Desde San Quirico
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El príncipe azul y Carmen de Lirio
Se me da bien empalmar temas, empalmo el pollito bien de Las Leandras con el medidor de escotes de Carmen de Lirio con la desaparición del príncipe azul
Hace bastantes años, Gregorio y yo trabajamos juntos en la División de Antiguos en el IESE. Era una gozada, porque nos entendíamos muy bien. Todos los días, al llegar al despacho, lo primero que hacíamos era ver las esquelas. Cada vez teníamos más Antiguos…y cada vez se nos morían más.
Dejé el IESE hace muchos años, pero me quedé con la costumbre. Coincidí con Gregorio en el AVE y se me olvidó preguntarle si él también. Estoy seguro de que sí.
Repaso esquelas y me encuentro con la de Carmen Forn, señora de la que no he oído nunca hablar. Pero debajo poneCarmen de Lirio.Me da un ramalazo de nostalgia. Nunca le vi actuar, pero esta chica (tenía 90 años al fallecer) fue la Reina del Paralelo cuando yo estudiaba la carrera. Ella, Alady y Antonio Amaya triunfaban en el teatro Apolo, me parece.
Leo el obituario y me río cuando, en una entrevista, ella, ya mayor, dice que la censura comprobaba si el escote tenía las medidas legamente permitidas. De ahí se deduce que con Franco no se podía ser ni un poco descocada.
Me suele ocurrir. Cuando me acuerdo de una cosa me acuerdo de otras. Salto hacia arriba, a 1931, el primer año de la II República añorada por unos cuantos, que dicen que entonces se vivía muy bien. Y, como mentalmentesigo en el Paralelo, no salgo del ambiente frívolo y me voy aLas Leandras,“la revista más famosa de todos los tiempos”, “de una escabrosidad maestra”,que estrenó en Madrid ese año Celia Gámez, la Carmen de Lirio de aquella época. O más, según dicen las crónicas.
En esa revista, Pichi, que es "un chulo que castiga, del Portillo a la Arganzuela",y que debía ser un pájaro impresentable a juzgar por las cosas de las que presumía, le dice a una moza“anda y que te ondulen con lapermanén”,y luego, para cuadrar el verso, añade que“se lopuésdecir a Victoria Kent”,una ministra republicana.
Se acabó la República y prohibieronLas Leandras, hasta que en 1964 se estrenó con otro título, muy fino(Mami, llévame al colegio),y la pobre Victoria Kent fue eliminada y sustituida en el chotis porun pollito bien.
Dejo de hacer saltos y me voy del ambiente revisteril, no vaya a ser que me guste. Ahora estoy en San Quirico, donde nos quedaremos una temporada larga, hasta que nos arreglen el piso de Barcelona, que se incendió y quedó hecho un desastre.
Como siempre, hay muchos niños en casa. Como siempre, cuando llueve, ven películas en la tele. Si no llueve, al monte, que para eso hicimos la casa donde la hicimos. Como siempre, ven películas de Walt Disney.Blancanieves, La Cenicienta, Mickey Mouse, al que ahora los niños le llamanMiki (nosotros, mucho menos viajados que estos críos, le llamábamos“el ratón Miquéy”,con acento en laé).
Hoy tocaLa bella durmiente.Oigo una canción.Eres tú la dulce ilusión que yo soñé.Mis hijos me aclaran que es la versión políticamente correcta deEres tú el príncipe azul que yo soñé.Me dicen que alguien ha dicho que las niñas no deben pensar en encontrar un príncipe azul, porque eso indica subordinación de la mujer al hombre. Por eso, la mujer ahora debe aspirar a que llegue la dulce ilusión.
Mi mujer, que nunca me dijo que yo erasu príncipe azul,pero que tampoco me ha llamado nuncasu dulce ilusión,sonríe. Sabe demasiado. Yo sé menos, pero se me da bien empalmar temas. Y así, empalmoel pollito biendeLas Leandrascon el medidor de escotes de Carmen de Lirio con la desaparicióndel príncipe azuly pienso que, en cuanto a estupidez, no mejoramos nada.
La profesión de censor debe ser tristísima. Comprendo que algo hay que hacer para comer, pero hace falta tener mucho hambre para dedicarse a eso. Y, tristemente, debe haber gente que, si no hace esas cosas, no come. Yo creía que, con el cuento de la democracia, los censores habían desaparecido por ser instrumentos de las dictaduras. Pues siguen existiendo, pagados por unos y/o por otros, con la seria responsabilidad de que el pueblo llano, o sea, mis nietos, piense como ellos, hable como ellos y no diga nada que les moleste a ellos, que para eso pagan.
Por cierto, ¡claro que existeel príncipe azul!¡Claro que hay chicas que son felices cuando lo encuentran!Normalmente, no es príncipe ni es azul. Simplemente, es un chico majo, que acabó ADE y trabaja en una auditoría, ¡y le han hecho contrato indefinido! ¡Claro que hay chicos que son felices con su princesa azul, que también estudió ADE (iban a la misma clase) y que trabaja en una multinacional farmacéutica! O que ha decidido quedarse en casa para dedicarse al trabajo en el hogar, con el peligro, cierto, de ser despreciada por otras a las que eso del hogar no les acaba de gustar y si no les gusta a ellas no le tiene que gustar a nadie.
El príncipe azul, para muchos, es el empleo que les llega o que no les llega. Y el contrato indefinido de que hablábamos antes, que, de repente, llega, no se sabe cómo ni por qué -aunque la abuela,viejecica, que se pasa el día y parte de la noche rezando por su nieto, ya sabe por qué- Y la salida de la crisis, que, más o menos, se empieza a notar. ¡Claro que hay príncipes azules! Cada uno tenemos uno, por lo menos.
Alguien me dirá quela dulce ilusiónes eso. Para mí, la dulce ilusión, es eso, ilusión. Y el príncipe es de carne y hueso. La dulce ilusión me parece una cosa máslight,más blandita, como muchas cosas ahora. Más metrosexual, o sea, ni carne ni pescado.
Como las cerezas. Que tiras de una y salen veinte: de los Antiguos del IESE a Carmen de Lirio; de Carmen a Celia; de Celia a la bella durmiente; de la bella durmiente al príncipe azul.
Todo por seguir haciendo lo que empecé a hacer con Gregorio: leer las esquelas.
Hace bastantes años, Gregorio y yo trabajamos juntos en la División de Antiguos en el IESE. Era una gozada, porque nos entendíamos muy bien. Todos los días, al llegar al despacho, lo primero que hacíamos era ver las esquelas. Cada vez teníamos más Antiguos…y cada vez se nos morían más.