Desde San Quirico
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Catexit (XVI): golpe de Estado
Esta gente lleva meses, años, lustros, mintiendo, oprimiendo, coaccionando y, de repente, con nocturnidad, alevosía y chulería, hala, que somos independientes o como si lo fuéramos
"La ceguera de unos y la frivolidad de otros nos han metido en este callejón y ya veremos cómo saldremos del mismo" (del libro 'La Segunda República española', de Josep Pla, nota de 10 de septiembre de 1933).
Escribí este artículo ayer jueves, día 7. Ese mismo día, en 1933, ocurrieron, por lo menos, dos cosas importantes: que el presidente de la República, Alcalá Zamora, retiró su confianza al Gabinete de Azaña y otra más importante para mí: que ese día nací.
84 años como 84 soles, celebrándolos —entonces y hoy— entre la ceguera de unos y la frivolidad de otros. Hoy, en pleno golpe de Estado dado por Carles, Oriol y Carme y... y... y por todos los que han firmado, celebro mis 84 primeros años. Los que han firmado se han hecho fotos cuando firmaban. Son como niños.
El #president @KRLS signa i promulga la Llei del Referèndum d'Autodeterminació de Catalunya pic.twitter.com/iIr59w3Jtg
— Govern. Generalitat (@govern) 6 de septiembre de 2017
Desayuno con un amigo de 40 años. El 23 de febrero de 1981, fecha del anterior golpe de Estado, él tenía cuatro años y no sabe nada de lo que pasó. Me pregunta cuál de los dos golpes ha sido peor. Le digo que, claramente, este. Porque aquel fue un intento que me pareció chapucerete y que acabó con los guardias civiles implicados saltando por las ventanas bajas del Congreso mientras el que había saltado primero cogía el fusil del siguiente, no vaya a ser que se dispare y tengamos un disgusto.
El golpe de ahora tiene más mar de fondo, porque esta gente lleva meses, años, lustros, mintiendo, oprimiendo, coaccionando y, de repente, con nocturnidad, alevosía y chulería, hala, que somos independientes o como si lo fuéramos.
Sigo comparando los dos golpes. En estos momentos, echo en falta la presencia activa del Rey. Digo que "echo en falta", no que le recomiendo nada, porque no soy quién para recomendar nada a Su Majestad.
Pero recuerdo la noche del 23-F, cenando en casa de unos amigos en Pamplona, un poco nerviosos por las bravatas —bravatillas— de Tejero, y pensando dos cosas: a) los políticos se lo han ganado a pulso; b) Dios mío, que fracase.
También recuerdo lo tranquilo que me fui a dormir, después de ver y oír al rey Juan Carlos, con su uniforme y sus muchas medallas, diciendo a los militares: "Se acabó la juerga".
Cuánto me gustaría que Felipe VI se pusiera su uniforme y muchas medallas, aunque fueran prestadas, fuera a las teles, incluida TV3, y dijera: "Niños, a dormir. Se acabaron las tonterías. Se acabó la persecución del que no piense como vosotros. Se acabó el referéndum del 1 de octubre. Los inhabilitados, inhabilitados. Los que tenéis que pagar la fianza, a pagarla. Los que no tengáis dinero, a aceptar la oferta de la Assemblea Nacional Catalana y de Òmnium Cultural de utilizar su caja de solidaridad para ayudaros a pagar. Y si no os llega, majos, que os embarguen. Porque si hay una ley, además de leérsela como le ha recomendado Jordi Turull al fiscal general del Estado, hay que cumplirla".
Y ya está. Suena el himno nacional, porque el Rey de España está hablando a España y, en especial, a una comunidad autónoma de España, y terminó el mensaje. Cinco minutos y 'prou'.
El artículo 8 de la Constitución dice que el Ejército tiene como misión defender la integridad territorial de España.
Ya sé que eso no se puede decir. Me pregunto: ¿POR QUÉ? Y me contesto: porque como el objetivo de nuestra vida es ser cariñosos, simpáticos, no reñir con nadie y pensar que todos son buenos, incluidos los terroristas, los imanes que incitan al odio y todo hijo de mala madre, estamos haciendo una sociedad merengosa donde, como dije hace poco, lo ideal es ser el enemigo, a quien se respeta, se quiere y se sonríe. Y se le da todo tipo de facilidades para que haga lo que quiera, por lo de la tolerancia, la alteridad, el género y el número.
Y así vivimos, dominados dictatorialmente por unos cuantos que han decidido mandar, previo golpe de Estado.
Será por frases.
Puigdemont pide "serenidad, firmeza y esperanza" para sacar adelante el 1-O.
Corominas dice que "apretamos el botón del sí con el orgullo de votar un sí a la democracia".
"Pese a lo que repitan, esta ley no es un golpe de Estado" (Gabriel).
Otra de Puigdemont, contra la decisión del Tribunal de Cuentas poniendo fianzas a unos cuantos: "Es un salto cualitativo para fomentar el miedo".
Frases y frases en una sesión del Parlament con una presidenta que podía dedicarse a otra cosa, porque parece que esto de presidir no es lo suyo. Una fuga hacia adelante, hacia lo desconocido, hacia Ítaca, que, como isla, tampoco es para echar cohetes.
Un partidillo, la CUP, que no sabe dónde está Ítaca, ni le importa, porque con 10 diputados y 337.000 votos, y con la sonrisa afable y el buen rollo de la señora Gabriel, manda.
¿Golpe de Estado? ¡Por supuesto! ¿Desobediencia total? ¡Claro! ¿Qué quieren? ¿Finura versallesca? ¡Por Dios!
Vuelvo a 1933. Ha caído Azaña. Dice Pla que ha durado apenas año y medio, a base de ponerse encima todos los accesorios demagógicos, románticos, falsamente humanitarios, que constituyen los miasmas de la fiebre del país.
"Su teoría de poner la razón política exclusivamente en el hecho de poseer una mayoría parlamentaria, le ha fallado de forma estrepitosa. El señor Azaña se encontró un día con que eran los radicales... quienes le mantenían".
Que no hay nada nuevo bajo el sol.
Y por eso, no me gusta nada que la CUP llame al enfrentamiento civil y que Poble Lliure, que yo no sabía que existía, pero que parece que viene con ganas de bronca, prevea "un escenario de movilización general, permanente y siempre bajo nuestro control".
Esta película ya la he visto.
Pura democracia.
"La ceguera de unos y la frivolidad de otros nos han metido en este callejón y ya veremos cómo saldremos del mismo" (del libro 'La Segunda República española', de Josep Pla, nota de 10 de septiembre de 1933).