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Cuando España se debate entre Mario Conde y Sánchez Gordillo
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Matías Vallés

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Cuando España se debate entre Mario Conde y Sánchez Gordillo

El propio Rey contaba la escena en que un aspirante a la aristocracia le imploraba: –Majestad, quiero ser Conde. Y el monarca replicaba veloz:

El propio Rey contaba la escena en que un aspirante a la aristocracia le imploraba:

–Majestad, quiero ser Conde.
Y el monarca replicaba veloz:
–Toma, y yo también.

El ascenso fulgurante de Mario Conde había suscitado la envidia del jefe de Estado, que lo colocaba a su altura. Sin salir de Mallorca, el Rey reinaba desde Marivent y el banquero tenía su polo magnético en Ca na Poleta, en la zona de Pollença. A continuación entrecruzaban sus espadas de mar en Puerto Portals. Por no hablar de intereses portuarios que se adentraban en el terreno mercantil. 

Los Arias, íntimos del monarca, gestionaban y gestionan el restaurante Flanigan. La familia política de Conde, los Arroyo, timoneaban el adyacente bar Capricho. Más de un cliente se sentaba en la terraza del establecimiento "para que me sirva una cerveza la cuñada de Mario Conde". Sic transit.

Conde es el personaje más biografiado y autobiografiado de España. Siempre ha revestido sus propuestas financieras y políticas de una dimensión espiritual, concentrada en las conversaciones que mantenía en Pollença con su antiguo socio, Juan AbellóConde es el personaje más biografiado y autobiografiado de España. Siempre ha revestido sus propuestas financieras y políticas de una dimensión espiritual, concentrada en las conversaciones que mantenía en Pollença con su antiguo socio, Juan Abelló. En ese envidiable entorno, donde hoy se baña David Cameron, el abogado del Estado diseñó proyectos que la colocación en la rampa de lanzamiento de Sociedad Civil y Democracia pretende materializar en cuotas de poder. 

Es una situación de incertidumbre que conoce de antiguo. Mientras los arúspices sondeaban sus posibilidades electorales a principios de los noventa, el presidente de Banesto daba largos paseos junto a su protegido Adolfo Suárez –ambos con las camisas arremangadas– por la finca mallorquina de Cristina Macaya, ante los ojos atónitos de invitados que imaginaban estar asistiendo a la ceremonia de transmisión del testigo gubernamental.

Al margen de sus manejos bancarios, Conde pudo apreciar el peso del férreo bipartidismo que PP y PSOE habían impuesto en la política española. Por ponerlo suave, cuesta equiparar la facilidad de encarcelar a Conde con la imposibilidad de purgar a uno solo de los financieros responsables del mayor cataclismo económico de la historia de España, éste sí certificado por todos los árbitros del planeta. No importa, nada cautiva a la audiencia como una buena redención, aunque la mitología no previó una secuela para el Ícaro gallego que se aproximó peligrosamente al sol.

En tiempos menos recalentados hablaríamos de delirios veraniegos, pero hoy se concede verosimilitud a la posibilidad de elegir entre Mario Conde o Sánchez GordilloEn tiempos menos recalentados hablaríamos de delirios veraniegos, pero hoy se concede verosimilitud a la posibilidad de elegir entre Mario Conde o Sánchez Gordillo. Hasta tal punto ha llegado el descrédito de las instituciones, aunque en ocasiones parece que al antiguo banquero lo han empujado al primer plano. Ya no es el hábil cortesano que en Mallorca fue conquistando paulatinamente la fortaleza náutica de Don Juan. El padre del Rey franqueó la entrada del expresidente de Banesto en La Zarzuela. A falta de decidir si el Conde de Barcelona había encontrado en Palma al hijo que desearía haber tenido, un compañero de Conde accedió al cargo de jefe de la Casa del Rey.

Mario Conde