Es noticia
El fin de las tapas
  1. España
  2. Cronicavirus
Marta García Aller

Cronicavirus

Por

El fin de las tapas

Una cosa es dejar de darse besos y apretones de manos durante un tiempo, y otra tener que imaginarse una España en la que cuando reabran los bares ya no se van a compartir las tapas

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Será mejor dejar de llamarlo nueva normalidad cuanto antes. Sobre todo si a la vez se nos está pidiendo que extrememos las precauciones al máximo y vivamos en estado de alerta permanente, para frenar los contagios del coronavirus cada vez que salimos de casa. Disfrazar esta situación tan excepcional con la palabra 'normalidad' no parece muy recomendable. Es en la normalidad cuando uno baja la guardia.

Aparte que esto de normalidad no tiene nada. Porque una cosa es dejar de darse besos y apretones de manos durante un tiempo, o marcar una distancia prudencial en la cola del súper, y otra tener que imaginarse una España en la que cuando reabran los bares ya no se van a compartir las tapas. Creo que es de las cosas más difíciles de imaginar. Y eso que he escrito un libro entero lleno de finales, desde el fin del trabajo al fin de la muerte. Pero el fin de las tapas y las raciones tal y como las conocemos, a ese final sí que me cuesta hacerme a la idea.

Foto: Fernando Arenzana-Seisdedos, en una entrevista concedida a EFE en 2016. (EFE)

Prohibido compartir plato. Es una de las medidas incluidas en el plan que el Gobierno andaluz ha propuesto al Ministerio de Sanidad para acelerar la reactivación del turismo con varias ideas con las que adaptarían la hostelería a nuevos estándares sanitarios. El calendario andaluz, que es solo una propuesta, propone reabrir la hostelería limitando aforos y tiempos máximos en el local. Y además, sugiere que no se puedan aceptar reservas de más de cuatro personas, a no ser que vivan juntas, y dejar más espacio entre las mesas. Y, por supuesto, nada de meter varios tenedores en el mismo plato. Seguro que desde el punto de vista sanitario todo esto tiene mucho sentido. Pero, por favor, no lo llamemos normalidad.

Foto: Un camarero en una de las terrazas de un bar de Málaga. (Reuters)

Cuesta tanto imaginarse el fin de las tapas como el que solo puedan compartir mesas los convivientes, otra de esas palabras que estamos aprendiendo con el desconfinamiento (sic). No sé si una autorización a salir a tomar algo con las mismas personas con las que llevamos dos meses confinados será buen reclamo para reimpulsar el negocio. ¿Habrá circulitos en el suelo para marcar la distancia que debamos dejar con los demás clientes? ¿Se fingirán encuentros casuales entre amigos en las terrazas como ahora pasa en los supermercados?

Para nuestra vida social, o lo que quede de ella, será sin duda un gran hito pasar de hablar con los amigos a dos metros en el súper para hablarnos a dos metros en el bar. Y, para colmo, cuando por fin podamos volver a acercarnos a la barra (¿habrá un diámetro de seguridad, como en las farmacias?), nos comeremos entera cada uno una ración, como hacen los guiris. Solo falta que pidamos paella para cenar para que ya no haya quien reconozca la España del desconfinamiento.

Foto: Una mujer guarda una terraza en un bar de Madrid. (Reuters)

No es de extrañar que dentro del sector hostelero muchos ya estén planteándose que no van a poder reabrir. Aunque es pronto para calcular el daño, en el sector calculan que en España reabrirán solo un bar de cada dos y un restaurante de cada tres. Muchos pequeños establecimientos no van a superar estos meses sin ingresos ni van a ser capaces de invertir lo necesario para adaptarse en la reapertura.

Otros hosteleros tienen tanta prisa que se están incluso arriesgando a comprar unas mamparas que ni siquiera está claro que vayan a ser la norma. También he hablado con otros pequeños empresarios, más hábiles, creo yo, que mientras se aclara la normativa están aprovechando para preparar esa página web del restaurante que nunca habían tenido tiempo de hacerse. Creen que un impulso digital al negocio podrá ayudarles a vender a domicilio ahora que lo más probable es que mucha gente prefiera consumir en casa durante un tiempo. Sobre todo si en el local ni siquiera pueden compartir las croquetas con quien les dé la gana.

Foto: Un bar reconvertido en un comedor solidario. (EFE) Opinión

Las cadenas de restauración temen también que la normativa para las reaperturas se fragmente tanto por regiones que sea un nuevo caos regulatorio. Cada comunidad autónoma trata de diseñar sus propias políticas de reactivación económica y a la propuesta andaluza se suman la canaria, la madrileña y todas las demás. Hoteleros y restauradores reclaman que las medidas de seguridad sean las mismas en Vigo que en Sevilla. ¿O para entrar en unos bares habrá que llevar mascarilla y en otros no? Otra cosa es que los ritmos de las reaperturas varíen según regiones en función de cómo vaya la pandemia (el 35% de los municipios andaluces no ha tenido ningún caso de coronavirus).

Los dueños de los bares empiezan a hacerse a la idea en toda España de que tendrán que ir preparando tapas monodosis, platos desechables y lo que haga falta con tal de que les dejen abrir cuanto antes. Pero precipitarse en las aperturas antes de tener la pandemia bajo control puede hacer más daño al turismo si un mes después el virus volviera a rebrotar con fuerza. Es una decisión tremendamente compleja.

Lo mejor para digerir tanta distancia social será pensar que esto, aunque necesario, es temporal. No es una nueva normalidad. Es la gran reinvención

Lo más difícil es encontrar el equilibrio entre el incremento de medidas que garanticen la distancia social sin disuadir a la gente de ir a tomarse ese algo que llevamos siete semanas rumiando. El sector está haciendo ahora muchas encuestas para tratar de medir cuántas ganas hay realmente de volver a consumir fuera. A los grupos de riesgo, probablemente les va a dar más miedo salir. Y a otros muchos les puede parecer un suplicio tomar una cervecita mientras vigilan que los niños no salgan del circulito delimitado en el suelo. Habrá quienes salgan aunque tengan que ir vestidos con traje de buzo y los que preferirán reunirse en casa. No podemos saber cuántas ganas tendremos de volver a unos bares que aún no sabemos ni cómo serán.

Lo que está claro es que en el sector hay mucha predisposición para reinventarse. Incluso aunque suponga decirle adiós al tapeo. Pero, insisto, si no podemos compartir unas bravas, no le llamemos a eso normalidad. Lo mejor para digerir tanta distancia social será pensar que esto, aunque sea necesario, es solo temporal. No es una nueva normalidad. Es la gran reinvención.

Será mejor dejar de llamarlo nueva normalidad cuanto antes. Sobre todo si a la vez se nos está pidiendo que extrememos las precauciones al máximo y vivamos en estado de alerta permanente, para frenar los contagios del coronavirus cada vez que salimos de casa. Disfrazar esta situación tan excepcional con la palabra 'normalidad' no parece muy recomendable. Es en la normalidad cuando uno baja la guardia.

Ministerio de Sanidad