hacer una pinza con el PP y Cs para votar contra los presupuestos de Pedro Sánchez sin desconcertar a una gran parte de su electorado. Votar los presupuestos sería lo racional. Y además garantizaría que Sánchez (y no Casado o Rivera) estaría en la Moncloa cuando se dicte la sentencia. Pero al independentismo le costará mucho votar los presupuestos.
Primero porque Puigdemont (y su peón Torra) no quieren y chantajean con una grave crisis si no siguen sus criterios (Torra ha amenazado incluso con su dimisión). Y porque tras el rechazo de Puigdemont y Torra a los presupuestos sobrevuela una grave cuestión de fondo. La fuerte resistencia del independentismo a empezar a "normalizar" sus relaciones con los partidos españoles ya que sería el primer paso para admitir que la declaración unilateral de independencia fue un error y un fracaso, que una segunda intentona es imposible, y que el único camino factible es negociar el autogobierno con el gobierno de Madrid y con los partidos españoles.
Votar los presupuestos de Sánchez sería el primer paso —necesario, pero no suficiente— para el abandono del maximalismo y la asunción de una vía más realista. Para admitir que la declaración unilateral de independencia fue papel mojado. Y el secesionismo todavía no está preparado para asumirlo porque decepcionaría a una parte de sus electores y —todavía más grave— podría desmovilizar a sus muy activos y creyentes militantes. Si Dios no existe, la catedral puede quedarse vacía.
Las dudas sobre los presupuestos se deben a que el secesionismo no sabe renunciar a su apuesta por una independencia exprés
Quizás haya que esperar el resultado del juicio a sus dirigentes que está a punto de empezar en el Supremo y que será un momento de mucha tensión. O a un resultado electoral no superior al ya obtenido. O incluso a una derrota electoral. Cuando los electores premian tus dogmas es más difícil revisarlos, aunque ya se sepa que no son operativos.
El voto a los presupuestos está pues en el aire. Unos días parece que sí, otros que no. Y el jueves —en la reunión de Madrid entre Carmen Calvo y Meritxell Batet con Elsa Artadi y Pere Aragonès— parece que las posiciones se acercaron. Parece. Que la Comisión bilateral Estado-Generalitat adquiera más relevancia es factible. Otra cosa es la mesa de partidos para la negociación política, porque el secesionismo parte del principio de que son sus partidos los que representan a Cataluña y no ve con buenos ojos primar el papel de la mesa catalana de partidos que propone Miquel Iceta, que se ha reunido una sola vez y a la que no asistieron ni Cs ni el PPC. Para el secesionismo, consagrar esa mesa sería admitir que —como dice Pedro Sánchez— no tienen mayoría suficiente y deben negociar con la otra Cataluña.
El primer paso para la aprobación de los presupuestos, bastante decisivo, será el voto de las enmiendas a la totalidad a mediados de febrero. Al independentismo le costará vetar los presupuestos formando bloque con el PP y Cs. Pero no le costará menos votar los presupuestos sin obtener algo concreto sobre los presos o sobre la negociación política. Y ambas cosas parecen muy difíciles.
Pero lo que sí es relevante es que en el independentismo se visualiza y se agrava cada día más una doble y contradictoria división. Por una parte, la tradicional entre el PDeCAT y ERC, que ya se presentaron a las elecciones del 2017 (las del 155) en dos listas diferentes: Junts per Cataluña (JxCAT), encabezada por Puigdemont, y ERC, liderada por Oriol Junqueras. Pero JxCAT no era solo el PDeCAT (el partido heredero de la antigua CDC) sino una lista electoral pactada con Puigdemont y en cuya elaboración este tuvo mucho peso y colocó a muchos independentistas radicales.
Y de ahí viene la segunda división que convive —más mal que bien— con la primera. Ante la coyuntura actual el independentismo está partido entre los más pragmáticos y realistas, que son mayoría tanto en la cúpula de ERC como en la del PDeCAT y que, por ejemplo, se inclinarían a negociar los presupuestos, y los más radicales, que quieren mantener vivo y al máximo el conflicto con el Estado y que están encabezados por Puigdemont y sus diputados amigos de JxCAT. El 'president' Torra en primer lugar.
Y esta doble división está llevando al secesionismo a la parálisis operativa. Añadámosle la imposibilidad total de llevar los grandes discursos rupturistas a la práctica y la presión de los grupos más radicales (ANC) o más revolucionarios (la CUP y los CDR) y se entiende que la Generalitat —incapaz de asumir la realidad— esté llegando a una parálisis casi total y a un camino sin salida.
El proceso para encontrar al sucesor de Elsa Artadi en la Generalitat se encuentra con crecientes dificultades
Solo así se puede entender que Elsa Artadi, en otro tiempo muy cercana a Puigdemont, quiera huir del segundo cargo en importancia del Govern (tanto como la vicepresidencia de Pere Aragonès de ERC) para concurrir en segunda posición (en la práctica la primera, pues Joaquim Forn está en prisión) a las elecciones municipales de Barcelona en una lista que tiene pocas posibilidades de conseguir la alcaldía.
¿A quién se le ocurre, por muy optimista que sea, renunciar a ser el número dos o tres de la Generalitat para aspirar (sin ninguna seguridad) a una tenencia de alcaldía de Barcelona? Solo a alguien que quiera irse retirando (no es el caso de Artadi), o que haya llegado a la conclusión de que el gobierno del que forma parte está moribundo, o tiene un muy escaso margen de actuación, y tema protagonizar un fracaso que lo inhabilite para el futuro.
Artur Mas estuvo en el ayuntamiento de Barcelona a la espera de una 'conselleia' clave en la Generalitat. Artadi tiene la 'conselleria' clave, pero quiere huir de la Generalitat. Como Elsa Artadi no es tonta, pero sí ambiciosa…
Pero lo más revelador es que JxCAT (el PDeCAT y los puigdemontistas) está intentando encontrarle sustituto o sustituta —antes de que Jordi Sànchez, Rull, Jordi Turull y Joaquim Forn sean trasladados a Madrid, y mientras Torra se pasea por Estados Unidos— y no lo consigue. Nadie que inspire confianza a Puigdemont, Jordi Sànchez y el PDeCAT (cosa que no es fácil) quiere relevar a Artadi. Esta semana los presos de Lledoners ofrecieron el cargo a Lourdes Ciuró, una diputada puigdemontista del PDeCAT en Madrid, que lo rechazó. Artadi quiere irse a Barcelona y Lourdes Ciuró alega que su ambición es la alcaldía de Sabadell. ¡Vaya por Dios!
La antigua CDC (y el mundo del que se ha rodeado) está suministrando cada día 'presidents' más mediocres y con menos carisma
En la antigua CDC se mataban por ser el segundo de Pujol. Ahora en el PDeCAT nadie quiere ser el que apechugue con encaminar a Torra y suavizar sus salidas de tono, atender al lejano e imprevisible Puigdemont, escuchar a Jordi Sànchez, pactar con ERC, y cuidar de no romper (pero tampoco de llegar a demasiados acuerdos) con el gobierno de Madrid menos hostil posible. Y por eso se vuelve a barajar el nombre de Laura Borràs, 'consellera' de Cultura, próxima a Puigdemont y con fama de talibana pero que no es del PDeCAT. Dijo que no pudo asistir al entierro del emblemático editor Claudio López de Lamadrid porque estaba visitando a los presos en Lledoners.
El gobierno de la Generalitat ha perdido relevancia. No por el 155, ni porque tenga menos competencias, sino porque la antigua CDC (y el mundo del que se ha rodeado) está suministrando cada día 'presidents' más mediocres y con menos carisma. En España hay analistas progresistas que añoran, no sin razón, a Mariano Rajoy. En Cataluña hay gente de izquierdas que suscribe aquello de "contra Pujol, sabíamos que teníamos enfrente a alguien con entidad y teníamos esperanzas en el postpujolísmo, ahora todo es mucho peor". Solo faltaría que saliera un anuncio en las conocidas ofertas de empleo de 'La Vanguardia' que rezara así: "Se necesita 'conseller' o 'consellera' de relevancia, buena retribución y prestigio social. Se exige disposición para viajar con gran frecuencia a Bruselas. Empleo temporal".
El independentismo se debate entre si votar o no el proyecto de presupuestos del 2019 de Pedro Sánchez, que defiende respecto a Cataluña una política de desinflamación y negociación dentro de la Constitución, mientras que la oposición de centro-derecha aboga por otro 155 más duro y por tiempo indefinido (siempre más largo que el de Rajoy).