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Yes, we 'Camps'
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Yes, we 'Camps'

No es idea mía. La verdad es que se les ha ocurrido a algunos de los dirigentes del PP más activos en el universo de Facebook,

No es idea mía. La verdad es que se les ha ocurrido a algunos de los dirigentes del PP más activos en el universo de Facebook, como Daniel Sirera o Esteban González Pons, y en ella habita un complicado equilibrio entre fe y suspicacia. Verán, lo que Garzón le está haciendo al PP es una canallada propia de un bellaco -bellaco, según la RAE, “astuto, sagaz”, pero también “malo, pícaro, ruin”, elijan ustedes-. Garzón es, como juez, la antítesis de la ética, un sofisma de la estética, carne de lupanar, un juez cornúpeto pillado in fraganti en una peligrosa aventura cinegético-sentimental que humilla la justicia con sus autos y sus sumarios. ¿Han leído estos últimos por los que se inhibe a favor de los tribunales superiores de Valencia y Madrid? Son una auténtica sandez, una verdadera orgía de chorradas puestas una detrás de otra como si de verdad tuvieran sentido alguno, una mierda -con perdón- propia de un bachiller y no de un magistrado al que se supone oficio. No me sorprende que con semejante ejemplo, su primogénito no sea capaz de aprobar un curso completo de la carrera de Derecho, y esto no lo sé yo porque sí, sino porque me lo contó la pasada semana su íntimo amigo el ex fiscal Enrique Molina, que ahora ya no me percibo de si es amigo o lo han dejado en suspenso, porque todo lo que rodea al juez Baltasar Garzón huele, que digo huele, apesta a podrido.

 

Garzón ha querido implicar en la trama de empresas corruptas que vincula al PP para darle titulares al periódico experto en el chantaje y la extorsión mafiosa, es decir, El País y su pseudo-mariachi Publico, al presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, porque según Garzón a cambio de suculentos contratos de cientos de miles, casi millones, de euros que el juez en ningún momento ha podido demostrar que sean ilegales o no se ajusten a los parámetros que marca la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, Camps y el secretario general del PP de Valencia, Ricardo Costa, fueron obsequiados con regalos en especie por parte del tal Correa y sus secuaces: una serie de trajes de Milano y Forever Young por valor de unos pocos miles de euros... ¡Tócate los h..., Baltasar! Si eso es verdad, si el pago por esos contratos multimillonarios es una castaña de trajes de Milano, a Camps y a Costa habría que enchironarlos, no por corruptos, sino por gilipollas. Lo que yo creo, fíjense, es que Garzón no ha encontrado nada con lo que poder demostrar que hay una trama de corrupción en el PP, y se agarra a una estupidez como a un clavo ardiendo. Primero habrá que demostrar que Camps recibió esos trajes, y en el caso de que fuera así, que eso sea delito, cosa que parece harto difícil. Lo que no es tan difícil, Baltasar, es perseguir con la misma saña a esos alcaldes socialistas que se guardan los billetes de las extorsiones dentro de su camisa, o tirar del hilo de la trama de corrupción de Vera, allí donde el presidente Rodríguez posee un chalet rodeado de chorizos de los que de verdad se lo llevan crudo.

Yo no digo que no haya caso en algunos de los supuestos que el juez Garzón utiliza como arma arrojadiza contra el PP en su ambición aniquiladora. Pero no me creo que el alcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda, se haya enriquecido dándole contratos a las empresas de Correa, entre otras cosas porque en los seis años que lleva como alcalde prácticamente no ha recalificado ningún terreno para promociones inmobiliarias, que es lo único que le podría haber supuesto a Correa en Pozuelo suculentos beneficios, salvo que le haya dado por la cosa filantrópica y se dedique a levantar VPOs. Lo terrible, en cualquier caso, es que Garzón se cisca encima de la presunción de inocencia, un derecho fundamental recogido en la Constitución, esa Constitución que Garzón maltrata, viola, vulnera y transgrede con cada una de sus actuaciones. Este juez es un peligro, un cáncer para la justicia, una piedra en el zapato del Estado de Derecho, un cortesano de la Ley, una verdadera calamidad. Yes, we Camps. ¡Pues claro! Pero ¿cómo vamos a darle pábulo a un tipo que acusa a otros de chanchullos con trajes de Milano, cuando él acepta cohechos mucho más sustanciosos en forma de cacerías de fin de semana a las que le acompaña el ex ministro de Justicia y la fiscal Delgado con la que Garzón juega a poner cuernos?

Correa será un chorizo y carne de presidio. Crespo un secuaz de fechorías. El tal Antoine el perfecto encubridor, y El Bigotes un vulgar chulo de putas venido a más... Pero de ahí a suponer una trama de corrupción en el PP porque Camps se hizo un ropero de Milano... Si fuera así, habría que investigar el guardarropa de De la Vega y el tráfico de prendas de lujo en Moncloa a mayor gloria de Elena Benarroch, otra hortera que te mueres a razón de varios miles de euros la pieza. El propio Garzón debería dar cuenta de sus ingresos en especie y otros no tanto: 100.000 euros por conferencia pagados por el Banco Santander, o el año sabático neoyorquino en el apartamento de un conocido ejecutivo financiero ligado al caso Argentia Trust. ¿Gratis total? ¿Pago de favores? De todo eso debería responder el juez, porque es descabellado que quien debe administrar justicia y hacerlo bajo la premisa de un comportamiento ético esté permanentemente bajo sospecha. Dicho todo esto y partiendo de la base de que aquí no hay más cera que la que arde y que debería llevar al PP a mirar dentro de su casa a ver quién fue el que dio cuartel a esta fábrica de chorizos… Coño, Paco, ¿en Milano? Esta es una cuestión de estética y me cuesta imaginarme al presidente de la Generalitat, siempre tan puesto, y a Costa Jr con ese aspecto de parecerse a Rupert Everet, comprando trajes en las rebajas de Milano a 100 euros. Uno espera más de sus políticos, la verdad.

Porque, cuidado, si al final se demostrara que Camps miente y que, en efecto, aceptó como regalo unos trajes de la firma de ropa barata, probablemente siga sin ser motivo de delito, pero su credibilidad estará bajo mínimos y ese concepto ligado al de gentleman que teníamos de él habrá quedado sepultado bajo la sospecha de hortera con pretensiones. Por eso es necesario que el presidente de la Generalitat vaya más allá de su denuncia de acoso o moobing justiciero del juez Garzón y ofrezca pruebas, las que pueda –yo, por ejemplo, sólo guardo las facturas de ropa hasta que la estrenó y luego las tiró, y supongo que ese es un proceder común porque nadie piensa que Garzón vaya a investigarle por los vaqueros que se compra-, de su inocencia y, sobre todo, de su integridad pret a porter. No vaya a ser que al final los del yes, we Camps se queden con el culo al aire y acaben haciendo cola en una de las franquicias de Milano para entregar el currículum y acceder a un puesto de asesor comercial en moda masculina. Supongo que cuando Camps afirma con absoluta firmeza que todo esto es un montaje, lo hace porque está convencido de su propio comportamiento, así que sí: yes, we Camps. Pero cruzando los dedos con las manos por detrás de la espalda.

No es idea mía. La verdad es que se les ha ocurrido a algunos de los dirigentes del PP más activos en el universo de Facebook, como Daniel Sirera o Esteban González Pons, y en ella habita un complicado equilibrio entre fe y suspicacia. Verán, lo que Garzón le está haciendo al PP es una canallada propia de un bellaco -bellaco, según la RAE, “astuto, sagaz”, pero también “malo, pícaro, ruin”, elijan ustedes-. Garzón es, como juez, la antítesis de la ética, un sofisma de la estética, carne de lupanar, un juez cornúpeto pillado in fraganti en una peligrosa aventura cinegético-sentimental que humilla la justicia con sus autos y sus sumarios. ¿Han leído estos últimos por los que se inhibe a favor de los tribunales superiores de Valencia y Madrid? Son una auténtica sandez, una verdadera orgía de chorradas puestas una detrás de otra como si de verdad tuvieran sentido alguno, una mierda -con perdón- propia de un bachiller y no de un magistrado al que se supone oficio. No me sorprende que con semejante ejemplo, su primogénito no sea capaz de aprobar un curso completo de la carrera de Derecho, y esto no lo sé yo porque sí, sino porque me lo contó la pasada semana su íntimo amigo el ex fiscal Enrique Molina, que ahora ya no me percibo de si es amigo o lo han dejado en suspenso, porque todo lo que rodea al juez Baltasar Garzón huele, que digo huele, apesta a podrido.