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El peligro inesperado de ser el ministro de las vacunas
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Marta García Aller

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El peligro inesperado de ser el ministro de las vacunas

Si la gestión de las vacunas entra de lleno en la campaña catalana, puede que no sea a favor de Illa, tal y como previó Moncloa. Pero lo que seguro no será es bueno para los españoles

Foto: El ministro de Sanidad y secretario de Organización del PSC, Salvador Illa, junto a Miquel Iceta. (EFE)
El ministro de Sanidad y secretario de Organización del PSC, Salvador Illa, junto a Miquel Iceta. (EFE)

Hasta que no empezaron a suministrarse las vacunas anticovid-19 en España, el ministro Salvador Illa no anunció su candidatura a la presidencia de la Generalitat. Estaba todo planeado. Hace más de un mes y medio (o tal vez un año entero) que Pedro Sánchez había decidido ese destino para el ministro de Sanidad, pero, según contaba Fernando Garea en este periódico, Moncloa quiso esperar a que se iniciara la campaña de vacunación, de modo que se vislumbrara “el principio del fin de la pandemia” cuando trascendiera la noticia. Así no parecería que Illa abandonaba sus obligaciones en medio del caos sanitario, sino que dejaba encarrilada la anhelada solución a la pandemia.

Ese objetivo de transmitir la misión cumplida por parte del ministro de Sanidad con la llegada del antídoto del virus, más allá de lo burdo del plan, es, además, muy arriesgado. Presupone que el devenir de la campaña de vacunación traerá buenas noticias a quienes la planearon. Sin embargo, tal vez haya subestimado la complejidad del proceso. Ser el responsable del plan de vacunación puede traerle problemas a Illa si proliferan los retrasos en la distribución de las vacunas que ya se están viviendo tanto en España como en otros países europeos. Si la vacunación falla o se retrasa de manera generalizada en muchas comunidades autónomas, como ya está pasando en Cataluña y Madrid, va a ser difícil que no empañe la candidatura del ministro responsable de su gestión. De ser el gestor de la buena nueva, el ministro saliente de Sanidad podría convertirse en el responsable de los retrasos de vacunación en plena precampaña. Es probable que a la mala prensa se le sume, además, la cuesta de enero de la tercera ola, si aumentan las hospitalizaciones posteriores a los contagios durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.

Tanto en Cataluña como en Madrid, el ritmo de aplicación de la vacuna es muy inferior al previsto. Aunque más de una semana después de que comenzaran a suministrarse las dosis de Pfizer, a diferencia de sus vecinos europeos, España ni siquiera ha proporcionado aún datos de cuántas personas han recibido el pinchazo, sabemos que Cataluña había previsto inmunizar a más de 100.000 personas en dos semanas, pero los datos del Govern cifran en menos de 8.000 las vacunadas en la primera semana. Aún más lento está siendo el ritmo en Madrid, que ha inoculado la vacuna del covid-19 únicamente a 3.000 personas (el 6%).

Quien planeara sobre el papel un ritmo muy superior de inmunización no debió prever los avatares del terco mundo real. En la primera semana del año hay festivos, lo que agrava una escasez de personal ya endémica en gran parte del sistema de salud español. Además, en las fiestas navideñas, muchos de los internos de las residencias de ancianos estaban fuera, con las familias, lo que también complica el proceso. Por no hablar de los retrasos en el transporte internacional y otros problemas con el complejo sistema de almacenaje.

La polémica de los retrasos en la vacunación ya está cosechando reproches para otros ministros de Sanidad en Reino Unido y Francia, donde tener la responsabilidad de la vacunación está trayendo más reproches que alabanzas. El ministro francés de Sanidad, Jérôme Salomon, dijo el domingo que en el país vecino “la situación es preocupante” por el rápido aumento de infecciones, a lo que se suman las acusaciones de “fiasco” en el ritmo de vacunación. En los primeros cuatro días, hasta el 31 de diciembre, Francia solo ha sido capaz de vacunar a 352 personas. Para alcanzar el objetivo prometido de haber vacunado un millón de personas a finales de enero, el país tendría que vacunar 32.000 personas al día todos los días antes de que acabe este mes (Alemania, hasta el 2 de enero, llevaba casi 239.000 vacunados, Italia 72.000 y Reino Unido lleva casi un millón). Ante las críticas por la lentitud, Macron reconoció la tardanza injustificada y prometió cambios rápidos.

Foto: El presidente electo de EEUU, Joe Biden, recibe la vacuna. (EFE)

El plan que Francia ha prometido cambiar tiene semejanzas con el español. El Gobierno de Macron había planeado inicialmente centrarse primero en vacunar a las personas mayores en residencias de ancianos, que enfrentan el mayor riesgo de muerte por coronavirus. Sin embargo, ante los desafíos logísticos que plantea mantener la vacuna Pfizer a bajísima temperatura hasta cada residencia, han prometido abrir centros de vacunación masiva, para evitar depender solo de los médicos de familia, algo que está retrasando la tramitación de las primeras dosis. En Francia, entre los nuevos planes que se barajan, están ofrecer vacunas en las farmacias, permitiendo a los médicos generales inocular en oficinas privadas y equipos móviles de vacunación, dirigidos por las fuerzas de seguridad o la Cruz Roja.

En Reino Unido, aunque llevan la delantera en Europa con casi un millón de personas vacunadas, dado que empezaron antes el proceso, el Gobierno también está recibiendo muchas críticas por los problemas y retrasos en la aplicación de las dosis. Además, ha cambiado de estrategia sobre la marcha y va a retrasar la segunda dosis de la vacuna para poder inyectar la primera a cuanta más gente mejor, algo sobre cuya efectividad hay debate y está creando un caos administrativo. Ante la escasez de personal para aumentar el ritmo de inmunización, el Servicio Nacional de Salud ha abierto un proceso especial de contratación de personal para vacunar que no necesita ser médico ni enfermero, solo tener conocimientos básicos de primeros auxilios. Como la saturación hospitalaria por el aumento de contagios está aumentando la presión en la vacunación, hasta las cadenas de supermercados Tesco y Boots se han ofrecido a ayudar con el lanzamiento de las vacunas de AstraZeneca, para ayudar con sus camiones refrigerados y almacenes.

Foto: Gente paseando por una zona comercial de Berlín, Alemania. (Reuters)

Ni siquiera en Alemania, donde las cifras de la primera semana de vacunación superan con creces las de sus vecinos, el ministro de Sanidad se libra del quebradero de cabeza de la vacunación. El homólogo de Illa, Jens Spahn, está recibiendo duras críticas por su gestión. Las autoridades han recibido 1,3 millones de dosis y han inoculado una quinta parte de ellas. Los críticos denuncian la lentitud del sistema, la disparidad entre regiones (la forma en cómo las personas mayores de 80 años reciben los avisos para vacunarse varía de un 'Lander' a otro), y aseguran que si se sigue a ese ritmo, no será hasta 2038 cuando sean vacunados todos los alemanes. Está aún por ver que el Gobierno de Merkel cumpla el objetivo de que en enero se vacunen todas las personas que viven en residencias de ancianos.

Así que lo más preocupante no es que en España haya problemas con la vacunación y surjan retrasos, algo que está pasando desafortunadamente en muchos otros países. Si no que es probable que el Ministerio de Sanidad tenga que ajustar su estrategia de vacunación en un momento especialmente delicado de aumento de contagios, con el ministro saliente pensando ya en su campaña electoral y la ministra entrante sin conocer los pormenores del cargo.

A lo largo del mes de diciembre, quedó claro que Sanidad delegaba en las comunidades autónomas los anuncios del recrudecimiento de las restricciones prenavideñas, de las que el Ministerio de Illa había marcado solo unos mínimos. Los confinamientos y cierres perimetrales, así como el anuncio de los fallecidos, pasaron a ser noticia autonómica. La buena noticia de la llegada de las vacunas, sin embargo, sí que era cosa ministerial.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE) Opinión
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En enero, sin embargo, tras el anuncio de la candidatura de Illa a la Generalitat, la estrategia de centralizar toda la información de las vacunas podría variar esta ecuación. Es probable que la estrategia del Gobierno, ante los avatares asociados a la vacunación, pase por responsabilizar a las comunidades autónomas de todos los imprevistos que puedan surgir (el ministro alemán ya lo está haciendo con los 'Lander'). Seguramente los gobiernos autonómicos achaquen también sus errores al desamparo al que los somete el Gobierno central. Siempre cabe la posibilidad, claro, de cargar en la UE todas las culpas de los retrasos. Nada de esto puede sorprendernos en tercero de pandemia.

Convertir las vacunas en noticias regionales ante las posibles complicaciones logísticas para cumplir los planes de vacunación previstos por el ministerio tampoco ayudaría necesariamente al ministro Illa como candidato a la Generalitat, ya que cualquier debate autonómico será central en Cataluña hasta el 14 de febrero. Si la gestión de las vacunas entra de lleno en la campaña catalana, puede que no sea a favor de Illa, tal y como previó Moncloa. Pero lo que seguro no será es bueno para los españoles, que no nos merecemos la enésima utilización partidista de un asunto en el que nos jugamos tantas vidas.

Hasta que no empezaron a suministrarse las vacunas anticovid-19 en España, el ministro Salvador Illa no anunció su candidatura a la presidencia de la Generalitat. Estaba todo planeado. Hace más de un mes y medio (o tal vez un año entero) que Pedro Sánchez había decidido ese destino para el ministro de Sanidad, pero, según contaba Fernando Garea en este periódico, Moncloa quiso esperar a que se iniciara la campaña de vacunación, de modo que se vislumbrara “el principio del fin de la pandemia” cuando trascendiera la noticia. Así no parecería que Illa abandonaba sus obligaciones en medio del caos sanitario, sino que dejaba encarrilada la anhelada solución a la pandemia.

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