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Mentira, mentira, mentira
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Mentira, mentira, mentira

Así de claro. Alguien miente aquí, obviamente. Por otra parte el que eso ocurra entra dentro de lo habitual en este Gobierno y, de manera especial,

Así de claro. Alguien miente aquí, obviamente. Por otra parte el que eso ocurra entra dentro de lo habitual en este Gobierno y, de manera especial, forma parte de eso que su presidente dio en llamar “talante” durante la pasada legislatura, y que a la vista de los hechos enterró en el olvido en ésta. Rodríguez ha elevado la mentira a la categoría de argumentario político y esencia de su doctrina relativista. El diccionario de la Real Academia ofrece cinco definiciones de la acción de mentir: primera, “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”; segunda, “inducir a error”; tercera, “fingir, aparentar”; cuarta, “falsificar algo”; y quinta, “faltar a lo prometido, quebrantar un pacto”.

En todas ellas se refleja Rodríguez como si se estuviera viendo en un espejo. Rodríguez y mentira son una sola cosa, se identifican hasta el punto de confluir en una misma esencia. El verbo mentir se hizo carne en Rodríguez, y éste lo representa como si ejercitara un verdadero sacerdocio de la mentira. De él caben decir todas las expresiones relativas al hecho de mentir: “Es más falso que Judas”, “miente más que habla”, “antes se coge a un mentiroso que a un cojo”, “hay tres clases de mentira: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”, “de tanto mentir le crece la nariz”, etcétera.

¿A cuento de qué viene todo esto? Hombre, ustedes me dirán, pero al margen de anteriores mentiras y gordas de este Gobierno, lo cierto es que el Ejecutivo, con su jefe de filas a la cabeza, lleva una semana intentando colarnos el nuevo sistema de financiación autonómica como si fuera la panacea, cuando la realidad es que se trata de un desvarío absoluto, una de las mayores sinvergonzadas llevadas a cabo por Rodríguez para mantenerse en el poder, otra más por cierto, pero esta puede tener consecuencias muy graves.

Pero he empezado diciendo que alguien miente aquí, y es un hecho constatable que eso es así. Verán, si hacemos caso al Gobierno el nuevo sistema de financiación nos va a costar 11.000 millones. Si hacemos caso a lo que dicen las autonomías después de haberse reunido con el Ejecutivo, el nuevo sistema de financiación nos va a costar entre 13.000 y 14.000 millones. Si hacemos caso a los chicos de ERC, nos va a costar los dos riñones porque ellos no piensan poner ni un euro de su bolsillo para pagar la solidaridad, pero si hacemos caso al Gobierno ninguna autonomía se libra de aportar a la solidaridad del sistema. Si hacemos caso a los catalanes el sistema se ha hecho para garantizar que ellos son mejores que los demás y que por lo tanto tienen derecho a una financiación por encima de la media, si hacemos caso a los demás todos están por debajo de la media, y si hacemos caso al Gobierno todas las autonomías ganan y ninguna pierde y se garantiza la igualdad. O el nuevo sistema de financiación lo ha hecho David Copperfield, o ya me contarán, porque parece cosa de magia. O todo es mentira. Yo me quedo con lo último.

Me quedo con lo último porque es la forma de actuar de Rodríguez: engañar. Engañó a Artur Mas con el Estatuto, engañó a Montilla con la financiación, engañó a Aguirre con los dineros que iba a recibir Madrid, engañó a Rajoy con las ofertas de pacto sobre la crisis, engañó a los ciudadanos cuando negó la crisis y prometió el pleno empleo en esta legislatura, engañó a la patronal y a los sindicatos con el diálogo social, engañó a Solbes cuando le prometió plenos poderes, engañó a todos cuando dijo que el primer plan de salvamento financiero era para garantizar créditos a familias y pymes… Engaño tras engaño ha ido construyendo toda su arquitectura política, desde el principio. El proceso de paz fue un engaño apoyado en innumerables mentiras, como lo fue la apertura del proceso estatutario. Sus promesas sociales han sido un engaño detrás de otro, sus ofertas de pacto eran siempre falsas… Nada en él nace de la certeza y por eso su lenguaje siempre está cargado de giros y frases pomposas y demagógicas. Ahora bien, a base de mentiras puede irse muy lejos, pero con pocas esperanzas de volver. Al menos eso espero.

Así de claro. Alguien miente aquí, obviamente. Por otra parte el que eso ocurra entra dentro de lo habitual en este Gobierno y, de manera especial, forma parte de eso que su presidente dio en llamar “talante” durante la pasada legislatura, y que a la vista de los hechos enterró en el olvido en ésta. Rodríguez ha elevado la mentira a la categoría de argumentario político y esencia de su doctrina relativista. El diccionario de la Real Academia ofrece cinco definiciones de la acción de mentir: primera, “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”; segunda, “inducir a error”; tercera, “fingir, aparentar”; cuarta, “falsificar algo”; y quinta, “faltar a lo prometido, quebrantar un pacto”.

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