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Cascos quería un AVE en Mallorca
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Cascos quería un AVE en Mallorca

Si quieres ser incomprendido, empieza por vivir en una isla. La tragedia de Santiago y su impacto colateral contra la potente industria ferroviaria española ha rescatado una anécdota

Si quieres ser incomprendido, empieza por vivir en una isla. La tragedia de Santiago y su impacto colateral contra la potente industria ferroviaria española ha rescatado una anécdota vivida en Mallorca hace una década. Por aquel entonces, Álvarez Cascos era ministro de Fomento, aparte de presunto perceptor de los sobresueldos que Bárcenas administraba desde Génova. El país estaba inflado en su burbuja, y el Ejecutivo de Aznar auspiciaba los proyectos más descabellados. En Balears gobernaba el socialista Francesc Antich, aliado entre otros con la Unió Mallorquina de Maria Antònia Munar, que ha acabado sus días en prisión. Al contrario de lo que sucede hoy, el ministerio urgía a las comunidades a presentar proyectos, en la garantía de que obtendrían financiación a espuertas.

Con distancias máximas por debajo de los noventa kilómetros y dada la inelasticidad del territorio, la isla carecía de las dimensiones que permitieran al AVE desarrollar sus velocidades estratosféricas sin precipitarse al mar

En medio de este frenesí, Cascos llegó a proponer al Govern autonómico de Antich que lanzara un proyecto de tren de alta velocidad en Mallorca. El delfín demostraba una sabiduría geográfica poco envidiable. Con distancias máximas por debajo de los noventa kilómetros y dada la inelasticidad del territorio, la isla carecía de las dimensiones que permitieran al AVE desarrollar sus velocidades estratosféricas sin precipitarse al mar. En todo caso, se cubrirían trayectos de un cuarto de hora, que difícilmente justificaban las inversiones anejas al proyecto. Claro que la España de la pasada década se especializó en lo injustificable.

No me negarán que el AVE mallorquín está a la altura del aeropuerto sin aviones de Castellón. Más allá del disparate ferroviario, la anécdota traslada la incomprensión absoluta que la vida insular desencadena entre quienes no la experimentan. Además, la urgencia por inyectarse la velocidad en vena sorprende en una isla que llevó la calma por apellido. Jaume Matas cicatrizó su interior con autopistas desmesuradas en su tamaño y en la deuda impagable que generaron. El arquitecto Rafael Moneo Vallés, premio Príncipe de Asturias, se rebelaba ante la aceleración impuesta al paisaje de Mallorca, donde posee una casa que supera en austeridad monástica a las más estrictas órdenes de clausura. “Viajo a Mallorca para ir despacio”, recordaba el autor de la ampliación del Prado. Por supuesto, la ralentización opcional del ritmo vital durante unas vacaciones no siempre es comprendida por los indígenas, obligados a incumplir el dogma de la rapidez durante todo el año.

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Ante la imposibilidad del AVE, la isla se concentró en erigirse en la primera región española con un coche por habitante; asombra que los vehículos tengan cabida en un espacio tan reducido. La experiencia ferroviaria clásica se concentra en el coqueto tren de Sóller, que ocupa un lugar prominente en el vademécum de atracciones turísticas. Plantea una excursión inolvidable, practicada anualmente por los Príncipes de Asturias en compañía de sus hijas.

En la década inaugural sin nombre -¿los años cero?-  sobraba el dinero para iniciativas demenciales. Cascos no logró instalar el AVE más breve de la historia. Sin embargo, en su papel de comisario artístico consorte efectuó excelentes negocios artísticos en Mallorca. En concreto, cuando del poder de Cascos ya sólo quedaban los cascotes, organizó a través de una sociedad conjunta con su esposa María Porto la exposición al aire libre de las descomunales esculturas de Igor Mitoraj. Al igual que en el tren de alta velocidad, el político conservador seguía obsesionado por el gigantismo, sin acertar con la proporción idónea para un archipiélago que suma cinco mil kilómetros cuadrados a punto de quedar calcinados en su integridad.

La historia del AVE no asombra por su proximidad al sublime ridículo, sino porque se ve aventajada en esa categoría por otros proyectos urbanísticos. Ahí están sin ir más lejos los sucesivos proyectos de clubes de hielo, o los planos de una pista de esquí. No ha faltado el circuito de Fórmula 1 y, agárrense, un parque temático de las religiones, con propuestas tan tentadoras como la danza del vientre.

placeholder Inauguración de la línea de alta velocidad entre A Coruña, Santiago y Ourense. (EFE)

Si quieres ser incomprendido, empieza por vivir en una isla. La tragedia de Santiago y su impacto colateral contra la potente industria ferroviaria española ha rescatado una anécdota vivida en Mallorca hace una década. Por aquel entonces, Álvarez Cascos era ministro de Fomento, aparte de presunto perceptor de los sobresueldos que Bárcenas administraba desde Génova. El país estaba inflado en su burbuja, y el Ejecutivo de Aznar auspiciaba los proyectos más descabellados. En Balears gobernaba el socialista Francesc Antich, aliado entre otros con la Unió Mallorquina de Maria Antònia Munar, que ha acabado sus días en prisión. Al contrario de lo que sucede hoy, el ministerio urgía a las comunidades a presentar proyectos, en la garantía de que obtendrían financiación a espuertas.

Francisco Álvarez Cascos Fórmula 1 Deuda