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Día 52. El guante que salvó media vida y ridiculizó a un Gobierno
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Carlos Prieto

Diario de la pandemia

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Día 52. El guante que salvó media vida y ridiculizó a un Gobierno

¿Se pueden hacer chistes sobre el covid-19? Sí, pero la competencia desleal es feroz

Foto: Guantes, mascarillas y gel en el Ayuntamiento de Madrid. (EFE)
Guantes, mascarillas y gel en el Ayuntamiento de Madrid. (EFE)

Yo soy Werner Finck, y usted no lo es. Esto es el festival de chistes al filo del precipicio. Primera bala: si no existieran los nazis, habría que inventarlos.

Bienvenidos a los diarios de la pandemia.

Foto: Deportistas haciéndose un selfi. (EFE) Opinión

Lo bueno del nazismo es que ayuda a situar los límites del humor. ¿Se pueden hacer bromas sobre campos de concentración? ¿Sí? ¿No? Quizá. Depende de si el chiste se dirige hacia arriba (los nazis) o hacia abajo (sus víctimas). También depende del contexto, desde dónde se bromee, quién hace la chufla. ¿Deberíamos usted y yo bromear sobre eso? Un jerarca nazi, desde luego que no; Werner Finck, barra libre.

Cabaretero de culto en el Berlín de los años treinta, Finck cabalgó por el abismo durante años, probando hasta dónde podían llegar sus chuflas sobre el régimen, y acabó en un campo de concentración. Para blanquear el horror, los nazis permitieron a los cabareteros actuar en los campos, como cuenta este libro. Finck hizo el siguiente monólogo cómico en el campo de Ekkerard:

"Os sorprenderá lo alegres y animados que estamos", dijo a su público, formado por presos y soldados nazis. "Pues bien, camaradas, esto tiene su razón de ser: en Berlín ya no lo estábamos desde hace mucho tiempo. Todo lo contrario. Siempre que actuábamos sentíamos una extraña sensación en la espalda. Era el temor a terminar en un campo de concentración. Y mirad, ahora ya no necesitamos sentir miedo nunca más: ¡ya estamos dentro!".

¡Ya estamos dentro! Todo fe-no-me-nal. Mejor que nunca. O algo.

Papel higiénico

A otro nivel, el humor sobre el coronavirus sería delicado si fuera solo una tragedia médica, pero el covid-19 es ahora mismo TODO, la sociedad en su conjunto, del señor que pide fusilar a Sánchez al chándal que nos hemos puesto para correr y no nos entra. Hay decenas de ramificaciones costumbristas y políticas. Hay espectaculares negligencias del poder. Hay buitres, chaqueteros y oportunistas. Hay confusión a raudales. Territorio abonado a la comedia.

Por tanto, el mayor reto no sería localizar los límites del humor sino sortear la feroz competencia desleal: la realidad coronavírica es tan exagerada que no es fácil de superar. O el poder monopolizando el humor (involuntario).

Por ejemplo: las chuflas sobre manipulación oficial de datos se han puesto imposibles. Tomemos un ejemplo. Un programa de la BBC —'Panorama'— ha desvelado los ridículos métodos del Gobierno británico para hinchar las cifras de equipos de protección entregados a los sanitarios:

La realidad del coronavirus es tan exagerada que no es fácil de parodiar

1) Contar doble cada guante. Cuando el Gobierno dice que ha entregado 50.000 guantes, no quiere decir que 50.000 sanitarios tengan guantes, sino que ha entregado literalmente 50.000 guantes, NO 50.000 pares de guantes. Es el milagro de los panes y los guantes. Técnicamente, el Gobierno no miente, pero es como si a usted le encargan comprar zapatos a 12 niños, compra 12 zapatos y dice que ya está. Pues hombre: no está, lo que hay ahora son 12 niños con un pie descalzo.

2) Incluir el papel higiénico como equipo de protección. Basta con llenar los hospitales de papel de váter para que el Gobierno Boris pueda presumir de cifras. ¿Qué tal? Poca broma: el nivel de desprotección sanitaria en Europa ha llegado a tal punto que cualquier día veremos a un médico envuelto en papel higiénico para no pillar el coronavirus. La gestión del covid-19 en manos de una momia.

Foto: Deportistas haciéndose un selfi. (EFE) Opinión


Pero eso no es nada. Cosas más increíbles hemos visto. Por ejemplo, al ministro de Sanidad chileno diciendo que los muertos por coronavirus pasaban a ingresar las listas de 'recuperados'. Bien. En principio, si uno entra vivo a un hospital y sale muerto, no parece prudente calificar la gestión de 'éxito', salvo que uno sea el ministro de Sanidad chileno. Como medida es imparodiable, no es posible ir más allá desde el humor, solo la realidad coronavírica podría superarla...

En efecto, como ya anticiparon en Chile, los muertos están mejor y más solicitados que nunca. El presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, acaba de nombrar alto cargo a un muerto. Tal cual.

"El presidente Buhari ha nombrado a una persona que falleció en febrero para ocupar un puesto en la Comisión Federal de Carácter (FCC). Se trata de Tobias Chukwuemeka Okwuru... Una de las asesoras presidenciales trató de argumentar que el error se produjo porque la nominación de Tobias Chukwuemeka tuvo lugar cuando aún estaba vivo", informa 'La Voz de Galicia'.

No es la primera vez que el presidente Buhari asciende a un muerto. A Muhammadu Buhari le conocen como BABA GO SLOW (BABA SE LO TOMA CON CALMA). El presidente Baba se queja amargamente de que la culpa de tanta demora no es suya, sino de la democracia, que es un sistema lento. "El lento no es Baba, sino el sistema", ha dicho el presidente. "En 2018 hubo rumores de que el presidente había muerto y había sido sustituido por un doble de Sudán llamado Jubril", según 'The Times'. Baba se vio obligado a desmentir los rumores de su muerte (bueno, Baba o quien fuera ese hombre que dice ser el presidente).

Resumiendo: los muertos están mejor que nunca, y a cargo de la gestión de la pandemia. Parodiar la realidad se ha puesto imposible.

Yo soy Werner Finck, y usted no lo es. Esto es el festival de chistes al filo del precipicio. Primera bala: si no existieran los nazis, habría que inventarlos.