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Soraya contra el ‘pequeño Nicolás’
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Soraya contra el ‘pequeño Nicolás’

Fue hace unos meses cuando un estrecho colaborador de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, entró en su despacho con un informe confidencial bajo

Foto: Jaime García-Legaz, Ana Botella y Francisco Nicolás en FAES
Jaime García-Legaz, Ana Botella y Francisco Nicolás en FAES

Fue hace unos meses cuando un estrecho colaborador de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, entró en su despacho con un informe confidencial bajo el brazo y le dijo algo así como: “Vicepresidenta, tienes que ver esto”. Y lo que tenía que ver Soraya Sáenz de Santamaría era solo una pequeña parte de la historia de un chaval de veinte años que respondía al nombre de Francisco Nicolás Gómez Iglesias que se estaba haciendo pasar nada menos que por asesor suyo y por colaborador del CNI, con el fin aparente de obtener determinados beneficios, no sólo económicos, sino también en términos de poder e influencia.

“Pero, ¿este quién es?”, debió pensar en voz alta la vicepresidenta. Y después de hacer las oportunas averiguaciones y contrastar todos los datos, tomó una decisión: sacar a la luz todo lo relativo al que después se llamaría pequeño Nicolás y poner en manos de la justicia los delitos que presuntamente hubiera podido cometer. Dicho y hecho, el pequeño Nicolás dormía un par de noches en prisión al mismo tiempo que todo el país se enteraba de sus andanzas. Seguramente, los sesudos asesores de la vicepresidenta y la propia número dos del Gobierno pensarían que aquello sería suficiente para amedrentar al chaval y obligarle a desaparecer una larga temporada, pero se equivocaron.

El pequeño Nicolás era una mina y obviamente los medios de comunicación no iban a soltar tan fácilmente esa presa: había que indagar hasta el último detalle de su vida y milagros, y de esa investigación conocimos a la Pechotes y la encumbramos al pedestal de la fama que ya comparte con los protagonistas de Mujeres, hombres y viceversa, al tiempo que sobre el ínclito se escribían ríos de tinta y se dudaba incluso de sus inclinaciones sexuales.

Pensar que un tipo listo, inteligente y sin escrúpulos como el tal Nicolás iba a desaprovechar una ocasión así era un error, como se ha podido comprobar: lejos de desaparecer, después de un calculado retiro de unas semanas, el pasado fin de semana el pequeño Nicolás reapareció por todo lo alto, con una entrevista en uno de los diarios de mayor tirada (El Mundo) y una aparición estelar en el prime time nocturno del sábado en Tele 5, con más de un 20% de audiencia.

¿Qué más podía esperar un don nadie, que encima se comió vivos a los periodistas que lo entrevistaron, demostrando un manejo del lenguaje y de la situación impropios de un chaval de su edad? El pequeño Nicolás es un estafador, al más puro estilo del personaje de Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes, con una habilidad especial para meterse en su papel e incluso creérselo como si, en efecto, las cosas hubiesen sucedido tal y como él las cuenta.

Pero ¿alguien puede creerse, por ejemplo, que el ministro de Exteriores de hace cuatro años, es decir, Moratinos, le encargaría a un niño de entonces 16 primaveras las relaciones diplomáticas con Guinea Ecuatorial? Si, a mí, mi hijo de 16 años me cuenta algo así, no me recupero del ataque de risa en una larga temporada, pero él lo dice absolutamente convencido.

Pero más idiotas que él son quienes se creen su historia y, por desgracia, hay demasiada gente dispuesta a creer cualquier chorrada con tal de salir del letargo en el que nos tiene sumidos el debate político actual. Hay algo, sin embargo, que no sabemos y que nadie consigue arrancarle al pequeño Nicolás: quién está, o estaba, detrás.

Porque, más allá de su habilidad para colarse en los sitios, para conseguir un teléfono móvil privado del Rey y hacer de una llamada o un mensaje una relación estrecha, para convertir una simple visita a un despacho importante –alcalde/sa, ministro/a, o lo que sea– en un juego de encargos imposibles, lo que sí que hay en todo esto es un origen que, evidentemente, él ha sabido utilizar y manejar en su provecho.

¿Por qué tenía Nicolás un trato especial en la FAES de Aznar cuando solo era un crío que, sin embargo, se movía por allí como si fuera su casa, hasta el punto de que le llamaban ‘Fran el del FAES” y presumía de que con su huella dactilar podía entrar en el despacho del propio presidente? Ese es el misterio que se debe resolver.

Me consta que Rajoy está absolutamente desconcertado por el impacto mediático que ha tenido este asunto, y que la vicepresidenta quiere acabar con esta pesadilla cuanto antes… Pero se enfrentan a un personaje que no tiene nada que perder al seguir manteniendo sus mentiras salvo que, como parece que va a ocurrir, lo que en un principio solo pretendía ser un susto acabe, de verdad, dando con los huesos en la cárcel del pequeño Nicolás. Y es que tocarle las narices a la vicepresidenta del Gobierno es ir demasiado lejos…

Fue hace unos meses cuando un estrecho colaborador de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, entró en su despacho con un informe confidencial bajo el brazo y le dijo algo así como: “Vicepresidenta, tienes que ver esto”. Y lo que tenía que ver Soraya Sáenz de Santamaría era solo una pequeña parte de la historia de un chaval de veinte años que respondía al nombre de Francisco Nicolás Gómez Iglesias que se estaba haciendo pasar nada menos que por asesor suyo y por colaborador del CNI, con el fin aparente de obtener determinados beneficios, no sólo económicos, sino también en términos de poder e influencia.

Soraya Sáenz de Santamaría FAES Miguel Ángel Moratinos José María Aznar Mariano Rajoy