Es noticia
Como Fraga en Palomares: Soria bebe aceite y el Gobierno nos toma por idiotas
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

Como Fraga en Palomares: Soria bebe aceite y el Gobierno nos toma por idiotas

Yo no se ustedes pero todavía no salgo de mi asombro. La que han montado a cuenta del aceite de girasol, que si es tóxico, que

Yo no se ustedes pero todavía no salgo de mi asombro. La que han montado a cuenta del aceite de girasol, que si es tóxico, que si no lo es, que sí lo es pero no tanto, que si no lo es pero mejor que no lo tomen... ¡Joder! Que se aclaren. El viernes pasado, en La Brújula de la Economía, después de que Carlos Alsina le atizara al Ministerio a base de bien porque se lo merecía, tuvo el detalle de responder a nuestras preguntas un propio de la Agencia de Seguridad Alimentaria. Previamente, en un gesto de consideración con el consumidor que, como le gusta decir a Llamazares, demostró que los encargados del asunto tienen la sensibilidad de una almeja –cuyo grado de sensibilidad, ciertamente, desconozco-, estos señores lanzaron a los cuatro vientos una alarma alimentaria de las que hacen época: “¡Que nadie tome aceite de girasol! ¡Retírese de todas partes!”. Nada menos que un producto básico en nuestra dieta, a ver si se creen estos señores que tal y como está el IPC el personal fríe patatas con aceite de oliva virgen extra. Porque si hubieran retirado del mercado todas las latas de caviar de beluga...

Y cuando ya todos los españoles estaban vaciando las botellas de aceite de girasol -que no era perjudicial para la salud pero que Sanidad prohibía tajantemente consumir- por el desague del fregadero, este buen señor de la agencia alimentaria nos explica que no es que sea muy tóxico, sino que es solo un poco tóxico y que puede serlo más en consumos prolongados o en cantidades muy considerables: es decir, que para que tuviera un efecto considerado pernicioso para la salud había que beberse de golpe dos o tres litros de aceite de girasol y luego, inmediatamente, encerrarse en el baño porque digo yo que el efecto lavativa de semejante acción debe ser terrorífico, un apretón de los de aquí te espero, de esos que hacen época. Entonces, pregunto, ¿porqué se congratulaban ayer las mismas autoridades sanitarias de que nadie hubiese acabado en un hospital intoxicado por el consumo de este aceite? No pensarán puede haber, de verdad, quien se ventile botellas de aceite de girasol como el que se bebe litros de agua de Fontvella después de una maratón... ¿no?

Eso como primera derivada. Segunda: ¿me pueden explicar, por favor, a cuento de qué Sanidad ofrece una lista de marcas ‘limpias’ de agentes tóxicos si el ministro Bernat Soria ha dicho que se pueden consumir todas? Es que no lo entiendo, coño, debo ser muy torpe, pero si se puede consumir cualquier aceite... ¿es que le dan un plus a Soria por aprovechar la ocasión para hacerles publicidad a unas marcas si y a otras no? Y si no es eso y todavía hay marcas que no saben si se pueden consumir o no y de hecho anuncian que dentro de dos semanas darán una lista con las marcas afectadas, ¿por qué nos dicen que se puede consumir cualquier aceite? Y si el que tenemos en casa es de una marca afectada, ¿qué? Y si se puede consumir cualquier clase de aceite, ¿qué narices de alerta alimentaria es esta en la que nadie se aclara sobre lo que hay que hacer con el maldito aceite? Yo, por si acaso, ya les digo que ni abro el que tengo en casa, ni compro, me diga lo que me diga el ministro, porque no me fío ni un pelo de unos tipos que han creado una alarma alimentaria de narices y ni ellos mismos parecen saber hasta donde llega la seriedad de este asunto.

Porque, no crean que se queda ahí la cosa. Eso sí, el ministro está muy contento de lo bien que han respondido las autoridades sanitarias. Tiene bemoles. Nos meten el susto en el cuerpo, ahora nos dicen que cualquier aceite del mercado es seguro, pero añaden que hay una lista de marcas afectadas, y después aseguran que la contaminación solo afecta a una partida de 125 toneladas procedentes de Ucrania. Y cuando uno piensa que, en fin, tampoco será para tanto, entonces añaden que eso es lo que tienen controlado, pero que hay otra partida de 7.000 tonelas –estas ya son unas cuantas más- que pueden estar implicadas y que han llegado por mar. ¡Ah! Pero no queda ahí la cosa, porque resulta que el resto del aceite llegado de Ucrania, hasta un total de 15.600 toneladas, también le plantea dudas a Sanidad. ¡Hombre! La cosa cambia. No es lo mismo 125 toneladas que 15.600, digo yo. No estaría de más que el Ministerio se aclarara un poquito, y nos ofreciera una información un poco más completa y, sobre todo, clara, sobre este asunto, y si ya de paso Rodríguez vuelve de vacaciones, mejor que mejor. Y si encima la oposición sale de su letargo y se pone al frente de la manifestación, ya ni les cuento. Mientras tanto, mi consejo: verduras al vapor.

Yo no se ustedes pero todavía no salgo de mi asombro. La que han montado a cuenta del aceite de girasol, que si es tóxico, que si no lo es, que sí lo es pero no tanto, que si no lo es pero mejor que no lo tomen... ¡Joder! Que se aclaren. El viernes pasado, en La Brújula de la Economía, después de que Carlos Alsina le atizara al Ministerio a base de bien porque se lo merecía, tuvo el detalle de responder a nuestras preguntas un propio de la Agencia de Seguridad Alimentaria. Previamente, en un gesto de consideración con el consumidor que, como le gusta decir a Llamazares, demostró que los encargados del asunto tienen la sensibilidad de una almeja –cuyo grado de sensibilidad, ciertamente, desconozco-, estos señores lanzaron a los cuatro vientos una alarma alimentaria de las que hacen época: “¡Que nadie tome aceite de girasol! ¡Retírese de todas partes!”. Nada menos que un producto básico en nuestra dieta, a ver si se creen estos señores que tal y como está el IPC el personal fríe patatas con aceite de oliva virgen extra. Porque si hubieran retirado del mercado todas las latas de caviar de beluga...

Bernat Soria