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Cosas buenas, gente buena
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Cosas buenas, gente buena

Estoy cansado de hablar de lo mal que están las cosas y de olvidarme de que el optimismo no consiste en decir que no pasa nada, sino en luchar con uñas y dientes para salir adelante

Foto: Una voluntaria entrega un plato durante una comida de Acción de Gracias para personas sin hogar y menos afortunadas. (EFE)
Una voluntaria entrega un plato durante una comida de Acción de Gracias para personas sin hogar y menos afortunadas. (EFE)

Se me acumulan las noticias buenas. Respiro mucho mejor viendo que hay personas por ahí que se dedican 'full-time' a hacer felices a los demás.

Esto pasa en Cataluña, y en Aragón, y en Ceuta y Melilla. Y hoy lo escribo porque estoy un poco cansado de preocupaciones, de echar la culpa a 'los otros', de hablar de lo mal que están las cosas y de olvidarme de lo que repito a todas horas, que el optimismo no consiste en decir que aquí no pasa nada, sino en luchar con uñas y dientes para salir adelante, aunque sea psíquicamente, de una situación concreta.

Que no pasa nada no es verdad. Aquí y en el mundo, por ejemplo en Bruselas, pasan muchas cosas, no todas buenas ni todas comprensibles ni todas agradables.

La de ahora es una situación concreta, como ha habido situaciones concretas desde el 7 de septiembre de 1933, día en que yo nací. Supongo que antes también las hubo, pero no puedo asegurarlo, porque no las viví.

Hoy hablo de cosas buenas para tranquilizarme. Y para que cuando alguien hable de lo mal que está todo, le podamos contestar que todo, todo, no

Me entero de que unos amigos míos, con la madre enferma, en una residencia donde estaba muy bien atendida, han pensado que mejor atendida estaría en casa y se la han llevado. La casa permite que la señora tenga su intimidad y la familia se cuida de que esté siempre bien acompañada. Todos emocionados porque, al segundo día, la señora se ha vestido bien, se ha peinado, se ha puesto guapa, ha agarrado un andador y ha dado sola unos cuantos pasos, los primeros en más de un mes.

Me llama una profesora de un colegio que conozco. Tienen a los de 'MasterChef' dando una clase a los chavalillos más pequeños. El colegio, alborotado. Selfis y entusiasmo. En broma me dice que hacen de todo, menos dar clase. Y luego, pone cara seria, por lo menos por teléfono, y me dice: "No sabes lo bien que nos van estas cosas para formar a nuestros alumnos".

Me entero de que otros amigos han organizado una merienda-concierto en casa de un matrimonio que lo está pasando mal, él con la cabeza un poco ida y ella, perfectamente lúcida, pero en una silla de ruedas. Mis amigos pensaron que les haría ilusión organizar una merienda musical, a base de canciones de Manolo Escobar, Pepe Blanco, Mª Jesús y su acordeón... O sea, lo que podríamos llamar piezas clásicas. Todo ello acompañado por cava, catalán por supuesto, porque el objetivo no era boicotear a nadie sino hacer felices a los que no pueden salir de casa.

Me contaron que todo fue bien, que el marido tarareaba las canciones y que, de repente, se puso de pie y empezó a bailar. Y la señora que había montado el concierto también bailó... Y a mí, cuando me lo contaron, se me saltaban las lágrimas, cosa que, hasta ahora, no ha conseguido nadie de los que pululan por ahí, ni Junqueras, ni Forcadell ni Sáenz de Santamaría ni Arrimadas.

Porque en todo hay clases.

P.S.

1. Ya sé que algunos dirán que con este artículo pretendo evadirme de la realidad. Otros dirán que estando las cosas como están, es una hipocresía hablar solo de lo bueno.

2. Pues mirad, majos. Seguro que muchos articulistas muy buenos hablarán de la situación concreta de hoy y de sus consecuencias (la fractura social, la Torre Glòries apagada y triste, la caída del turismo de negocios en los hoteles de Barcelona, el peligro de que el Brexit haga desaparecer 37.000 millones de los fondos de cohesión que nos irían muy bien, el procesamiento de la tesorera, un abogado y el exjefe informático del PP porque a la Audiencia de Madrid se le ha ocurrido escribir 18 folios sobre los ordenadores de Bárcenas, etc.).

3. Como eso sucederá, hoy hablo de cosas buenas, para tranquilizarme yo y, de paso, ayudar a tranquilizar el ambiente.

4. Y de paso, para que cuando alguien hable de lo mal que está todo, le podamos contestar que todo, todo, no.

Se me acumulan las noticias buenas. Respiro mucho mejor viendo que hay personas por ahí que se dedican 'full-time' a hacer felices a los demás.