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El 'sorpasito' y los lunes al sol de la izquierda española
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Isidoro Tapia

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El 'sorpasito' y los lunes al sol de la izquierda española

Los ciudadanos están reaccionando a las ocurrencias de los partidos de izquierdas como lo hicieron en su día con Hernández Mancha en Alianza Popular

Foto: Los líderes de Podemos, Pablo Iglesias (i), y del PSOE, Pedro Sánchez (d). (EFE)
Los líderes de Podemos, Pablo Iglesias (i), y del PSOE, Pedro Sánchez (d). (EFE)

En la mayoría de escuelas de negocios, hay un curso bastante popular que consiste en una competición de ideas entre los estudiantes. En Wharton, por ejemplo, se llama 'the big idea' (la gran idea). El formato cambia de unos programas a otros, aunque coincide en gran medida. Como se trata de fomentar la creatividad de los alumnos, el curso empieza dando a cada uno un tiempo (digamos, una hora) para que individualmente desarrollen una idea de negocio por sí solos. El objetivo es evitar que la dinámica de la discusión en grupo ('groupthinking') marchite las ideas más originales, o silencie a los alumnos más tímidos. En una segunda fase, las ideas se defienden en público, delante de toda la clase, que vota las más prometedoras. En sucesivas rondas, las mejores ideas sobreviven, y se amplía el tamaño de los equipos que trabajan en ellas. El sistema funciona bastante bien. En el curso que yo hice, algunas de las ideas ganadoras acabarían convirtiéndose en exitosos negocios reales.

En la política española, hay una versión de la 'gran idea'. Déjenme bautizarla como la 'competición Hernández Mancha'. Para los más jóvenes, hagamos un ejercicio de memoria: Hernández Mancha fue un efímero líder del Partido Popular (entonces, Alianza Popular) que sucedió a Manuel Fraga a finales de los ochenta. No llegó a presentarse a unas elecciones generales: accedió al cargo después de las elecciones de 1986, y, antes de que se celebrasen las siguientes en 1989, fue sustituido por José Maria Aznar. Hernández Mancha (por cierto, el único líder popular elegido en una competición abierta, lo que tal vez explique la alergia de este partido a las primarias) tenía un severo hándicap: en una época en que la vida política estaba muy parlamentarizada (sin Twitter y con solo una cadena de televisión), Hernández Mancha no era diputado. Para compensar esta ausencia informativa, Hernández Mancha improvisó una ristra de ideas originales, una detrás de otra. Una de las más originales fue poner una moción de censura contra un Gobierno que tenía 184 diputados (es matemáticamente imposible ganarla contra un Gobierno que tenga 175 diputados o más; Rajoy sobrevivió a una el año pasado con apenas 137). Hernández Mancha apenas consiguió que sus propios parlamentarios la apoyasen, nadie más. Su puesta en escena fue tan ridícula que ningún miembro del Gobierno se dignó a darle la réplica durante el debate de la moción.

La sombra de Hernández Mancha sobrevuela nuestro escenario político desde que Pedro Sánchez ganó las primarias socialistas

La sombra de Hernández Mancha sobrevuela nuestro escenario político desde que Pedro Sánchez ganó las primarias socialistas tras haber renunciado a su escaño en el Congreso. Como Sánchez no está en el Congreso y no puede asistir a los debates parlamentarios, el día grande de los socialistas suele ser el lunes, tras la reunión de su ejecutiva. Han pasado bastantes lunes desde que los socialistas anunciasen a bombo y platillo el artilugio con el que pretendían solucionar el problema catalán: la 'nación de naciones', con versiones mejoradas como "todas las naciones son España" o "en España hay al menos tres naciones". Como los socialistas parecen haber aparcado esta propuesta, tampoco es cuestión de hacer sangre, pero es difícil olvidar que dedicaron a tan enjundiosa discusión el congreso que alumbró al 'nuevo PSOE', o que pusieron como ejemplos de plurinacionalidad a Bolivia y Bélgica (estados conocidos por su modernidad y eficacia), y cuando tuvieron que rectificar, a Alemania (como es notorio, un ejemplo modélico de un proceso de construcción de la identidad nacional).

Hace varios lunes, los socialistas volvieron a la carga y presentaron su propuesta de pensiones. El problema es que los socialistas parecen aplicar al revés los métodos de las escuelas de negocio: en lugar de desarrollar las ideas en solitario y luego someterlas al escrutinio colectivo, los socialistas copian una idea que anda revoloteando y la desarrollan en grupos cada vez más reducidos. En el caso de las pensiones, copiaron una propuesta de Podemos (el impuesto extraordinaria a la banca) y propusieron utilizarlo para salvar nuestra sistema de pensiones. En este caso, justo es decirlo, los astros fueron benévolos: como los jubilados se echaron poco después a la calle, los socialistas andan como pavos reales por "haber puesto las pensiones en el debate político". En realidad, más les valdría a los socialistas apartar el foco de su propuesta de pensiones, no vaya a ser que alguien repare que cuando hablan de "racionalizar el gasto" en 4.000 millones de euros, en la letra pequeña explican que de lo que se trata es de pasarlo a los Presupuestos.

La presión se ha traslado a los socialistas para que presenten una moción de censura, a la que estos se resisten porque no saben qué decisión es peor

El lunes pasado vino la última propuesta socialista, con el aroma inconfundible a Hernández Mancha: Pedro Sánchez exigía a Rajoy que aprobase los Presupuestos o se sometiese a una cuestión de confianza. Una propuesta no solo impracticable (someterse a una cuestión de confianza es potestad exclusiva del presidente) sino que, además, ha tenido el efecto esperado. La presión se ha traslado a los socialistas para que presenten una moción de censura, a la que estos se resisten porque no saben qué es peor: si perderla porque no dan los números o ganarla con el apoyo de la 'coalición Frankenstein' (Podemos, independentistas y Bildu). También en este caso, por cierto, los socialistas siguen la estela de Podemos, que ya ensayó su moción de censura 'a lo Hernández Mancha' hace un año (una moción que, en realidad, no iba dirigida a desplazar a Rajoy, sino a dividir a los socialistas. Así funciona la fraternidad en la izquierda de la que hablaba la Internacional).

Los ciudadanos están reaccionando a las ocurrencias de los partidos de izquierdas como lo hicieron en su día con Hernández Mancha. Según las últimas encuestas, PSOE y Podemos se disputan el tercer puesto. Entre ambos suman un 35% de apoyo (en las elecciones de 2015, llegaron al 45%, y durante la mayor parte de la anterior legislatura bordeaban el 50%).

¿Qué le pasa a la izquierda? En mi opinión, es una manifestación más del segundo principio de la termodinámica, una de las pocas verdades absolutas de este universo, como dice Steven Pinker en su último libro ('Enlightenment Now'): en un sistema aislado, la entropía nunca disminuye. Es decir, los sistemas cerrados se vuelven con el tiempo menos estructurados, menos organizados, menos capaces de realizar funciones complejas. Aquí la clave está en el 'aislamiento'. Y en eso, PSOE y Podemos han conseguido algo que resulta escurridizo incluso para el mejor de los laboratorios. A fuerza de mirarse el ombligo y cerrar las puertas al exterior, la izquierda española se ha convertido en un búnker.

El 'nuevo PSOE' se encuentra ya en los niveles que logró la gestora en sus peores días. Y Podemos da síntomas de recuperación o de estabilización

En realidad, hay algo que sí se mueve según las últimas encuestas, aunque está pasando menos desapercibido ante el auge de Ciudadanos. Ya lo apuntaba el CIS, y lo han confirmado las encuestas más recientes. Poco a poco, el PSOE va perdiendo apoyos y Podemos los recupera. El efecto de las 'primarias' socialistas se ha esfumado por completo. El 'nuevo PSOE' se encuentra ya en los niveles que alcanzó la gestora en sus peores días. Y Podemos, tras dejar atrás lo peor del conflicto en Cataluña, da síntomas de recuperación o al menos de estabilización. Pasito a pasito, nos estamos acercando al 'sorpasito': que Podemos se sitúe en tercer lugar en las encuestas, rezagando a los socialistas al cuarto (el diminutivo se explica porque no se puede llamar sorpaso a la disputa por la medalla de bronce). El 'sorpasito' no sería más que una anécdota, si no ocurriese que, cuanto menor sea la distancia entre PSOE y Podemos, más probable es que la siguiente 'gran idea' de la izquierda sea la confluencia de ambas formaciones. No se alarmen, no es información privilegiada, es simplemente una hipótesis: en los próximos meses, alguno de los dos partidos le propondrá al otro una coalición PSOE-Podemos en las próximas elecciones generales. El razonamiento será algo así: Rivera va camino de convertirse en presidente con apenas un 30% de los votos, y nosotros tenemos un 20% (PSOE) y un 15% (Podemos, o viceversa), ¿por qué no sumamos fuerzas en una lista única de izquierdas que con el 35% gane las elecciones? La fórmula, anticipo, nunca se llevará a cabo, pero su mera discusión bastará para hundir un poco más las expectativas de voto de ambos partidos, enfrascados en una espiral autodestructiva.

Las manifestaciones de jubilados y mujeres han lanzado un inesperado salvavidas a PSOE y Podemos, que llevan meses navegando a la deriva. A la vista de cómo han reaccionado, desempolvando planes huecos de mociones inviables, solo cabe decir que, dentro del debate sobre la crisis de la izquierda, nadie ha golpeado más en el centro de la diana que Carlos Sánchez hace unos días cuando se preguntaba: "¿Sirven para algo los partidos de izquierdas?".

En la mayoría de escuelas de negocios, hay un curso bastante popular que consiste en una competición de ideas entre los estudiantes. En Wharton, por ejemplo, se llama 'the big idea' (la gran idea). El formato cambia de unos programas a otros, aunque coincide en gran medida. Como se trata de fomentar la creatividad de los alumnos, el curso empieza dando a cada uno un tiempo (digamos, una hora) para que individualmente desarrollen una idea de negocio por sí solos. El objetivo es evitar que la dinámica de la discusión en grupo ('groupthinking') marchite las ideas más originales, o silencie a los alumnos más tímidos. En una segunda fase, las ideas se defienden en público, delante de toda la clase, que vota las más prometedoras. En sucesivas rondas, las mejores ideas sobreviven, y se amplía el tamaño de los equipos que trabajan en ellas. El sistema funciona bastante bien. En el curso que yo hice, algunas de las ideas ganadoras acabarían convirtiéndose en exitosos negocios reales.

Pedro Sánchez