Es noticia
Miguel Blesa: ¿juicio a la élite o condena injusta?
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

Miguel Blesa: ¿juicio a la élite o condena injusta?

Tras la Ley de Punto Final aprobada en Argentina, cada vez que alguno de los militares salía a la calle la ciudadanía le obsequiaba con sus insultos

El viernes por la tarde me recordaba mi compañero Alberto Pérez como tras la Ley de Punto Final aprobada por el expresidente Carlos Menem en Argentina, cada vez que alguno de los militares, especialmente los generales implicados en la dictadura, salía a la calle o iba a comer a un restaurante, la ciudadanía, la gente normal y corriente, le obsequiaba con sus insultos y con su desprecio. No había condenas en los tribunales de Justicia, pero sí había condenas en los tribunales de la opinión pública. Eso es lo que ocurre cuando los poderes públicos, que están obligados a velar por que la Justicia sea igual para todos, no cumplen con su deber y se pliegan a los intereses de los poderosos en lugar de velar por el interés general.

En España no hay ninguna Ley de Punto Final, pero sí es verdad que existe en la ciudadanía la impresión de que la Justicia no es igual para todos y que las élites tienen en su mano un poder de presión para evitar condenas de los tribunales que, sin embargo, no tiene el común de los mortales. A sustentar esa impresión colabora una justicia especialmente lenta que alarga los procesos a veces hasta el extremo. Hemos visto cómo en Cataluña se tardaba nada menos que 14 años en dictar una sentencia sobre financiación ilegal de CiU. Y no es el único caso.

Sin embargo, en los últimos tiempos y coincidiendo con una situación de crisis económica que ha contribuido notablemente a incrementar la desafección de la ciudadanía hacia sus clases dirigentes, se han multiplicado los casos que afectan a personajes pertenecientes a esas élites en manos de los tribunales. Es verdad que todavía no hemos visto ninguna sentencia que pudiéramos calificar de ejemplar, pero ya solo el 'calvario' judicial que algunos de estos personajes están pasando es una prueba evidente de que la Justicia es capaz de llegar donde antes no llegaba por la influencia que estos 'poderosos' ejercían sobre ella.

Solo el 'calvario' judicial que algunos de estos personajes están pasando es una prueba evidente de que la Justicia es capaz de llegar donde antes no llegaba

Sin entrar a debatir los pormenores de algunos de estos casos que actualmente se encuentran en proceso de instrucción, ahí tenemos a un Iñaki Urdangarin que ha tenido que irse a vivir fuera de España, a un Bárcenas que sigue entre rejas, a un Rosell que se ha visto obligado a dimitir de la presidencia del Barcelona, a directivos de la CAM sentados en el banquillo, a un exconseller de la Generalitat de Valencia pendiente de sentencia… Y a un Miguel Blesa que de nuevo ha vuelto a cruzar las puertas de los juzgados de Plaza de Castilla acusado de posibles delitos de abuso de posición dominante y administración fraudulenta por el caso de la compra del City National Bank de Florida.

Blesa y el sistema financiero

Un asunto que ya en su día le llevó a la cárcel de la mano del juez Elpidio Silva y que le sacó de ella porque el magistrado demostró un exceso de celo llevado por su animadversión hacia el exbanquero que ahora le va a costar la inhabilitación para el resto de sus días: la Justicia tiene que ser igual para todos, incluido Miguel Blesa. El nombre de Blesa tiene una significación especial, porque sin duda Caja Madrid, origen de la actual Bankia a la que Goirigolzarri ha sacado del pozo -se va a personar en la causa como parte perjudicada, cosa que es muy de agradecer-, está en el germen de los grandes males que afectaron a nuestro sistema financiero. Una caja de ahorros, al frente de la cual se sienta el amigo íntimo de la infancia del entonces presidente del Gobierno José María Aznar, que se dedica a hacer favores políticos a diestra y siniestra y que no tiene pudor alguno a la hora de estafar a sus clientes con las preferentes.

Si la Justicia está actuando contra el exbanquero, a lo mejor habría que plantearse si son necesarias esas muestras de indignación ciudadana en la puerta de los juzgados

Blesa encarna en cuerpo mortal todos los males que afectaron al sistema financiero. Es más, si somos justos, aunque en su momento se puso el acento en las responsabilidades de Rodrigo Rato, este no fue más que un mero instrumento en manos del Banco de España para intentar poner orden en aquella casa, y aunque probablemente se equivocó con la salida a bolsa, este puede que sea el menor de los males y sin embargo se ha querido personificar en Rato unas responsabilidades que no le concernían.

Dicho eso, lo cierto es que Blesa ha vuelto a declarar y que tanto el juez como el fiscal han considerado que procede mantener la imputación porque ambos observan indicios de delito. No es la única causa que afecta a Blesa, implicado también en el fraude de las preferentes. Pero si la Justicia está actuando contra el exbanquero, a lo mejor habría que plantearse si son necesarias esas muestras de indignación ciudadana -comprensible por otra parte- que se dan cita en las puertas de los juzgados cada vez que uno de estos personajes las cruzan.

No está en nuestra mano condenar a nadie. Es más, lo que de verdad está en nuestra mano es el respeto a la presunción de inocencia mientras no se demuestre en un juicio justo lo contrario. Tirarle una pancarta a la cara y abrirle una brecha no es lo que yo entiendo por justicia popular, es lo que yo entiendo por violencia popular, que en este caso no está justificada. Dejemos actuar a los jueces y que sean ellos los que apliquen la ley, por muy comprensible que sea la indignación de gente que o ha perdido todo, o casi, por culpa de un hombre sin escrúpulos como Miguel Blesa.

El viernes por la tarde me recordaba mi compañero Alberto Pérez como tras la Ley de Punto Final aprobada por el expresidente Carlos Menem en Argentina, cada vez que alguno de los militares, especialmente los generales implicados en la dictadura, salía a la calle o iba a comer a un restaurante, la ciudadanía, la gente normal y corriente, le obsequiaba con sus insultos y con su desprecio. No había condenas en los tribunales de Justicia, pero sí había condenas en los tribunales de la opinión pública. Eso es lo que ocurre cuando los poderes públicos, que están obligados a velar por que la Justicia sea igual para todos, no cumplen con su deber y se pliegan a los intereses de los poderosos en lugar de velar por el interés general.

Miguel Blesa Iñaki Urdangarin Rodrigo Rato Caja Madrid