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Eso que pasó hace más de dos mil años
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Eso que pasó hace más de dos mil años

Hoy es Nochebuena, y mañana Navidad, como dice el villancico. Para los que somos cristianos es una fecha muy señalada porque celebramos el nacimiento de quien

Foto: Vista de las manos de un anciano yazidí en el campo de refugiados de Baharka, cerca de Erbil, en Irak. (EFE)
Vista de las manos de un anciano yazidí en el campo de refugiados de Baharka, cerca de Erbil, en Irak. (EFE)

Hoy es Nochebuena, y mañana Navidad, como dice el villancico. Para los que somos cristianos es una fecha muy señalada porque celebramos el nacimiento de quien da nombre a nuestra Fe. No se preocupen, no pienso dedicar este post a darles a ustedes lecciones de moral, ni de nada, entre otras cosas porque no me considero nadie con autoridad para hacerlo, y porque no creo que esté en condiciones de aportar ninguna dosis de ejemplaridad... Tengo tantas miserias como el que más, y por eso me resisto a dar lecciones de moral a nadie.

Pero es un hecho que estas son unas fiestas que los cristianos celebramos con una intensidad especial, nos llenan de buenos sentimientos y de buenos deseos, y en buena medida a los no cristianos también, porque en definitiva eso que llamamos espíritu de la Navidad lo acaba empapando todo. Pero nada de todo eso sería posible si hace algo más de dos mil años una mujer llamada María no hubiera dado a luz tal noche como la de hoy a un Niño que los cristianos creemos a ciencia cierta que se trata del Hijo de Dios que vino a la tierra a salvar a los hombres de sus pecados dando la vida por ellos.

Más o menos es así, y eso es lo que llena nuestra vida a pesar de tanto cretino como hay por ahí estos días quejándose de la Navidad –el primer cretino que se me ocurre, por ejemplo, es un tal Pablo Iglesias– sin darse cuenta de que toda nuestra civilización se cimienta en eso que pasó hace más de dos mil años. Desde entonces hasta ahora esa fe en el Hijo de Dios se ha mantenido viva, y ha mantenido viva la llama de la esperanza. Tan cierto como que han sido miles los cristianos que a lo largo de la historia han dado su vida por defender su fe.

Es más, todavía hoy sigue habiendo cristianos que, lejos de renunciar a Cristo, se siguen ofreciendo como mártires en defensa de su nombre. Y es aquí donde yo quería llegar, porque yo no puedo dar ejemplo de nada, pero hay otros en nuestros días que sí pueden hacerlo y lo hacen: los cristianos-caldeos perseguidos en Irak por el fundamentalismo del Estado Islámico. La ONG Ayuda a la Iglesia Necesitada ha puesta en marcha una campaña de ayuda a este colectivo que desde hace tiempo viene siendo un ejemplo vivo del martirio que sufrió Jesucristo en la Cruz.

La persecución a la que se ven sometidos es brutal y sanguinaria, hasta el extremo de que a fecha de hoy puede decirse que prácticamente ya no existen cristianos en Irak, porque o bien han muerto a manos de sus enemigos o bien han sido desplazados a países vecinos perdiendo en el camino sus bienes, sus casas... Niños que no pueden ir al colegio, que no tienen en muchos casos nada para comer, pero que sin embargo siguen manteniendo viva la llama de su fe.

Eso sí es un ejemplo que nos debería hacer reflexionar aunque solo sea un poco en estos días en los que nos gusta reunirnos en familia en torno a la mesa y llenarnos de regalos. Hay cristianos que mueren, como morían hace dos mil años, torturados y humillados en nombre de la fe, y esa es la mayor demostración de su vigencia. Dios existe, nació hace más de dos mil años en un pobre portal de Belén, y todavía hoy sigue habiendo enemigos de Dios que pretenden apagar esa llama de generosidad y, de alguna manera, también depende de nosotros que no lo consigan.

Hoy es Nochebuena, y mañana Navidad, como dice el villancico. Para los que somos cristianos es una fecha muy señalada porque celebramos el nacimiento de quien da nombre a nuestra Fe. No se preocupen, no pienso dedicar este post a darles a ustedes lecciones de moral, ni de nada, entre otras cosas porque no me considero nadie con autoridad para hacerlo, y porque no creo que esté en condiciones de aportar ninguna dosis de ejemplaridad... Tengo tantas miserias como el que más, y por eso me resisto a dar lecciones de moral a nadie.

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