Es noticia
España no se vende, se alquila
  1. España
  2. Diario Robinson
Matías Vallés

Diario Robinson

Por

España no se vende, se alquila

Se atribuye a George Bernard Shaw la anécdota que incita al dramaturgo a preguntarle en una cena a su atractiva vecina:–¿Se acostaría usted conmigo por un

Foto: Piso en alquiler a las afueras de Madrid (Reuters)
Piso en alquiler a las afueras de Madrid (Reuters)

Se atribuye a George Bernard Shaw la anécdota que incita al dramaturgo a preguntarle en una cena a su atractiva vecina:
¿Se acostaría usted conmigo por un millón de euros?
–Seguramente.
–¿Y por cien euros?
–Pero bueno, ¿por quién me ha tomado usted?
–Esto ya lo hemos aclarado, ahora simplemente estamos regateando por el precio.

Es decir, no se trata de saber qué haríamos por dinero, sino por cuánto lo haríamos. En la adaptación de este diálogo a la actual circunstancia española:
¿Alquilaría usted su propia casa a un extraño por mil euros la noche?
–Seguramente.
–¿Y por veinte euros?
–Pero bueno, ¿por quién me ha tomado usted?
–Por un español agobiado por la crisis y que no tiene una casa para alquilar, sino que sólo tiene una casa para alquilar.

España no se vende, se alquila. Un ciudadano, un hotelero. La fiebre por sacar al mercado la propia vivienda, después de años uncidos al yugo esclavista de una hipoteca para disfrutarla en exclusiva, no mide tanto el espíritu emprendedor de los españoles como la desesperación a que les ha llevado la contracción drástica de sus ingresos y patrimonios. Dejar el castillo adquirido con tanto esfuerzo en manos de extraños para irse a veranear en peores condiciones que los bárbaros invasores: qué se hizo del honor calderoniano.

placeholder
Un hombre consulta su móvil en el balcón de su casa

La vanguardia del alquiler universal se sitúa en las zonas costeras. Mallorca es un hormiguero de turistas que arrastran su maleta con ruedas por barrios inverosímiles, donde han alquilado un piso, una habitación o una cama. En la Barceloneta, los vecinos no sólo se manifiestan contra la avalancha de pisos consagrados al alquiler turístico, sino que insultan a los turistas que encuentran a su paso, por primera vez en la historia de España. La prospección se extiende al resto del litoral. Eivissa y Formentera experimentan migraciones masivas durante la temporada estival. De nuevo, ¿a qué precio dejaría usted su casa en manos de extraños, y qué dice este comportamiento sobre la pertenencia a un territorio y a un vecindario?

Cabe recordar que no se habla aquí del alquiler de viviendas desocupadas, sino de la entrega parcial o total del propio domicilio. Los arrendatarios descubren pronto los inconvenientes que el clásico resumía en los versos “¡Pobre chica, la que tiene que servir!/Más valiera que se llegase a morir”. Hay inquilinos que salen muy caros, piensen en la Moncloa. Para redondear la cuenta de ingresos, los anfitriones ofrecen servicios hoteleros como los traslados desde y al aeropuerto, la limpieza o la comida. Los hoteleros han puesto el grito en el cielo ante la proliferación del intrusismo, aunque el sol y las playas que explotan no les pertenecen. El conflicto legal se ha transmitido a la frontera entre la Ley de Arrendamientos Urbanos y la clasificación más exigente de los apartamentos turísticos. Gobiernos autonómicos como el balear tienen el corazón partido entre los empresarios, a quienes tanto deben, y una población de votantes que puede cobrarse en las urnas la satanización legislativa de esta pujante fuente de ingresos. En fin, la serie Breaking Bad ejemplifica los riesgos de la iniciativa privada sin trabas que debería favorecer un Gobierno liberal.

Carteles de venta. (Efe)Hasta el nuevo Rey vive confusamente realquilado, así en su palacio invernal como estival. Tal vez estamos olvidando otra pregunta esencial, ¿cuánto estaría usted dispuesto a pagar por alquilar la casa habitual de un desconocido a quien ha descubierto en un anuncio a menudo camuflado en la red? Adivino por el silencio que hay más quorum en el segmento necesitado de ingresos que en la opulencia. La explosión de los alquileres desmonta la ilusión de que el empobrecimiento no arrastraría consecuencias. Además, nos permitirá interiorizar la servidumbre aneja a una economía de servicios, a falta de decidir cómo se va a recuperar una deuda superior al PIB con estas cataplasmas de hijosdalgo remendados. En el lado positivo, la necesidad de sonreír para ganarse la vida hará más simpáticos a pueblos que solo éramos amables con el entrecejo fruncido.

No subestimen la capacidad de propagación del alquiler universal de viviendas. La prensa de papel oculta sistemáticamente el caos que generará el momento en que los seres humanos descubran que es absurdo tener un coche en propiedad, consulte las trabas a ‘uber.com’. Si este nomadismo se traslada al sector inmobiliario, se debilitarán los vínculos sociales. Está demostrado que el arraigo ligado a la vivienda en propiedad rebaja los índices de delincuencia. Por lo menos, hasta que Rajoy grave la vivienda propia cumpliendo órdenes de Merkel, que considera que los jubilados españoles son demasiado ricos porque tienen un piso, a diferencia de sus coetáneos prusianos.

Se atribuye a George Bernard Shaw la anécdota que incita al dramaturgo a preguntarle en una cena a su atractiva vecina:
¿Se acostaría usted conmigo por un millón de euros?
–Seguramente.
–¿Y por cien euros?
–Pero bueno, ¿por quién me ha tomado usted?
–Esto ya lo hemos aclarado, ahora simplemente estamos regateando por el precio.

Moncloa Pisos