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Marta García Aller

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Salir a comprar tabaco, una actividad esencial

En tiempos del Covid-19, las cajetillas de tabaco deberían advertir de que no lavarse las manos antes de fumar perjudica seriamente la salud

Foto: Cola en un estanco de La Manga. (EFE)
Cola en un estanco de La Manga. (EFE)

Mientras el Gobierno explica la paralización de todas las actividades no esenciales, veo desde mi ventana a una chica que fuma en la acera. Lleva unos guantes azules puestos y la mascarilla a medio quitar. Estará esperando a que termine la colada a la puerta de la lavandería, el único establecimiento que queda abierto en mi calle tras la declaración del estado de alarma hace dos semanas. El Covid-19, un virus altamente contagioso que afecta a las vías respiratorias, ha provocado ya unos 7.000 muertos en España en apenas un mes y tiene paralizado un tercio del planeta.

En la tele explican que para protegernos del coronavirus ya solo podrán trabajar fuera de casa quienes se encarguen de las "funciones sociales básicas", como la salud, la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. Vender tabaco no queda muy claro en cuál de estas tres condiciones encajará, pero ahí estará, consagrado por el BOE en la cúspide de la cadena de valor. Al igual que las farmacias y los supermercados —también las lavanderías—, los estancos permanecerán abiertos como uno de los establecimientos minoristas esenciales durante el estado de alarma provocado por un virus respiratorio mortal.

Habrá que descartar al menos que vender tabaco sea lo que el Gobierno considera una cuestión relacionada con la salud. Ser fumador es una de las causas directas que, según la OMS, conlleva un mayor riesgo de sufrir afecciones pulmonares graves como la neumonía. ¿No es precisamente de lo que trata de protegernos esta cuarentena? Tampoco parece que vender tabaco ayude particularmente a evitar el colapso de los hospitales (oigo en la tele que hay seis comunidades autónomas con las UCI al límite de su capacidad) durante esta hibernación sin precedentes de la economía del país, cuya recesión ya se da por descontada.

Los estancos permanecerán abiertos como establecimientos esenciales durante el estado de alarma provocado por un virus respiratorio mortal

En tiempos del Covid-19, fumar matará más que de costumbre. Y no solo porque debilita las vías respiratorias de los fumadores con coronavirus que lleguen a las UCI, escasas de respiradores desde hace semanas. Los cigarrillos también multiplican el riesgo de contagiarse de Covid-19. Según la OMS, es probable que los fumadores sean más vulnerables a este coronavirus, ya que el acto de fumar supone arrimar los dedos a la boca, lo que aumenta la posibilidad de transmisión del virus. A descongestionar el sistema sanitario tampoco va a ayudar la venta de tabaco, a no ser que se descuenten los ataques de ansiedad que pudiera provocar el mono de prohibir de sopetón la venta de nicotina.

Con el cierre de la hostelería, los estancos son el único punto de venta legal que les queda a los fumadores junto a algunos quioscos y gasolineras (que a su vez se suministran de los estancos). Así que la venta de un producto que causa decenas de miles de muertes al año por enfermedades respiratorias se mantiene con normalidad durante la cuarentena provocada por el miedo a una enfermedad respiratoria. Dicho así no parece que tenga mucho sentido, pero los vicios no entienden de la razón. Ni siquiera los que entran en el BOE.

Al Capone del Covid-19

No es España el único país que ha dejado abiertos los estancos (la excusa de los sellos no vale, que también se venden en Correos), también Italia y Francia. En el resto de Europa, también se vende tabaco durante el confinamiento. El objetivo es evitar que de la cuarentena por el Covid-19 salga un Al Capone del siglo XXI.

Han entendido las autoridades que mantener la venta de cigarrillos por los cauces habituales es la única manera de evitar un auge de la venta clandestina. Las cajetillas pirata y adulteradas serían seguramente aún más perjudiciales para la salud, por estar exentas de cualquier control. Además, con el tabaco de contrabando como única opción, el Estado no recaudaría los impuestos que acostumbra (unos 9.000 millones de euros anuales por el tabaco) y las empresas tabaqueras perderían un negocio millonario.

Han entendido las autoridades que mantener la venta por los cauces habituales es la única manera de evitar un auge de la venta clandestina

La prohibición 'de facto' que supondría cerrar los estancos aumentaría además durante la cuarentena forzosa la desesperación de los adictos a la nicotina. Y no está la emergencia nacional para más riesgos emocionales. Aunque de momento en España está habiendo muy pocos incidentes y la población está colaborando de "forma ejemplar", según las autoridades, estas tratan de evitar presiones añadidas que puedan azuzar el descontento de la población, que tendrá que estar más de un mes confinada. En Italia ya están gestándose revueltas y asaltos a supermercados tras tres semanas de cuarentena. No tiene que ver con el tabaco. Paralizar la economía provoca muchos más riesgos.

Ir al estanco seguirá siendo un salvoconducto para los cerca de 8,5 millones de españoles que fuman diariamente, aunque dado el riesgo que esto supone para la salud, parece un precio muy alto a pagar por salir a respirar aire puro. A la chica que está acabándose el pitillo a las puertas de la lavandería con la mascarilla al cuello no parece importarle. Los guantes morados que lleva puestos dan a entender que teme contagiarse de Covid-19, pero no lo suficiente para dejar de llevarse los dedos a los labios con cada bocanada. En tiempos del Covid-19, las cajetillas deberían advertir de que no lavarse las manos antes de fumar perjudica seriamente la salud.

Mientras el Gobierno explica la paralización de todas las actividades no esenciales, veo desde mi ventana a una chica que fuma en la acera. Lleva unos guantes azules puestos y la mascarilla a medio quitar. Estará esperando a que termine la colada a la puerta de la lavandería, el único establecimiento que queda abierto en mi calle tras la declaración del estado de alarma hace dos semanas. El Covid-19, un virus altamente contagioso que afecta a las vías respiratorias, ha provocado ya unos 7.000 muertos en España en apenas un mes y tiene paralizado un tercio del planeta.