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De Fadesa a Sacyr hay una diferencia: Del Rivero maneja información sensible
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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De Fadesa a Sacyr hay una diferencia: Del Rivero maneja información sensible

Dicen quienes fueron testigos el martes por la mañana de la escena que la misma encerraba una carga de profundidad capaz de hacer volar el Hotel

Dicen quienes fueron testigos el martes por la mañana de la escena que la misma encerraba una carga de profundidad capaz de hacer volar el Hotel Ritz por los aires. José Luis Rodríguez Zapatero, Rodríguez para los menos amigos, ofrecía una conferencia de marcado contenido neoliberal en unas jornadas organizadas por el semanario The Economist -el mismo que ha conseguido destaparle las vergüenzas al paletonacionalismo catalán-. (Un inciso para aclarar que Rodríguez es como un corcho que flota en cualquier superficie líquida: ante el Comité Federal del PSOE se aparece como la reencarnación de la más estricta ortodoxia socialdemócrata, y ante un auditorio de empresarios y analistas de la City da fe de su capacidad para cambiar de principios en función del escenario y se vuelve liberal). Andaba Rodríguez en los primeros pasos de su discurso cuando todas las miradas se volvieron hacia el personaje que acaba de hacer entrada en la sala: Luis de Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso. Llegó tarde, se hizo notar y, encima, se sentó en primera fila para que Rodríguez le tuviera bien presente. No hacía falta que dijera nada, el gesto lo traducía todo.

 

“Aquí estoy yo, tu sabes lo que yo sé, y el daño que puedo hacer si lo cuento”, parecía decir con sus manos y sus miradas. Verán, este es el tema. Si al final la participación de Sacyr en Repsol la compran Lukoil, Total o el coño de la Bernarda no deja de ser una derivada del asunto principal: la relación inmoral y, probablemente, ilegal del Gobierno con Sacyr y, sobre todo, con su presidente Luis del Rivero. Hemos vuelto por donde solíamos: por el amiguismo, el favoritismo, el tráfico de influencias y la información privilegiada. Desde los tiempos de Felipe en el poder, el socialismo patrio siempre vuelve por sus fueros y acaba en connivencia lucrativa con una parte del capitalismo español que no tiene vergüenza de estrechar algo más que lazos con el poder hasta el punto de convertirse en el verdadero poder en la sombra. Nos quieren vender que hay que salvar a Sacyr porque está prácticamente en quiebra y sería terrible que se hundiera en el pozo de la suspensión de pagos, porque eso dejaría a cientos de familias en el paro y provocaría un efecto letal sobre nuestra ya muy maltrecha economía. Pero, si es así, entonces ¿porqué dejaron caer a Martinsa-Fadesa y el ICO le negó aquel aval de no sé cuantos millones que pidió para evitar el cierre?

Martín también era un amigo del Gobierno, ¿se acuerdan? Mantenía unas estrechas relaciones con David Taguas y gracias al constructor el ex director de la Oficina Económica de Moncloa acabó presidiendo la patronal a cambio de un pastón. Pero Martín no tenía información sensible, no podía hacerle daño al Gobierno si el Gobierno le apartaba a un lado y le dejaba caer. Y le dejó caer. Martín no había hecho favores más allá de ese, ni sucumbido a la erótica del poder, no porque no quisiera, sino porque no se lo pidieron. No le pidieron que tomara el control del BBVA para poner de patitas en la calle a FG a cambio de sabe Dios qué, ni que terminara en un plazo record las obras del AVE a Barcelona a cabio de sabe Dios cuanto, ni que comprara una participación del 20% de Repsol para acabar con el mandato de Cortina -nombrado por Rato- a cambio de sabe Dios cómo… Y seguramente así podríamos seguir en un largo etcétera que sería sumamente interesante conocer si el amigo Del Rivero tuviera a bien cantar la Traviata y contarlo todo. Pero el Gobierno, perdón, Rodríguez, porque este es un asunto concerniente al demócrata Rodríguez, al estadista Rodríguez, al liberal Rodríguez, al transparente Rodríguez, al modelo Rodríguez, no tiene la más mínima intención de permitir que Del Rivero cante, aunque para eso tenga que entregar la joya de la corona a la mafia rusa o al nuevo imperio del Rey Sol en pago de la Sarkosilla.

Dicen quienes fueron testigos el martes por la mañana de la escena que la misma encerraba una carga de profundidad capaz de hacer volar el Hotel Ritz por los aires. José Luis Rodríguez Zapatero, Rodríguez para los menos amigos, ofrecía una conferencia de marcado contenido neoliberal en unas jornadas organizadas por el semanario The Economist -el mismo que ha conseguido destaparle las vergüenzas al paletonacionalismo catalán-. (Un inciso para aclarar que Rodríguez es como un corcho que flota en cualquier superficie líquida: ante el Comité Federal del PSOE se aparece como la reencarnación de la más estricta ortodoxia socialdemócrata, y ante un auditorio de empresarios y analistas de la City da fe de su capacidad para cambiar de principios en función del escenario y se vuelve liberal). Andaba Rodríguez en los primeros pasos de su discurso cuando todas las miradas se volvieron hacia el personaje que acaba de hacer entrada en la sala: Luis de Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso. Llegó tarde, se hizo notar y, encima, se sentó en primera fila para que Rodríguez le tuviera bien presente. No hacía falta que dijera nada, el gesto lo traducía todo.

Luis del Rivero