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Apreciada, y admirada, Carme Chacón: te escribo en solicitud de amparo
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Apreciada, y admirada, Carme Chacón: te escribo en solicitud de amparo

No para este servidor, como es obvio. De ser así no lo haría en público. Sabes que mi admiración y aprecio son sinceros, a pesar de

No para este servidor, como es obvio. De ser así no lo haría en público. Sabes que mi admiración y aprecio son sinceros, a pesar de las discrepancias políticas. Aprecio porque en ciertos momentos, antes de que el PSOE ganara las elecciones de 2004, compartimos muy buenos ratos de discusión política que recuerdo con agrado, y admiración porque creo, sinceramente, que estás dónde estás por tu valía personal, que además demuestras cada día que pasa con extraordinaria firmeza. En este Gobierno que -esto no lo compartirás conmigo, o al menos no abiertamente-, carente de liderazgo, navega a la deriva hacia el desastre final, hay personas como tú, como Beatriz Corredor, que merecéis un capítulo aparte porque representáis un estilo distinto, una forma diferente de hacer política, desde el diálogo y no desde la imposición. Ésta es la razón de mi carta, ésta y que en tu caso has tenido una experiencia vital reciente a la que quiero apelar: has sido madre.

Yo tengo cuatro hijos. He visto nacer a cada uno de ellos, y he llorado como un descosido cuando al mes y medio de la gestación -seis semanas- la ecografía me ha hecho llegar ese sonido inconfundible, pum-pum, pum-pum, pum-pum, del corazón. Por nada del mundo me lo hubiera perdido. Sabes, perfectamente, de lo que te estoy hablando, porque ese sentimiento se vuelve mucho más intenso en el caso de la madre. Tú eras consciente, desde el primer momento, desde que empezaste a notar los primeros síntomas que te alertaron del embarazo, de que aquello que comenzaba a crecer dentro de ti era una vida nueva, distinta de la tuya, pero dependiente de ti. Por eso apelo a ti, por eso te pido amparo, no para este servidor, sino para los cientos de miles de nasciturus, de seres humanos vivos en el seno materno, a los que se está condenando a la extinción con la nueva Ley del Aborto en la que trabaja el Gobierno del que formas parte.

Apelo a tu sentido común, a tu capacidad de diálogo, a tu sentido de la responsabilidad, a tu experiencia como madre, para pedirte que intervengas y nos ayudes a quienes defendemos el derecho a la vida como el primero y fundamental del cual nacen el resto de derechos del hombre, a parar una ley que no atiende a razones y que quiere imponer el aborto libre sin consideración alguna hacia el ser más indefenso que puede haber sobre la tierra. Y todo por defender un supuesto derecho de la mujer a abortar, un derecho que no es tal, que no forma parte de lo que las leyes universales han entendido como Derechos Humanos, porque ningún ser humano puede tener derecho a decidir sobre la vida de otro, aunque sea completamente dependiente. Lo contrario nos llevaría a aquel statu quo romano según el cual los padres tenían pleno derecho sobre sus hijos, incluso hasta causarles la muerte, y el marido sobre la mujer porque aquella era de todo punto dependiente del hombre. Si habíamos superado aquellas desigualdades, ¿por qué volvemos a caer en ellas de nuevo? ¿Por qué aceptamos como bueno un planteamiento tan absolutamente machista como el aborto?

Tu sabes, porque lo dicen los estudios sociológicos, que más del 70% de los abortos se producen por imposición de la pareja. ¿Vamos a darle esa satisfacción al espíritu egoísta con el que tantas veces el hombre afronta sus relaciones de pareja y sus aventuras sexuales? ¿Se la vais a dar precisamente vosotros, un Gobierno que se jacta de buscar la igualdad? No lo entiendo, francamente. No entiendo que al Gobierno se le llene la boca con los derechos civiles, y desatienda el derecho más esencial y primario del ser humano sobre la base de que la vida empieza a partir de la semana 22. Tú sabes que no es verdad, porque has experimentado todo lo contrario. Ese movimiento envolvente que tiene lugar en el seno materno y que provoca en muchas mujeres un sinfín de náuseas y mareos, no son precisamente gases. Y en que diferenciamos una vida de otra, ¿en que sea capaz de sobrevivir fuera del seno materno? Pero ese ser vivo es igual de dependiente: el que permanece dentro del seno materno necesita de la conexión a la madre a través del cordón umbilical y la placenta, y el que sobrevive fuera desde tan temprana luz lo hace unido a una máquina que simula su existencia en el útero. ¿Por qué uno tiene derecho a vivir, y el otro no?

Y una cuestión más: si en unos años la ciencia es capaz de mantener vivos fetos nacidos con tan solo diez o quince semanas… ¿cómo les devolvemos la vida a los que murieron porque hubo quienes no aceptaron unos años antes que fueran seres humanos? Sé, Carme, que este debate tiene la virtualidad de caer en un exceso de demagogia, sobre todo cuando se plantea en términos de confrontación entre ciencia y religión. Tu sabes, tan bien como yo, que hay que huir del debate en esos términos, porque a lo único que lleva es a confrontar en lugar de dialogar, y no nos deja ver la verdadera raíz del problema: es la propia ciencia la que con sus avances tan apabullantes en tan solo unos años devuelve el debate del aborto a su verdadera dimensión, es decir, al momento en el que se considera que ese conjunto de células que habitan en el seno materno es un ser vivo, y cada vez más científicos coinciden en que eso se produce desde el mismo momento de la concepción.

Cuando la medicina nos ha demostrado que es posible salvar la vida de un nasciturus mediante una cirugía intrauterina, el debate sobre el aborto cambia radicalmente. ¿No hubieses intentado salvar la vida de tu hijo de haberlo necesitado mediante una técnica tan avanzada, en lugar de recurrir al aborto? Estoy seguro de que sí. No me cabe la menor duda. ¿Por qué, entonces, insistimos en anteponer su derecho a la vida, al derecho cuestionable de una mujer a decidir si quiere o no seguir adelante con su embarazo? Y es que, en el fondo, a lo que lleva este proyecto de nueva ley que prevé el aborto libre es, de nuevo, al debate ciencia-religión, pero no al debate clásico, sino al debate moderno entre ciencia a favor de la vida y religión de Estado en contra de ella. Ahora, querida Carme, lo verdaderamente progresista es defender la vida y el derecho de todo ser vivo, haya o no nacido, a ser considerado igual a sus congéneres.

Y si de lo que se trata es de evitar que una mujer pueda ir a la cárcel, o simplemente ser objeto de una acción judicial en su contra por abortar, modifiquemos la legislación penal para que esto sea así, pero no ampliando la despenalización hasta hacer del aborto un derecho, sino restringiendo más aquellos casos en los que el aborto debe ser objeto de penalización judicial en el caso de la mujer -cuando alguien acude hasta seis veces a practicar un aborto es evidente que no se trata de una situación dramática, sino del recurso al aborto como método anticonceptivo, y eso debe ser objeto de una sanción-, y ampliando más la responsabilidad del médico para evitar algunas de las barbaridades a las que hemos asistido sobrecogidos en los últimos meses. Y sobre esta base, Carme, ¿no crees tú que sería posible entendernos? Yo estoy seguro de que sí, y por eso, querida ministra, recurro a tu amparo.

Atentamente,

Federico Quevedo.

No para este servidor, como es obvio. De ser así no lo haría en público. Sabes que mi admiración y aprecio son sinceros, a pesar de las discrepancias políticas. Aprecio porque en ciertos momentos, antes de que el PSOE ganara las elecciones de 2004, compartimos muy buenos ratos de discusión política que recuerdo con agrado, y admiración porque creo, sinceramente, que estás dónde estás por tu valía personal, que además demuestras cada día que pasa con extraordinaria firmeza. En este Gobierno que -esto no lo compartirás conmigo, o al menos no abiertamente-, carente de liderazgo, navega a la deriva hacia el desastre final, hay personas como tú, como Beatriz Corredor, que merecéis un capítulo aparte porque representáis un estilo distinto, una forma diferente de hacer política, desde el diálogo y no desde la imposición. Ésta es la razón de mi carta, ésta y que en tu caso has tenido una experiencia vital reciente a la que quiero apelar: has sido madre.

Aborto Carme Chacón